“Del lado de la Cuarta Transformación hay muy poca producción intelectual”
La autora busca con su nuevo libro ‘4T: Claves para descifrar el rompecabezas’ evitar la polarización a favor o en contra al entender la presidencia de López Obrador
El ajedrez, el póker, el juego de Go suelen ser las metáforas más exitosas entre políticos, politólogos o periodistas para describir una movida política, una relación bilateral o una estrategia de guerra. Pero para la politóloga Blanca Heredia y el periodista Hernán Gómez Bruera, entender el rumbo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en dos años y medio de mandato requiere abrir la caja de otro tipo de juego: el rompecabezas. México, explican los dos, está aún “ante un juego en construcción, un rompecabezas que se va armando sobre la marcha, con dificultades, vacilaciones e ince...
El ajedrez, el póker, el juego de Go suelen ser las metáforas más exitosas entre políticos, politólogos o periodistas para describir una movida política, una relación bilateral o una estrategia de guerra. Pero para la politóloga Blanca Heredia y el periodista Hernán Gómez Bruera, entender el rumbo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en dos años y medio de mandato requiere abrir la caja de otro tipo de juego: el rompecabezas. México, explican los dos, está aún “ante un juego en construcción, un rompecabezas que se va armando sobre la marcha, con dificultades, vacilaciones e incertidumbres”.
Para entender el tablero a armar de la llamada Cuarta Transformación (4T), Heredia y Gómez Bruera acaban de publicar, tres semanas antes de las elecciones, un libro con 17 ensayos de académicos, periodistas y analistas, que explica varios de los aciertos y contradicciones en los dos años y medio de Gobierno: 4T: Claves para descifrar el rompecabezas (Random House). López Obrador, concuerdan los autores, ha respondido exitosamente a varias de las necesidades económicas por las que México lo eligió: sus esfuerzos por evitar la evasión fiscal de los ricos, el aumento del salario mínimo para los más pobres, o las pensiones garantizadas para los mayores. Pero también está lleno de contradicciones: es el presidente que critica el conservadurismo pero “defiende a capa y espada las tradiciones, la familia, la historia de bronce y las Fuerzas Armadas”; el que “forma el primer Gobierno paritario en la historia” pero no se toma en serio la violencia contra las mujeres; el que busca quitarle a las élites su influencia en el poder judicial pero “no incluye en su proyecto de transformación impulsar el acceso a la justicia de las mayorías marginadas”.
“El libro se dirige a todas aquellas y aquellos a quienes López Obrador y la autoproclamada Cuarta Transformación les despierta intriga y asombro, pero también duda y desconcierto”, escriben los dos editores. Entre el grupo de ensayistas hay economistas (Gustavo Gordillo, Mario Campa o Pablo Yanes), antropólogos (Alejandra Leal o Esteban Salmón Perrilliat), historiadores (Lorenzo Meyer) e incluso médicos (Samuel Ponce de León y Manuel Rodriguez Álvarez), todos con el objetivo de evitar “la descalificación o la extrema caricaturización”. EL PAÍS entrevistó a Blanca Heredia, profesora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), sobre cómo armar el rompecabezas obradorista.
Pregunta. ¿Cómo escogieron a los que serían los evaluadores de la 4T?
Respuesta. No fue fácil, porque la intención central del libro es tratar de entender este fenómeno tan singular que es Andrés Manuel López Obrador, su movimiento, su Gobierno, y todo eso no es fácilmente clasificable. En los dos últimos años, el grueso de las personas que han comentado se han manifestado muy claramente opuestas a este fenómeno y han buscado desesperadamente clasificarlo: lo han llamado populista, lo han llamado fascista. No era fácil encontrar gente abierta, especialista en temas de política, y que le interese entrar a un ejercicio de esta naturaleza, gente dispuesta a cuestionar sus premisas.
Nos interesaba encontrar gente que fuera, en un sentido muy general, progresista. No contemplamos en el primer grupo de autores a gente con una agenda más de derecha, que es una agenda legítima y ampliamente representada. Nos interesaba más el espectro de la izquierda, que pudiera tener simpatía, pero simpatía crítica. No todos los que participan en el libro votaron por Andrés Manuel, ni se definirían a sí mismos como obradoristas. Pero sí son progresistas y todos tienen la intención de tratar de desentrañar cuáles son las particularidades de este fenómeno tan singular. No era un universo muy amplio, porque está muy polarizada la discusión entre aquellos que son totalmente opuestos a López Obrador y aquellos que no tienen una mirada crítica y aplauden todo lo que el presidente representa. Todos los autores coincidieron con nosotros en que un libro como este hacía falta, justamente porque del lado de la 4T hay muy poca producción intelectual. Lo que hay de opinión publicada es más bien celebratoria y acrítica. Del lado de los que están en contra, hay muchos más análisis, pero estos tienen la característica de antes que analizar, prejuzgan.
