Si tu hijo va a tener deberes, esto es lo que tienes que hacer (y evitar) para que los haga sin enfados ni tensiones
No establecer una rutina clara, permitir que el menor haga el trabajo en cualquier parte de casa, no dejarle su tiempo necesario de juego e intervenir en exceso en sus tareas escolares generará disputas, dispersión y rechazo
El tema de los deberes escolares genera opiniones encontradas entre la comunidad educativa. Mientras que algunas personas los consideran una carga innecesaria de trabajo que invade el tiempo familiar, de juego y de descanso del niño, otras los defienden como una estrategia para fomentar su responsabilidad y consolidar aprendizajes trabajados en el aula. Pero utilizados con criterio y en su justa medida, los deberes pueden convertirse en una oportunidad valiosa para crear buenos hábitos de estudio, desarrollar la autonomía y crear vínculos con el proceso educativo. La clave está en saber muy bien por qué se ponen, cómo y el tiempo que va a llevar al alumno realizarlos. Cuando son claros, significativos y están adaptados a la etapa y necesidades educativas del estudiante dejan de ser una carga y se transforman en una herramienta que refuerza lo aprendido en clase y fortalece el sentido de responsabilidad personal.
Algunas familias, de forma errónea, asumen la responsabilidad de los deberes escolares como si fuera propia, impidiendo así que sea el estudiante quien desarrolle su compromiso con sus tareas. Esta intervención excesiva, aunque bien intencionada, interfiere en el desarrollo de la autonomía, la confianza en uno mismo y la responsabilidad del niño y provoca que no asuma como suyas sus obligaciones escolares. En lugar de aprender a organizarse, persistir o asumir las consecuencias de sus decisiones, se acostumbra a depender de un adulto para cumplir con lo que le corresponde, debilitando así su sentido de trabajo y su motivación interna para aprender.
Si una familia hace los deberes de su hijo por él, o los supervisa de manera constante, le priva de la oportunidad de aprender, esforzarse, equivocarse y asumir las consecuencias de su esfuerzo —o de su falta de él—. El niño dependerá de sus adultos de referencia para cumplir con sus obligaciones. Además, al no enfrentarse a errores, dudas o pequeños desafíos, se pierde una parte fundamental del aprendizaje.
Más allá de todo esto, muchos de los conflictos que surgen a raíz de los deberes en los hogares no tienen que ver con el niño, sino con ciertos errores en el acompañamiento por parte de la familia. No establecer una rutina clara de trabajo, permitir que el menor haga las tareas en cualquier parte de la casa —como el sofá, la cama o delante del televisor— o no permitirle tener el tiempo necesario de juego y ocio para desconectar del largo día escolar suele generar muchas disputas, dispersión y rechazo.
A esto suele sumarse en muchas ocasiones la falta de comprensión por parte de los progenitores del verdadero propósito de las tareas escolares: no son un castigo, sino una oportunidad para reforzar lo aprendido en clase, desarrollar la responsabilidad y mejorar la motivación. Si la hora de hacer los deberes en casa se convierte siempre en un momento de regañinas, amenazas o reproches o el niño siente que sus padres no muestran interés por el trabajo que realiza o no le ofrecen su apoyo, el menor vivirá esta responsabilidad de una forma muy negativa, afectando a su autoestima y a la relación con sus padres.
La clave está en encontrar un equilibrio saludable entre estar presentes, mostrar un interés y brindar apoyo cuando el niño lo necesite, sin interferir en su autonomía ni asumir responsabilidades que le corresponden. Se trata de acompañarlo con respeto, sin imponer ni generar disputas innecesarias, fomentando así su desarrollo emocional y su capacidad para tomar decisiones de manera responsable.
¿Cómo organizar el tiempo de los deberes en casa?
- Definir un espacio y un horario fijo para hacer los deberes ayuda al niño a desarrollar hábitos de estudio y a asumir el compromiso con sus tareas. Un ambiente tranquilo, libre de distracciones, donde se sienta acompañado, favorece la concentración y el rendimiento.
- Es fundamental que el adulto muestre interés por los deberes del niño y esté disponible para orientarle, resolverle alguna duda o motivarle, pero sin hacer los trabajos por él. Reconocer al menor su compromiso, constancia y progreso refuerza su motivación interna. Más que elogiar únicamente las buenas notas, es clave destacar el empeño que ha puesto en realizar las tareas.
- Más allá del contenido escolar, es importante preguntar cómo se siente con lo que está aprendiendo, si hay algo que le genera preocupación, frustración o especial interés. Cuando el niño se siente escuchado y comprendido se fortalece el vínculo y se facilita la detección temprana de posibles dificultades emocionales o de aprendizaje.
El acompañamiento de las familias en el momento de las tareas no consiste en controlar ni resolverlo todo, sino en ofrecer presencia, apoyo y escucha activa. Cuando se fomenta la autonomía, se respeta el ritmo del niño y se valora su esfuerzo el aprendizaje se convierte en una experiencia mucho más significativa y positiva, tanto dentro como fuera del aula.