Columna

Telecurro

Ninguna TIC sustituye el aprendizaje, la inspiración y el chute de adrenalina de la buena que da ver, oír, oler y sentir a gente hacer lo que sabe con la pasión de estar vivos y trabajando juntos

Una mujer realiza teletrabajo en su casa. EFE

Ayer me llama un colega al que no veo desde el confinamiento y me suelta: “Insúltame, tía. Dime cabrón, hijoputa, gilipollas, algo. Estoy harto de que lo más fuerte que oigo en el curro sea: ‘Papi, hazme caso”. Se lo dije, solo faltaría, pero a cambio de que me pusiera a parir trillizos, cansada como anda una de que lo más duro que oye en el tajo sea: “Mamá, tío, tira de la cadena”. Así, desahogaditos los dos y muertos de la risa, fuimos a lo que íbamos. A hablar un rato de pájaros y flores y de jefes e indios y de lo animal y lo humano antes de volver al lío, que es de lo que hablan los compa...

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Ayer me llama un colega al que no veo desde el confinamiento y me suelta: “Insúltame, tía. Dime cabrón, hijoputa, gilipollas, algo. Estoy harto de que lo más fuerte que oigo en el curro sea: ‘Papi, hazme caso”. Se lo dije, solo faltaría, pero a cambio de que me pusiera a parir trillizos, cansada como anda una de que lo más duro que oye en el tajo sea: “Mamá, tío, tira de la cadena”. Así, desahogaditos los dos y muertos de la risa, fuimos a lo que íbamos. A hablar un rato de pájaros y flores y de jefes e indios y de lo animal y lo humano antes de volver al lío, que es de lo que hablan los compañeros de todo oficio que no sea cuidar ovejas, e incluso en ese. A veces es el diablo de la fatalidad quien atiende las plegarias ignoradas por el dios al que se dirigían. ¿No querías teletrabajar para conciliar trabajo y familia? Toma telecurro sine die.

La que firma echó el colmillo en un entorno laboral de esos en los que se grita y se cuchichea, se inspira y se conspira, se lloran las broncas en el baño y se arregla el país y el mundo en el bar y los pasillos. Uno de esos zoos donde convive el pelota con el trepa con el pringao con el vago con el figura con el esbirro con la portera, doblando el género en cada categoría porque los arquetipos no tienen sexo. Pero también un templo del oficio donde se mama una inteligencia colectiva que ningún talento individual ni ningún acceso remoto puede igualar por muy amigable que sea. Dirán que ya está la prejubilable esta con sus batallitas analógicas. No es eso. Le cogeremos el truco. Nos agenciaremos una app de insultos, un sillón ergonómico para salvar el espinazo y un cacharro para limitar las horas de galeras digitales. Pero aquí y ahora os digo que ni todos los slacks, zooms y skypes juntos sustituyen el aprendizaje, la inspiración y el chute de adrenalina de la buena que da ver, oír, oler y sentir a gente hacer lo que sabe con la pasión de estar vivos y trabajando juntos. Puto virus.

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