Más allá de la norma: cómo se construye una cultura ética práctica y cotidiana
Con certificaciones internacionales, formación continua y el fortalecimiento de una cultura interna basada en la integridad, Iberdrola México avanza hacia un modelo de cumplimiento que busca ser referente en el país

En la conversación pública sobre energía y sostenibilidad siempre hay dos voces: la que habla de megavatios, cifras y proyectos, y la que pregunta por el hilo ético y la responsabilidad que los sostiene. En el México de hoy (con sus tensiones sociales, económicas y políticas), esa segunda voz empieza a sonar con más fuerza: exige, además de eficiencia, coherencia entre lo que se enciende y los principios que lo alimentan.
En ese terreno se mueve Iberdrola México. La empresa ha intentado traducir la retórica corporativa en prácticas verificables. Según su último Informe de Transparencia del Sistema de Cumplimiento, la compañía sistematiza las consultas y denuncias a través de canales internos y registra sus acciones preventivas y reactivas en documentos públicos.
Este esfuerzo por la ética y la transparencia, medible y demostrable, ha llevado a Iberdrola México, este 2025, a ser la primera empresa en México en recibir el Distintivo ECC (Empresa con Compliance), otorgado por el Consejo Iberoamericano de Empresas con Compliance (CIECC), un organismo que reúne a consultores, académicos y expertos en ESG de España, Perú y México, como máximo reconocimiento a la excelencia en cumplimiento corporativo. Ese sello -que se suma a otras certificaciones obtenidas por la compañía, como el Sistema de Gestión Antisoborno conforme a la norma ISO 37001- sirve de brújula para una gestión más responsable dentro de mercados complejos.

“La ética no es negociable, la ética no es solo un valor, es una forma de actuar”, dice César Alonso, responsable de Cumplimiento de Iberdrola México. “Actuamos bajo los principios de integridad, transparencia y respeto a los derechos humanos”. En 2024, la empresa gestionó 93 consultas y denuncias, cifra que, en su lectura, denota una cultura más activa que silenciosa y que exige respuestas públicas y trazables en sus informes.
Alonso insiste en que la ética se entrena: Iberdrola México reporta más de 2.800 horas de formación en cumplimiento en 2024, dirigidas desde el consejo hasta las áreas operativas; una práctica que, según él, convierte la política en hábito. “Estas capacitaciones garantizan que nuestros profesionales cuenten con las herramientas necesarias para actuar con integridad”, afirma, y lo vincula a medidas concretas: actualización del Programa de Prevención de Delitos, auditorías externas y una nueva matriz de riesgos penales. Son elementos que, cuando se accionan de manera preventiva, reducen la fricción entre la intención y la práctica empresarial.
La modernización del cumplimiento pasa también por la tecnología: en 2025, la compañía incorporó sistemas basados en inteligencia artificial para agilizar la evaluación de terceros y el monitoreo de medios y bases de datos internacionales, una capa técnica que promete detección temprana de riesgos pero que, a la vez, trae consigo la necesidad de controles sobre los propios algoritmos. “Esto mejora la eficiencia en la gestión de riesgos y el monitoreo normativo”, admite Alonso, aunque reconoce el riesgo: la digitalización exige mayor capacidad analítica y criterios claros para no confundir velocidad con juicio. “Nuestro compromiso es claro: innovar y mejorar, siempre con la ética como eje central de cada decisión“, subraya.

El cumplimiento, añade César Alonso, no termina en la puerta de la empresa. Programas como Juegos, Valores, ¡Acción! llevan contenido pedagógico a escuelas para promover principios alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); una apuesta por la prevención social que pretende tensionar la narración corporativa hacia un contrato más amplio con la comunidad. “Con estas acciones reafirmamos nuestro compromiso con la responsabilidad y la creación de valor para la sociedad”, dice Alonso.
Si hay un resultado tangible del esfuerzo, César Alonso lo enumera: renovación de la certificación ISO 37001, verificación por Ethisphere y reconocimientos en rankings nacionales; indicadores que, en su lógica, prueban que la empresa no solo comunica sino que ha sido validada por terceros. Las certificaciones pueden atestiguar procesos, pero no necesariamente voluntades, por lo que Alonso recuerda la política de Tolerancia Cero, uno de los principios de Iberdrola México: “No hay espacio para la corrupción, el soborno, el fraude ni las malas prácticas”, y asegura que cualquier indicio se investiga y sanciona sin importar jerarquía. Es la fórmula corporativa para transformar un enunciado ético en una regla operativa.
Queda, en la lectura pública, una pregunta que ni informes ni sellos resuelven por sí solos: ¿hasta qué punto la coherencia entre discurso, procesos y efectos sociales es permanente y verificable en el tiempo? En este contexto, y conocedores de la responsabilidad que acarrea ser una utilty en un segmento tan esencial como el energético, Iberdrola México presenta un mapa con caminos señalizados (políticas, reglamentos, informes, formación, IA, certificaciones) y un equipo de especialistas dedicado exclusivamente al compliance.
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