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La generación Z mexicana crece con precariedad, incertidumbre y desconfianza política, y con las redes como fuente de información

Diez jóvenes de entre 16 y 26 años describen a EL PAÍS su búsqueda de estabilidad y seguridad en un país que sienten cada vez más adverso

La bandera de los piratas de sombreros de paja de la animación japonesa One Piece que ondea en las manifestaciones de la generación Z simboliza, en palabras de los propios fanáticos de la serie, “la libertad y la justicia”. La palabra “libertad” se repite como un anhelo entre los asistentes a la marcha del pasado sábado y entre los 10 jóvenes consultados por EL PAÍS. Pero, ¿cómo es esa libertad que tanto buscan? Aunque no siempre significa lo mismo, para ellos se materializa en condiciones como el empleo, educación, salud mental, transporte, vivienda y seguridad, que les permitan sentirse menos vulnerables.

En menos de una semana, Ciudad de México ha visto dos marchas —una mucho más exitosa que la otra— convocadas en redes como protestas de jóvenes de entre 15 y 28 años. La realidad, sin embargo, fue otra, pues la mayoría de los asistentes superaba los 30. La ausencia de quienes supuestamente protagonizarían estas movilizaciones no se debió a la carencia de jóvenes: aunque el último censo es de 2020, las proyecciones de la ONU estiman que 38 millones de personas pertenecen a la generación Z, una cuarta parte de la población mexicana.

EL PAÍS consultó a 10 jóvenes de entre 16 y 26 años —estudiantes, trabajadores, habitantes de distintos puntos de la capital y del Estado de México— para conocer sus inquietudes y cómo se posicionan frente al país que habitan. Aunque sus experiencias personales son distintas —unos recorren trayectos de hasta tres horas en transporte público, otros enfrentan empleos precarios, algunos viven la ansiedad de elegir carrera y otros la frustración de no encontrar trabajo—, comparten diagnósticos similares como un futuro laboral incierto, la imposibilidad de acceder a una vivienda propia, la sensación de vivir en un país sin seguridad y una profunda desconfianza hacia la clase política.

También hay matices. Mientras quienes asistieron a la segunda marcha se ubican ideológicamente al centro, los que la rechazaron dicen ser de izquierda pero apartidistas. Algunos, como Bruno Trejo (Ciudad de México, 17 años) intentan mantenerse informados, mientras otros, como Javier, capitalino de 17 años, admiten que su mirada del mundo depende por completo del algoritmo de TikTok. Aun así, todos coinciden en que la adultez les llega en condiciones más adversas que las que vivieron las generaciones anteriores.

La mayor parte de los jóvenes, siete de cada 10, superan la educación que tenían sus padres, sin embargo, cada dos años el porcentaje disminuye, de acuerdo con el Centro de Estudios Espinoza Yglesias. Esa reducción, Carla Arroyo (21), Dalay Ledezma (24), Aarón Morales (20), Alec Peñaloza (20) y Emilio Villalba (20), todos estudiantes universitarios, la atribuyen a que un título no les garantiza nada. “No veo un buen futuro. Somos una generación sin oportunidades”, dice Ledezma. “Yo sé que mi carrera está muy mal pagada. No sé qué voy a hacer cuando termine”, comparte Morales.

Ven su futuro laboral y económico con desesperanza. Para los jóvenes económicamente activos en México —especialmente quienes tienen entre 20 y 29 años—, el desempleo es más alto que en cualquier otro grupo etario. Ledezma lo resume así: “Nunca podré comprar un auto o una casa. Pensamos en independizarnos y no vemos un futuro sin roomies. Las rentas son impagables”. No solo tener trabajo basta, sino las condiciones que le acompañan. “Antes de estudiar trabajé y tenía depresión, y trabajar me puso peor porque, sin importar qué tan mal me sintiera, tenía que producir. Y será así toda la vida. Y sin jubilación”, reclama.

Los integrantes de esta generación tienen los salarios más bajos de la población económicamente activa, que van de poco menos de los 3.000 pesos (163 dólares) a los 9.000 (490 dólares). Si bien en México la edad en la que legalmente las personas pueden trabajar es a partir de los 15 años, los trabajos informales derivan en la participación de niños y adolescentes en la fuerza de trabajo. En todos los grupos etarios las mujeres obtienen menores ingresos.

De los 20 a los 29 años, los jóvenes económicamente activos son los que más padecen el desempleo del total de los trabajadores, muy por arriba del grupo de 35 a 39 años. Angélica Ochoa, de 26 años, lo vive en carne propia. Se graduó de Relaciones Internacionales y busca trabajo desde hace meses: “Estoy ahorrando para estudiar un posgrado o de otra forma jamás voy a poder ejercer. Es muy frustrante. No tener trabajo deprime”.