P. El rompecabezas es el concepto principal en la portada y varios de los ensayos están intentando darle sentido a varias de las contradicciones de López Obrador. ¿Cuál de estas contradicciones le parece más intrigante?
R. Efectivamente hay varias, pero hablemos de lo económico. Algunos no están contentos, porque [el Gobierno] ha sido tan ortodoxo en materia de política económica, que no se cansan de tildarlo de neoliberal. Y en efecto, hay cosas que se parecen a los gobiernos de otras décadas en la forma en que maneja la economía. Concretamente, la enorme prioridad que le concedió a la estabilidad macroeconómica: a la disciplina fiscal, a no gastar más de lo que tienes, y al mismo tiempo no endeudarte. Por otro lado está la ratificación o renovación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y con Canadá, eso habla de continuidades fuertes en relación al pasado. Para un Gobierno que dice que está refundando la República, ¿cómo explicar esa contradicción?
Mi posición al respecto es que hay un aprendizaje de parte del presidente López Obrador con respecto al altísimo costo que tuvo la inestabilidad macroeconómica en México en los años ochentas y hasta mediados de los noventas. Fue un costo gigantesco en términos inflacionarios, en términos de disrupción de la actividad económica, y el alto costo que supuso el incurrir en un endeudamiento muy importante. Creo que la posición de Andrés Manuel López Obrador ha sido consistente desde el comienzo. Él ofreció eso, ofreció estabilidad en lo económico, y ha sido tremendamente fiel a esa promesa. También dijo que no se va endeudar más, y eso también lo ha hecho. Y también dijo que no iba a ser una reforma fiscal en la primera parte de su Administración, cosa que también ha cumplido.
Pero lo que eso nos deja es con un margen de acción en política económica limitado, porque somos un país que recauda pocos impuestos, en parte porque las tasas son relativamente bajas, pero sobre todo porque hay una enorme cantidad de evasión fiscal. El Gobierno se concentró en tratar de incrementar el cobro de impuestos, reducir las lagunas que permitían la evasión fiscal, y en eso creo que ha sido exitoso. Pero en todo caso sigue con un margen de acción limitado y en parte eso explica el que, a diferencia de otros países, frente a la crisis económica provocada por la pandemia, la respuesta haya sido una de las más pequeñas en términos de montos para apoyar a las personas, a las empresas y a los trabajadores para poder capear la tormenta. En este caso, más que una tormenta, hay una sequía.
P. Sobre este tema económico, en el capítulo que usted publica dice: “El proyecto de López Obrador consiste en domesticar a nuestros ricos, no en acabar con ellos”. ¿A qué se refiere con domesticarlos?
R. Durante las últimas tres o cuatro décadas, para el grupo de mexicanos que concentra la mayor parte de la riqueza nacional, para ellos esos años fueron de fiesta. Acumularon una enorme cantidad de activos y de ingresos, se hicieron con mucho del control del aparato gubernamental, y lo utilizaron para incrementar de manera acelerada y muy notoria su acceso a la riqueza nacional. Para ello utilizaron sus socios, la clase política, que a cambio de beneficios económicos y de la posibilidad de mantenerse en el Gobierno, coadyuvaron con las élites económicas en extraer la mayor cantidad de riqueza posible. Me parece que hay que desmontar algunas de las estructuras que permitieron a la élite económica influir sobre las reglas del juego económico, de manera que sea más posible para los mexicanos de a pie lograr que su trabajo se traduzca en crecimiento en su ingreso, en sus posibilidades de acumulación y sus posibilidades de desarrollo personal, familiar, comunitario. En el esquema que se planteó durante las últimas décadas, la verdad es que toda la idea de la meritocracia era un tanto falaz.
Entonces, para desatorar esto, había que ponerle límites a la capacidad de las élites económicas para extraer tantísimos recursos y volver tan dispareja la cancha. Eso es lo que me parece que he estado queriendo hacer Andrés Manuel López Obrador, sin que al mismo tiempo vaya todo abajo. Hacer una transformación de fondo pero que fuera pacífica, sin requerir el uso de la violencia. Para esto, vuelvo al mismo punto, la estabilidad macroeconómica le ha sido absolutamente clave. Una de las maneras de poder mantener estabilidad en lo político, en lo social, ha sido no tocar algunas de las anclas de la estabilidad macroeconómica.
P. El libro mira muchos aciertos y desaciertos de López Obrador. Viendo ahora lo que dicen las encuestas, ¿le parece que se van a ver reflejados estos aciertos y desaciertos en los resultados de junio?
