2024: ¿la reinvención del corporativismo?

López Obrador trabajará en paralelo de forma para que gremios, asociaciones y empresarios que cuentan con clientelas de cualquier tipo apoyen a su proyecto

Manifestantes marchan en Tlaxcala en apoyo a López Obrador, antes de la consulta de revocación de mandato.Claudia Aréchiga

Si en las elecciones de 2024 han de votar casi 56 millones de mexicanas y mexicanos (en congruencia con que desde 1988 la participación promedio en las presidenciales ronda el 60% del padrón), cuántos de esos millones lo harán por la continuidad del lopezobradorismo y de dónde saldrían esos votos.

Como se ha dicho en múltiples espacios, el ejercicio de revocación de mandato fue una puesta al día del aparato morenista de movilización de votos. ...

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Si en las elecciones de 2024 han de votar casi 56 millones de mexicanas y mexicanos (en congruencia con que desde 1988 la participación promedio en las presidenciales ronda el 60% del padrón), cuántos de esos millones lo harán por la continuidad del lopezobradorismo y de dónde saldrían esos votos.

Como se ha dicho en múltiples espacios, el ejercicio de revocación de mandato fue una puesta al día del aparato morenista de movilización de votos. Los 15 millones de personas que ratificaron el 10 de abril a Andrés Manuel López Obrador constituyen el piso de votación que el oficialismo podría tener en las presidenciales que se llevarán a cabo en poco más de dos años.

Es una cifra considerable de votantes, pero incluso en un escenario de tres candidaturas es un número muy lejano al que necesitan en Palacio para sentirse seguros de que refrendarán la presidencia.

El ininterrumpido discurso descalificador de López Obrador en contra de las clases medias y de la clase alta prefigura un escenario en el que difícilmente los votos de esos sectores podrían favorecer a cualquier candidato o candidata presidencial del partido del tabasqueño.

Demos por cierto que en la cita de la revocación no votaron todos los morenistas: bien porque no había tantas casillas, bien porque era inicio de vacaciones o bien, para mí la más razonable de las causas, porque dado que en el ejercicio realmente no estaba en juego nada fáctico, los guindas no se sintieron motivados a manifestarse en esas urnas.

Entonces, cuando sí haya algo en juego esos 15 millones de votos podrían subir a 18 millones, o 20 millones e incluso 22 millones. Es decir, siguiendo en la especulación, representarían prácticamente 40% de quienes voten en 2024.

Además de la motivación de que en unas presidenciales se juega un todo o nada, el aumento en la votación con respecto a los quince millones de votos ocurriría, por supuesto, dado que habrá elecciones concurrentes de Congreso de la Unión y de no pocas gubernaturas, entre ellas algunas muy rentables para el morenismo como son la de Veracruz y Ciudad de México.

Buenas candidaturas de Morena en esos comicios federales podrían abultar los votos. Sin duda. Pero lo contrario también es cierto: pugna o divisiones del movimiento del presidente en algunos enclaves o entre ciertos líderes -¿qué tal que en efecto Ricardo Monreal termina de ser marginado?- podrían restarles simpatías.

Mas hay otro afluente de posibles votos, uno que de alguna manera también fue ensayado en la revocación. Los votos corporativos.

Hace unos días Macario Schettino planteó en su columna de El Financiero que en 2018 “López Obrador ganó simplemente porque los damnificados de las reformas estructurales se agruparon en torno a él, para ayudarlo a ganar a cambio de recuperar sus privilegios. Eso hicieron maestros, petroleros, electricistas, empresarios de telecomunicaciones y medios electrónicos, y los acompañaron decenas de personas que le empezaron a encontrar virtudes, todas ellas pasajeras, porque han desaparecido por completo”.

Como lo ha hecho en otras ocasiones, Schettino resalta en esa entrega que no hay misterio en la deriva que ha tomado el sexenio, que quien hubiera revisado el actuar del tabasqueño cuando fue jefe de Gobierno capitalino (2000-2005) podía haber advertido para mal lo que está ocurriendo hoy, pero de manera interesante plantea que el arropamiento de sectores afectados por las reformas del prianismo ayudó a que López Obrador pudiera hacerse de la presidencia de la manera que lo hizo.

El tema aquí no es si Macario no da suficiente peso en la victoria amlista a factores como el hartazgo por la corrupción y la genuina idea de la ciudadanía de que tocaba favorecer a los pobres –promesas que claro que no se pueden por cumplidas ni mucho menos--, sino la oportuna incorporación al debate que el economista hace con respecto del papel que pudieron tener en 2018 ciertos gremios y empresarios, y sobre todo preguntarse hoy qué rol tendrían esos mismos grupos y otros en las siguientes presidenciales.

