Un día sin comer: los otros peligros de la contingencia ambiental en la capital de México
Sobrevivir a costa de un vehículo es una realidad para muchos mexicanos en la zona metropolitana del centro del país, pese a la calidad del aire que respiran
Desde quedarse sin su principal fuente de ingresos hasta no tener otra opción que exponerse a la mala calidad del aire para conseguir el sustento diario, las contingencias ambientales han dejado huellas cada vez más visibles en los habitantes del área metropolitana de Ciudad de México. Las medidas para contener el exceso de contaminantes que amenazan la salud de la población, no solo han sido señaladas como insuficientes por los especialistas, sino que también asfixian los bolsillos de quienes viven al d...
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Desde quedarse sin su principal fuente de ingresos hasta no tener otra opción que exponerse a la mala calidad del aire para conseguir el sustento diario, las contingencias ambientales han dejado huellas cada vez más visibles en los habitantes del área metropolitana de Ciudad de México. Las medidas para contener el exceso de contaminantes que amenazan la salud de la población, no solo han sido señaladas como insuficientes por los especialistas, sino que también asfixian los bolsillos de quienes viven al día a expensas de un vehículo.
En la zona hotelera del centro de la capital, David Meza, conduce un auto privado de transporte ejecutivo de lunes a domingo. Lo alquila por 2.500 pesos (unos 125 dólares) a la semana y trata de ganar, al menos, 600 pesos (casi 30 dólares) al día para el resto de sus gastos. El automóvil es modelo 2022 y tiene holograma doble cero, que certifica que genera el mínimo de emisiones, según los criterios del programa de verificación vehicular de la zona metropolitana del Valle de México.
Ese distintivo le permite circular todos los días por Ciudad de México y 19 municipios del Estado de México, excepto cuando se activa la contingencia atmosférica. “No pude trabajar y obviamente no generé nada porque trabajo al día, voy al día”, comparte el chófer, de 38 años, que lleva 17 en el servicio de transporte. De un día para otro, todos los vehículos con su engomado, fueron limitados del tráfico para aliviar las altas concentraciones de ozono en la capital y sus alrededores.
La medida central de las autoridades fue reducir la circulación vehicular ante el registro de máximas de ozono por más de 150 ppb (partes por billón), muy por encima del límite de 95 ppb que marca la norma oficial mexicana. La prohibición, anunciada por la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came), conformada por la capital y los seis Estados de los que recibe más tráfico, también incluyó a ciertas unidades con determinado tipo de holograma o terminación de placas, adicional a las restricciones del programa Hoy No Circula vigente desde hace décadas.
En consecuencia, el parque vehicular, tanto de la zona metropolitana como de Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y Querétaro, se redujo en un 30%, según calcula el director de economía sectorial del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), Abraham Ortínez. La decisión fue tomada con base en el inventario que el consultor ambiental describe como “el instrumento de gestión más importante que tienen las entidades y la Federación”. “Con eso, contabilizamos y sabemos qué autos hay, qué tipo de tecnologías tienen y cuánto emiten. Ya que lo tenemos caracterizado, entonces podemos hacer una acción de reducción”, detalla.
Una medida “fácil” frente una amenaza cada vez más visible
Gracias al Hoy No Circula y al sistema de verificación de emisiones de la zona metropolitana, la reducción vehicular es una de las medidas más fáciles de aplicar ante una contingencia ambiental, según considera la directora de calidad del aire de WRI México, Beatriz Cárdenas. Pero más allá de este recurso de emergencia, la especialista advierte de que faltan medidas para proteger la salud de los ciudadanos. “Solo vemos los problemas que nos van a causar las restricciones y no los daños que ya causó la contaminación en la población”, señala.
Los vehículos son responsables de gran parte de estas emisiones altamente dañinas, pero no los únicos. El ozono se genera por la reacción entre dos compuestos: los volátiles, que se desprenden de la gasolina, el gas LP y los solventes, y el óxido de nitrógeno, que se produce por la quema de cualquier combustible o incendio. Ciudad de México es la única que tiene una norma en el uso de solventes, pero en el Estado de México hay una gran cantidad de industrias que operan sin restricciones, observa la experta ambiental.