R. El número que a mí se me ha quedado dando vueltas en la cabeza, de la última encuesta de ustedes, de EL PAÍS, es cuando preguntan sobre aprobación presidencial. El presidente sale con un 66%. Impresionante, a pesar de que hubo una caída del PIB el año pasado de 8,5%; un aumento de la pobreza monetaria; ataques a muchas de las instituciones de los pesos y contrapesos; un programa económico que no ayudó al grueso de la población a capear mejor la sequía producida por la pandemia; y números en términos de violencia que se han estabilizado pero que no se han reducido de manera sensible. Frente a este panorama, si calificas su gestión con los estándares tradicionales, es mala. Sin embargo Andrés Manuel sigue saliendo, en lo personal, muy bien calificado. ¿Por qué?
La respuesta de Viridiana Ríos en el libro me parece muy buena: porque se fue en contra de esa “élite tropical” [una vuelta al ‘mesías tropical’ del que hablaba Enrique Krauze para condenar a López Obrador]. Se fue en contra muchísimo en lo discursivo, un poco en lo real, como en la parte fiscal y en la parte de salarios. Pero mucho en lo discursivo, y eso le gana muchos puntos al presidente. Porque hablar en contra de las élites y hablar en contra de los conservadores, le resuena a la mayor parte de la población en casos concretos. Es el casero o es el ricote que tiene el rancho de no sé cuántas hectáreas y que te está robando el agua. La experiencia de explotación, de invisibilidad y de injusticia que visibiliza con su discurso Andrés Manuel aún resuena profundamente con los sectores menos privilegiados. Creo que en términos simbólicos y discursivos, Andrés Manuel López Obrador es tremendamente efectivo y en parte eso explica sus altísimos niveles de aprobación.
P. Pero parte del enigma es que ese 66% no se traduce en la misma aprobación para Morena en estas elecciones. El libro habla mucho de la crisis del PRI y del PAN, pero también pareciera existir una desconexión entre la popularidad López Obrador y la de su partido en algunas zonas del país.
R. Totalmente, y ese es un asunto clave. Lo vemos especialmente transparente en estas elecciones intermedias. Yo, de hecho, no recuerdo otras en donde hubiera tal desconexión del plano federal de las intenciones de voto, frente a las intenciones de voto que estamos viendo a nivel de estados y municipios.
Yo creo que esto nos habla de la debilidad de Morena como estructura nacional. Como institución partidaria nacional, no tiene una penetración efectiva en todo el territorio. La tiene en algunos lugares, pero no en todo el territorio. El alcance de Andrés Manuel, no estando él en la boleta, no puede llegar tan lejos. En esos lugares donde no está Morena como institución, donde no tiene una estructura institucionalizada, tiene menos peso toda la narrativa “ellos/nosotros” de Andrés Manuel, o “AMLO/anti-AMLO”. Aparecen con mucha más fuerza candidatos y candidatas específicas, las fuerzas locales, los arreglos locales, la presencia más o menos fuerte del crimen en diferentes localidades. Creo que esto explica la insistencia de Andrés Manuel de violar la ley –que él mismo impulsó– en la que el presidente no puede participar en procesos electorales. Creo que él no se aguanta no hacerlo, y lo hace cada día, porque es su manera de tratar de estar en la boleta. Está pensando en la debilidad territorial de Morena.
P. ¿Intervenir a diario es reconocer la debilidad de su partido?
R. [Asiente con la cabeza]
P. ¿Cuál de todos los ensayos sobre el rompecabezas que es el presidente le sorprendió más?
R. Quisiera mencionar varios, pero uno que me gustó mucho, es el de Edwin F. Ackerman, mexicano-americano, profesor en Syracuse, en Estados Unidos. Su capítulo sobre corrupción se llama El combate de la corrupción como economía política. Para decirlo rápido, dice: se equivocan muchos de los críticos liberales al pensar la corrupción como una transacción individual, que básicamente lo que hace es que el funcionario público se roba dinero. Esta es la definición estándar en México y en buena parte del mundo. Lo que nos propone Edwin F. Ackerman, que a mí me parece muy sugerente, es que la visión de Andrés Manuel López Obrador es muy distinta a esa. Para Andrés Manuel el fenómeno de la corrupción es un fenómeno sistémico, que se expresa en transacciones individuales, pero que no se agota en ellas ni se combate solo vía esas transacciones individuales. El problema es sistémico y está íntimamente vinculado al período que podríamos denominar el régimen neoliberal.
Ackerman propone que realmente la corrupción, como funcionó durante el régimen neoliberal, ha sido una manera de extraer recursos del Gobierno por parte de privados, en beneficio privado, con la complicidad de funcionarios públicos. Esto me parece muy consistente con mi visión del régimen oligárquico como funcionó en México. Me parece que nos explica mucho la austeridad republicana ahora. Es un poco brutal la manera de combatir la corrupción así entendida: si lo que están haciendo los privados es robarse, en conjunto con los políticos, el dinero público, entonces vamos reduciendo la cantidad de recursos públicos disponibles.
P. Lo que, de nuevo, explicaría esa preferencia del presidente por la austeridad.
R. Exacto.
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