En las recientes semanas el presidente ha hecho menciones en la mañanera a maestros o a trabajadores de la salud. Ha subrayado que le importan, que ha basificado a miles y que quiere reconocerles su centralidad en la vida pública.

Además, el titular del Ejecutivo ha sido en extremo cuidadoso de manifestarse en torno a disputas de grandes sindicatos, como el petrolero, en donde la renovación de la dirigencia incluyó una pasarela de todos los aspirantes en Palacio Nacional. Y el hecho de que al final en ese importante gremio haya ganado la facción identificada con el anterior líder petrolero, defenestrado por el actual régimen, no ha provocado reacción alguna del presidente.

A lo anterior hay que agregar desde luego que el presidente presume la recuperación de los empleos y el sustancial aumento al salario mínimo, éste último de los reales distintivos de su mandato. Así que tenemos por un lado a un presidente que cuida mucho sus mensajes, y algunas políticas, con respecto a los trabajadores. Por el otro tenemos ejemplos de que hay tentaciones de corporativismo oficial.

En la revocación se escucharon quejas de que gobernantes de Morena presionaron a burócratas para que se apersonaran en las urnas el 10 de abril. Ecos del priismo más recalcitrante. ¿Qué veremos al respecto en las elecciones federales y estatales del 2024?

Burócratas de distinto cuño, maestros, trabajadores de la salud, petroleros, electricistas... ¿coaccionados para engordar mítines y para llegada la hora votar por la continuidad?

Y qué hará el Gobierno con los trabajadores de centrales obreras como la CTM o con quienes están afiliados a otros organismos, como el que preside un senador suplente de Morena. ¿Qué tipo de seducción o zanahorias se están preparando?

¿Por eso han deslizado que en universidades la comunidad universitaria (que incluye trabajadores) sea la que elija a sus autoridades?

Llevado el argumento al extremo la pregunta tiene qué incluir el qué ocurrirá, por supuesto, con soldados y marinos. Se permitirá la campaña de todos los partidos o solo de Morena en los cuarteles. ¿Se inducirá a decenas de miles de uniformados a recordar que uno de los lemas del presidente que tanto protagonismo, y hasta negocios, les está dando es aquel que reza “amor con amor se paga”?

Como en política no hay casualidades, y pensando en el intercambio de favores que se podría dar estar dando entre líderes y políticos, el hecho de que en el nuevo aeropuerto no se permita operar plenamente a choferes independientes afiliados en plataformas, ¿obedece a que a esos “aspiracionistas” del autoempleo en Uber o Didi no se les puede luego pedir que apoyen a movilizar votantes, a pagar con favores la posibilidad de renovaciones de licencias y permisos especiales?

Porque claro que los transportistas, para servicio urbano o foráneo, eran en el pasado uno de los brazos de las maquinarias del priismo. ¿Serán cooptadas de nuevo?

Y en este orden de ideas es interesante lo publicado por Eje Central, que el viernes en su entrega semanal hacía un análisis sobre la posible operación de los evangélicos a favor del movimiento de López Obrador. El año no va ni a la mitad pero una de las cosas que pueden darse por ciertas en 2022 es que en materia económica todo pinta para mal, por causas externas e internas. No por nada se espera que la semana entrante el gobierno revele algunas medidas que, supuestamente, ayudarían a combatir los efectos de la inflación.

En lo que ese anuncio llega, y en lo que se traduce en algo que en efecto ayude o no a la población, hay que asumir que López Obrador trabajará en paralelo de forma para que gremios, asociaciones y empresarios que cuentan con clientelas de cualquier tipo le apoyen.

Si en 2018 se alió con un partido confesional, si atemperó sus ataques y tuvo emisarios para conchabarse a la iniciativa privada, en el 2024 tiene otras palancas: por un lado, puede –siguiendo a Macario Schettino— cobrar el haber cancelado la reforma educativa o el haber consentido, a diferencia del pasado, a Pemex y a la CFE; pero por otro lado y sobre todo, puede hoy, desde el poder, ofrecer apoyos, prebendas, quitas, aumentos, presupuesto, indultos, concesiones, licencias, anulación de regulaciones o vigilancia y un largo etcétera.

De esa forma podría sumar buena voluntad de factores de poder, de líderes o jefes que a su vez pueden influir en sus trabajadores, representados, feligresías e incluso, desde luego, audiencias.

El voto corporativo, ese que iba en contra de la doctrina y pericia panista, ese mismo que el PRI del 2012 no pudo ya luego redomesticar, ¿será ahora reinventado por López Obrador rumbo al 2024? ¿Cuántos millones hay en esas bolsas?

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