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Dentro de los grupos ‘incels’ de México: “La conversación más larga que he tenido con una chica es de un minuto. Les doy asco”

El asesinato de un alumno dentro de un CCH saca a la luz un universo digital cargado de soledad y machismo, en el que se refugian miles de jóvenes

En el grupo abundan las confesiones en primera persona. “Habemos incels que ni amigas hemos tenido, la conversación más larga que he tenido con una chica en toda mi vida ha sido de un minuto. Mi presencia les incomoda, les da asco y me rechazan”, escribe un usuario, “no tengo pareja porque no puedo, pero no me esfuerzo porque no tengo solvencia económica”. Otro se lamenta: “Además de ser rechazado por las foids, la sociedad me rechaza solo por culpa de un trastorno”. Ahí mismo aparecen las preguntas: “¿Si pudiesen dejar de ser incels lo harían?”. Estas publicaciones han sido recogidas de un grupo en redes sociales donde hay más de 82.000 miembros. Es una de las tantas comunidades digitales donde las frustraciones amorosas se mezclan con el machismo y la violencia. A una de ellas pertenecía Lex Ashton.

La violencia golpeó este lunes al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur, de la UNAM, en Ciudad de México. Allí Jesús Israel, un estudiante de 16 años, fue asesinado por Ashton, de 19 años, que ingresó al centro de estudios encapuchado y armado con un cuchillo. Detrás de su ataque, hay un mundo digital donde se gestan mensajes de odio que circulan sin control. Los problemas de salud mental y las decepciones sociales de los jóvenes son alimentadas por pseudosgurús, que suplen la falta de modelos positivos para estos hombres. El asesinato de Jesús Israel va más allá de un crimen escolar.

La palabra incel se refiere a célibes involuntarios, chads identifica a hombres atractivos y populares que representan el “éxito” masculino y foids es un término despectivo para deshumanizar a las mujeres. En el corazón de estos grupos está la idea de que la masculinidad se mide por la capacidad de conseguir pareja. Los usuarios se describen como víctimas de un sistema injusto donde ellas eligen siempre a los chads, mientras ellos quedan relegados a la invisibilidad, convirtiendo a las mujeres en enemigas.

El fenómeno incel no conoce fronteras, pero en Latinoamérica se agrava por la ausencia paterna —que alcanza al 40% de los hogares— y la falta de referentes masculinos positivos, apunta Nicko Nogués, fundador de la iniciativa De machos a hombres. En ese contexto ha surgido una tendencia de creadores de contenido para hombres que ofrecen supuestos consejos sobre cómo tratar a las mujeres. “Internet está lleno de pseudogurús que ofrecen manuales rápidos sobre cómo ser hombre, cómo ligar o cómo manejar la frustración”, detalla Nogues. “Dan respuestas simplistas a dudas legítimas: cómo relacionarse, cómo lidiar con la soledad, dudas sobre su cuerpo. Pero en lugar de acompañar, transforman la inseguridad en ira y la soledad en violencia”, advierte.

Esa ideología de una supuesta feminización del mundo alcanzó incluso al futbolista Javier Chicharito Hernández, quien llegó hasta la conferencia matutina de Claudia Sheinbaum el pasado julio por comentarios que hizo en redes sociales donde aseguró que las mujeres “están fracasando” y que deben encarnar su “energía femenina” a través de quehaceres como las tareas del hogar. “Tiene mucho que aprender” sobre las mujeres, dijo la presidenta. También proliferan creadores como el músico conocido como El Temach, que publica videos con temáticas como “la mujer se desprotege si el hombre no provee”, “te están manipulando” y “adicto a las mentirosas”.

Los mensajes de los foros incels tienen además un doble filo, que es la violencia dirigida hacia ellos mismos, dejando en evidencia una crisis de salud mental. “Muchos de estos jóvenes buscan aprecio, comprensión, compañía. Pero lo que encuentran es un ecosistema que exacerba su resentimiento”, apunta Andrea Samaniego, investigadora de discurso en la UNAM. “No podemos olvidar que detrás de los mensajes de odio hay adolescentes que necesitan cuidado, referentes y espacios donde ser escuchados. El problema es que hoy lo que tienen más a la mano son foros que legitiman su rabia”, añade Nogues. Samaniego señala también al cuidado institucional. “Los jóvenes exigen políticas de salud mental que deben ser atendidas”, señala Samaniego.

El papel de las plataformas digitales es clave. Los algoritmos, diseñados para retener la atención, recomiendan cada vez más contenido radical a quienes consumen mensajes de frustración o misoginia. Así, un adolescente que busca consejos sobre citas puede terminar atrapado en comunidades que promueven odio y violencia. “No hay regulación ética en estas plataformas. El machismo que ya existe en la sociedad se incrusta en los algoritmos y se multiplica”, advierte Samaniego. Nogues señala algunos cambios necesarios en las plataformas: “Medidas tan simples como marcar contenidos sensibles o frenar la difusión masiva de mensajes dañinos podrían ayudar, pero la industria no ha querido aplicarlas”.

El caso de Lex Ashton mostró que el discurso incel no es un fenómeno lejano ni ajeno. Está presente en México, se alimenta de la frustración juvenil y circula en los mismos teléfonos donde los adolescentes pasan gran parte de su vida. “No se trata de justificar la violencia, sino de entender que el discurso de los foros incels es un síntoma de problemas más profundos: soledad, precariedad, abandono adulto y una cultura digital que no ofrece salidas sanas”, concluye Nogues.

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