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Año uno: expectativa y realidad

Vinimos a México porque nos dijeron que aquí gobernaba un hombre llamado Andrés Manuel López Obrador

No lo encontramos.

Afirman que desde hace un año aquella verdad perdió su esencia. A partir de entonces, desde la Silla Grande, despacha su mejor herencia.

Un año de Sheinbaum Pardo. Un año de Claudia. La Jefa se transformó en Presidenta.

Trescientos sesenta y cinco días atrás ...

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No lo encontramos.

Afirman que desde hace un año aquella verdad perdió su esencia. A partir de entonces, desde la Silla Grande, despacha su mejor herencia.

Un año de Sheinbaum Pardo. Un año de Claudia. La Jefa se transformó en Presidenta.

Trescientos sesenta y cinco días atrás las expectativas eran otras. Muy otras. Algunas, teñidas de misoginia y prejuicio. Otras, en cambio, sostenidas por la áspera evidencia de la incierta realidad.

Incluso quienes mantenían una dosis alta de fe en la candidata, sabían que el sexenio se caminaría cuesta arriba. Que el horizonte no la abrazaba.

Un año atrás, Sheinbaum Pardo recibía un país desbordado de expectativas. Era la presidenta más votada en la historia; pero seguía sin ser Andrés Manuel.

Era cuestión de tiempo.

Desde aquel primero de octubre del veinte veinticuatro —frente al predecesor— Sheinbaum lo dejó claro: había sido un honor luchar a su lado, pero era su turno.

Entonces relaté la ocurrencia de lo imposible: en la toma de protesta de la sucesora, el sol no eclipsó a la luna.

Un año atrás, se pronosticó que la primera presidenta en más de doscientos años encontraría resistencia en los hombres de su partido. Al cabo que ya habían anunciado que no se iban a someter a esa señora.

Cincuenta y dos semanas le bastaron a Sheinbaum para hacerse del poder y la legitimidad del partido y del movimiento. Hoy, los que alguna vez disputaron la interna morenista yacen sometidos al mando de su voz.

Hoy, en México —que en términos políticos parece Comala—, Sheinbaum permanece fortalecida y rodeada de un sequito de caminantes muertos: propios y ajenos.

Un año atrás, los más informados negaban la posibilidad de escalar la estrategia de seguridad de la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México en el resto del territorio nacional. Lo que servía dentro del perímetro de la capital —decían— no podía ascender las montañas ni viajar por carretera. Sheinbaum no repetiría sus éxitos urbanos.

Bastaron doce meses para hacer a los expertos recular.

Un año atrás, se dudaba que una mujer pudiera fungir como Comandanta Suprema del Ejército Mexicano y de instituciones históricamente forjadas en siglos de machismo. Se decía que ni el Ejército ni la Marina aceptarían las órdenes de Sheinbaum, y que menos aún tolerarían la retadora autoridad de su superpolicía.

Ahí tienen al Ejército y a la Marina reconociendo responsabilidades criminales y danzando al femenino son.

Un año atrás, a la Presidenta —a quien ciertos extraviados persisten en nombrar Presidente— se le negaba autonomía y capacidad de agencia. Fue llamada calca, títere y otros apelativos que la oposición más rabiosa repite como si pudiera exorcizar su derrota.

Trescientos sesenta y cinco días fueron suficientes para que Sheinbaum empezara a corregir lo que debía enderezarse de anteriores entuertos. Leal al expresidente López Obrador y a sus abrazos; no vaciló en disparar.

Sheinbaum ha afinado los cómos sin mover un centímetro los porqués ni los para qués. Y lo más notable: lo ha hecho sin que el movimiento muestre, por ello, una sola grieta.

Un año atrás, a los malquerientes de Obrador les consumía la impaciencia: anhelaban que la sucesora rompiera con aquel.

Siguen y seguirán prisioneros de una espera que no llegará. La Presidenta es jugadora experta de palillos chinos. Maestra en el cuidado de equilibrar.

Un año atrás, se pensaba que la economía mexicana se las vería negras: poco crecimiento sexenal, gran deuda e importante déficit fiscal. La reforma judicial y la eliminación de los autónomos se encontraba también en medio.

Hace apenas unos días, el Fondo Monetario Internacional corrigió su propio oráculo: donde antes venía un 0.2%, ahora vislumbra un 1.0%. Y, de añadido, un atisbo de aceleración el año próximo. Desmentidos profetas.

Un año atrás, todos —difícil aquí atemperar el pronombre— creíamos que el mayor reto de Claudia Sheinbaum estaría encarnado en el voraz vecino del norte. Sexenio perdido, le llamaron algunos.

Con todo, la manera en que la Presidenta ha manejado la relación —y los réditos inesperados que de ella ha obtenido el país— ha sorprendido por igual a propios y ajenos.

En ocasiones; Donald Trump ha sido incluso el adversario que ella ha convertido en instrumento. Aikido político que transforma al adversario en fuerza propia.

Una sexta parte del sexenio de la primera de nosotras ha quedado atrás. Lo suficiente para reconocer, sin dudas ni tropiezos, dos verdades evidentes: que es ella la que manda y que va bien.

Cierro con una declaración de la que manda cuando afirma que hay que ser optimistas, sobre todo cuando ella está al mando.

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