La mayoría de los entrevistados duda que pueda vivir solo o aspirar a un patrimonio. Arroyo ve desde Coyoacán que la gentrificación afectará su futuro. “La renta sube y sube. Los gringos vienen y sube todo”, lamenta. Trejo, aunque más joven, no se muestra más positivo ante los mismos problemas: “Me preocupa directamente el futuro laboral, la vivienda… Si es que se podrá comprar algo algún día”. Peñaloza asegura que no se trata de una visión fatalista. “Mis preocupaciones sobre si voy a tener trabajo, si me van a pagar bien o si podré ser independiente valen desde ahorita. No necesitas graduarte para que te preocupe la situación del país”.

La Z es una generación desencantada de la política. Se colocan cada año más a la izquierda, con una tendencia más clara entre las mujeres, que se reivindican ligeramente adelante de sus compañeros. Sin embargo, ninguno de los entrevistados se declara simpatizante de un partido. Ni siquiera quienes marcharon. Arroyo comparte la distancia con los partidos, aunque se asume de izquierda. “Sería grave cerrarme a ‘yo soy de Morena’. Ninguno ve por nuestro bienestar. Entre nosotros hay mala fe hacia todos los gobernantes”, asegura.

Si bien la mayor parte de la población joven le otorgó su voto a Claudia Sheinbaum, no muestra un claro interés por la política nacional. De los cinco mayores de edad que votaron el año pasado, todos anularon su voto.

Los menores dicen que ejercerán su derecho cuando les toque, pero confiesan que la política les resulta lejana y predecible: “Todos los políticos mienten y roban”, resume Javier, quien trabaja en una fábrica a sus 17 años. La generación Z ha votado poco menos que el promedio de la población, con excepción de los electores de 18 a 19 años, que suelen acercarse más a las urnas.

Los jóvenes consultados pasan entre cuatro y nueve horas diarias frente a la pantalla. Siete redes sociales distintas, aunque TikTok es la favorita, seguida de Instagram. El algoritmo dicta lo que saben de México y el resto del mundo. Todos, salvo uno, confiesan sentirse desinformados. “No sé diferenciar entre noticias falsas y verdaderas. Simplemente escucho y ya”, admite Javier. Morales reconoce que la información le afecta: “Me genera ansiedad ver noticias caóticas, entonces prefiero ignorar”. Trejo reflexiona sobre su tiempo en pantalla: “Paso mucho tiempo ahí y realmente es contenido basura”. Peñaloza se sorprende al consultar las horas que pasa en el teléfono cada día. “Por las horas que paso en pantalla, debería estar más informado”.

Los más jóvenes suelen tener más acceso y cercanía con internet. En el país emplean, en promedio, poco menos de seis horas diarias a navegar desde diversos dispositivos.

Se mantienen más presentes en redes como Tiktok o Instagram, aunque suelen tener interacciones en la mayor parte de las opciones del mercado. Los datos de las plataformas suelen reservarse la información de los menores de edad, para proteger su información. Sin embargo, se conoce el comportamiento de los jóvenes entre 18 y 28 años, que conforman la mayor parte del bloque generacional. Algunas redes como Twitch y Discord no son incluidas en estos estudios, pero sitios como Resoursera señalan que los usuarios globales de Discord destinan aproximadamente 3-4 horas en su uso semanal y el 41% de sus usuarios tienen entre 18 y 24 años.

De los 10 entrevistados, nueve dijeron padecer ansiedad o depresión. Para algunos, esa es la principal preocupación. “La salud mental es lo que más me preocupa. Internet nos aleja de la realidad y nos lleva a dilemas que son un arma de doble filo. Me gustaría que cambiara el seguro social y que todos tuvieran salud mental garantizada”, denuncia Ledezma. Por su parte, Morales comparte una petición: “No queremos ser víctimas, pero estamos siendo sometidos a ser vulnerables. Solo queremos empatía y comprensión de nuestro contexto social”.

Morales detalla la mayor preocupación que marca a su generación. “Nací en el sexenio de Felipe Calderón, rodeado de violencia. Nos criaron con miedo de salir, de manifestarnos, de alzar la voz. Para nosotros nunca ha sido tranquilo. Lo que más me preocupa es el narco”. La inseguridad aparece en todos los testimonios, aunque se acentúa entre quienes asistieron a la manifestación de la generación Z de este jueves, que convocaba, entre sus exigencias difusas, por la inseguridad que azota al país. Diego, de 18 años, considera que seguridad es lo más importante. “Tenemos derecho a vivir sin miedo a que nos maten”. José, de 16, que marchó junto a Diego, agrega: “Estamos en un narcoestado. Marcho porque estoy cansado de vivir con miedo”.

Por su parte, Villalba, habitante de Chalco, expone una inquietud, que para él, es la más importante. “Me tardo muchísimo en llegar a la universidad. Me hago mínimo dos horas, a veces tres, y gasto 60 pesos diarios. Me preocupa perder tanto tiempo de vida solo en trasladarme”.

En conjunto, los testimonios retratan a una generación que crece entre jornadas escolares, desplazamientos complicados, salarios bajos y una vida digital que condiciona su forma de informarse y relacionarse con el mundo. Con matices y contradicciones, los 10 jóvenes consultados expresan el mismo diagnóstico: convertirse en adulto en México implica habitar un país donde la promesa de estabilidad les parece cada vez más lejana.

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