Columna

Populistas, no comunistas

El populismo distingue entre las élites y el pueblo, atribuyendo exclusivamente a las élites los males del pueblo: nada que ver con la lucha de clases

Pablo Iglesias, el pasado 8 de mayo en una intervención en el Congreso de los Diputados.Emilio Naranjo (EFE)

Se produce una curiosa coincidencia entre el populismo de derechas y el de izquierdas. Vox califica a Podemos, de forma peyorativa, de ser comunista. A su vez, Podemos, con satisfacción, acepta que efectivamente lo es. A mi modo de ver, ambas fuerzas políticas se equivocan.

La semana pasada, en un debate parlamentario de tono muy desagradable, Pablo Iglesias aceptó complacido que le llamaran comunista y que, además, en su formación política estuviera representada la larga tradición comunista, nacional e internacional. “Es un honor —dijo— representar a un grupo político dentro del cual h...

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Se produce una curiosa coincidencia entre el populismo de derechas y el de izquierdas. Vox califica a Podemos, de forma peyorativa, de ser comunista. A su vez, Podemos, con satisfacción, acepta que efectivamente lo es. A mi modo de ver, ambas fuerzas políticas se equivocan.

La semana pasada, en un debate parlamentario de tono muy desagradable, Pablo Iglesias aceptó complacido que le llamaran comunista y que, además, en su formación política estuviera representada la larga tradición comunista, nacional e internacional. “Es un honor —dijo— representar a un grupo político dentro del cual hay un partido con casi 100 años de historia, el Partido Comunista de España, que fue condición de posibilidad de la derrota de la dictadura...”. Más adelante hizo referencia a los partidos comunistas de Francia e Italia que, dijo Iglesias, combatieron al fascismo e hicieron posible las democracias en sus países tras la Segunda guerra mundial.

Sin duda Iglesias olvidó buena parte de la historia, olvidó el estalinismo de muchos partidos comunistas, olvidó la distinción entre el partido comunista italiano y el francés, así como las diversas fases por las que anduvo el español. Pero lo irritante, por falso, que esconden sus palabras —así como la recurrente acusación de comunistas por parte de Vox y de cierta prensa— es identificar el populismo con el comunismo. Ha habido, y hay, muchas tendencias distintas en ambos movimientos y no hay espacio para explicarlas. Ahora bien, Podemos es básicamente populista y casi nada comunista, en todo caso es muy distinto de los partidos comunistas de la postguerra que menciona Iglesias: sea el francés, el italiano y el español.

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En líneas generales, el populismo es más una estrategia para alcanzar el poder que —tal como fue el comunismo en esta época— una ideología construida en torno a conceptos analíticos que parten de premisas justificadas en principios racionales, por equivocados que sean.

En efecto, el populismo distingue entre las élites y el pueblo, atribuyendo exclusivamente a las élites los males del pueblo: nada que ver con la lucha de clases. La ley democrática es considerada por los populistas un simple instrumento para ejercer el poder, no el producto de un sistema institucional basado en la división de poderes y la representación mediante elecciones libres para garantizar la libertad e igualdad de los ciudadanos. Para el populismo, las elecciones solo sirven como procedimiento para alcanzar el Gobierno, una vez instalados allí, dictan lo que debe hacerse sin consultar al pueblo, basta con manipularlo.

Los comunistas que cita Iglesias desembocaron en formas democráticas parlamentarias socialmente avanzadas, han contribuido a construir un Estado social, el de la UE. El populismo ha conducido a la miseria y a las dictaduras. Eva Perón era simplista y demagoga, Togliatti complejo y sutil. Ahí está la diferencia.

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