El ozono es un oxidante muy fuerte. Exponerse a altos niveles, como los de hace dos semanas y media, tiene efectos muy peligrosos para la salud. Lo primero que provoca es dolor de ojos, irritación y picazón en la garganta y otras vías respiratorias, apunta Cárdenas. Amenaza más a los más vulnerables, como adultos mayores, niños y quienes padecen especialmente del sistema respiratorio. Gran parte del daño es a largo plazo e imperceptible a simple vista y puede agravar o provocar enfermedades e incluso la muerte, advierte. “Toda esta población no necesitan niveles tan altos, ya tienen demasiado con los que tenemos en días sin contingencia”, expone.
Vivir al día es una realidad para muchas personas en México, a pesar de la calidad del aire que respiran. Depender del transporte también. Cárdenas también cree que hace falta un análisis desde el punto de vista de equidad al limitar la circulación. “Para mucha gente es su fuente de trabajo. En teoría, también para eso pusieron un sistema de verificación muy exigente para asegurar que los vehículos que estén circulando tienen el mínimo de emisiones”, señala.
Por otra parte, la especialista destaca que “el impacto de la contaminación no es parejo”. “Los sectores de ingresos más bajos a la mejor tienen menor acceso a una alimentación balanceada de antioxidantes, a lo mejor no se pueden quedar en casa aun cuando sean susceptibles, tienen que salir a trabajar”, resalta.
A unas cuadras de la avenida Reforma de Ciudad de México, Edith López y su prima Marisela regentan desde hace 10 años un puesto de antojitos. Todos los días, salen a las 4 de la mañana de su casa en la comunidad de Santiago Tianguistenco, en el Estado de México, y regresan como a las 10 de la noche. Se trasladan primero en camión y después en taxi para transportar las vasijas con los ingredientes para preparar los alimentos. Para ellas, su principal problema durante la última contingencia fueron las dificultades para desplazarse, pero también tuvieron un poco menos de clientes, lo que les recuerda cuando las calles estaban vacías por la pandemia.
Aquellos días en los que se limita la circulación, saben que deben de salir más temprano de su casa porque las filas para conseguir transporte son más largas. “Nos costó mucho tomar un taxi para venirnos para acá, y para el regreso, lo mismo. Había muy pocos taxis que iban para allá y había mucha fila”, comenta López. Ella teme que las medidas por la contingencia la afecten cada vez más, ya que esos días su clientela es menor. Además de que la mujer de 48 años no puede mantener un auto para transportarse con todos los requisitos para circular, que cada vez son mayores. Aun así, considera que los taxistas son quienes peor la pasan.
Los vientos contaminantes que paralizan el Valle de México son un recordatorio de las crisis que Meza y otros conductores han sorteado en otras temporadas. Pablo Camacho, un chófer de Cabify con tres años en el sector, ha aprendido a ajustar su rutina para esquivar las pérdidas económicas a causa de las restricciones de la contingencia. “El día que no podía circular, tuve que trabajar doble un día después para poder sacar mis gastos porque tengo una cuota fija diaria que tengo que alcanzar”, explica el conductor que vive en el Estado de México.
Los conductores además tienen que lidiar con cada vez más restricciones y trámites envueltos en una espiral de corrupción que trastocan su economía. Adrián García, otro chófer privado, reconoce que en los centros de verificación de emisiones le han pedido dinero a cambio de “echarle la mano” en la revisión de su auto “Echar la mano es otro pago de 300 pesos (unos 15 dólares), pero uno tiene que trabajar y no puede perder uno o varios días”, cuenta.
En aquella ocasión, también se dio cuenta de que el coche ni siquiera fue puesto en marcha en la máquina de pruebas. “Ni lo encendieron, ahí lo dejaron 10, 15 minutos y ya lo sacaron y le pusieron el engomado”, relata el conductor de 67 años. “Trata de llevar uno el coche bien para que no haya ningún problema, y aun así siempre es la mordida, se le llama, porque si no no pasa. A lo mejor uno propicia todo eso, pero si no da uno lo que le piden, lo van a rechazar y rechazado, aparte de la multa que son como 2.000 pesos (100 dólares), hay que meterlo a otro taller a que lo cambien otra vez”, lamenta.
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