“Si no te portas bien, no habrá regalos”. ¿Cómo afectan las amenazas navideñas a los niños?

Chantajear, humillar o manipular a los menores es una práctica paternal común en Navidad. Pero este tipo de estrategias pueden tener un impacto emocional negativo en los pequeños, como que sientan miedo o tengan ansiedad

La Navidad debe ser un momento de ilusión, no un instrumento para coaccionar a los menores.PixelsEffect (Getty Images)

En Navidad hay frases que se han transmitido de generación en generación y que se han convertido en una desafortunada tradición: “Si no te portas bien, los Reyes Magos te van a traer carbón”, “Papá Noel lo está viendo todo, ¡así que cuidado con lo que haces!”, “Si no haces los deberes, los Reyes no te traerán juguetes”. Estos y otros comentarios forman parte del repertorio que padres, abuelos y familiares han utilizado desde tiempos remotos durante estas fechas. El pretexto navideño para chantajear, humillar, manipular y amenazar a los más pequeños se ha convertido en un clásico. Pero, ¿por qué es tan habitual que los adultos utilicen la Navidad como herramienta de control sobre los más pequeños?

En algunos países, tradiciones y leyendas han reforzado la idea de que el mal comportamiento de los menores trae consigo la pérdida de regalos. Una de las figuras más emblemáticas proviene de Francia: le Père Fouettard (el padre azotador), un personaje que acompaña a San Nicolás en las festividades. Su misión consiste en castigar a los más desobedientes, a quienes amenaza con severos azotes. Otra de las grandes leyendas europeas está inspirada en el personaje mítico Krampus, una figura mitad hombre y mitad cabra que infundía temor a la mayoría de los chiquillos, propia del folclore de países alpinos como Austria, Alemania, Francia, Italia, Liechtenstein o Mónaco. Esta tradición pagana cuenta que Krampus zurraba a los benjamines que se portaban mal hasta que corrigieran su comportamiento.

Más allá de las leyendas, los chantajes se repiten de padres a hijos, y los expertos siguen denunciando que esta práctica no solo es poco efectiva, sino que puede llegar a ser contraproducente. “La amenaza, por definición, suele ser muy poco útil en cualquier proceso educativo, y en fechas navideñas, cuando buscamos fomentar la paz, la armonía y la tranquilidad, carece completamente de sentido”, explica Carmen Romero, psicóloga experta en educación infantil. La también experta en educación positiva argumenta que, a corto plazo, esta estrategia puede parecer efectiva porque, a veces, los menores obedecen por temor a las consecuencias. Sin embargo, a largo plazo, no contribuye a una mejora en su comportamiento: “Lo que debemos conseguir es que hagan las cosas por sí mismos, no por evitar un castigo ni por coacción”.

Además, Romero advierte que este tipo de técnicas educativas puede tener un impacto emocional muy negativo en los menores, ya que los chantajes rara vez se cumplen: “Padres, abuelos y demás familiares terminan haciendo regalos igualmente. Esta situación puede desorientar a los críos, provocando que se cuestionen la magia y la esencia de personajes como Papá Noel o los Reyes Magos”. Para la psicóloga, autora de Bilibu lo quiere comprar todo (Ed. Vegueta Infantil, 2023), entre otros títulos, es importante que estos se perciban como personajes generosos, que ofrecen regalos de forma incondicional: “Si asociamos estas figuras al chantaje, podríamos acabar distorsionando su simbolismo, y, en lugar de ser mágicos e inspirar ilusión, podrían transmitir miedo o un respeto poco saludable”. Romero también previene a los padres sobre las consecuencias de estos mensajes. “Si un menor tiene que estar controlándose y conteniéndose por miedo a no recibir aquello que desea es como cargar todo el día con una losa que lo aplasta, lo que le genera mucha ansiedad y miedo a perder los regalos que esperan con tanta ilusión”.

Al igual que hacen muchos padres, María Teresa, madre de dos chicos de 4 y 6 años, reconoce que ella recurre a las mismas amenazas que escuchó en su infancia: “Es un momento en el que no piensas demasiado. Repites lo que te decían tus padres porque te parece lo más fácil. Yo les digo que si no se portan bien, los Reyes no les traerán nada, y aunque sé que no es lo mejor, lo hago inconscientemente, sin pensar, pero me funciona”.

Si el niño asocia a Papá Noel con el chantaje, podría distorsionar su simbolismo y en lugar de pensar que son mágicos, sentir miedo. Lottie Davies (Getty Images)

En cambio, Blanca, madre de una niña de 8 años, asegura que nunca ha presionado a su hija porque es incapaz de olvidar lo mal que lo pasó cuando ella era pequeña. “El día que los Reyes Magos me dejaron carbón es algo que tengo grabado a fuego. Fue una experiencia horrible: no entendía por qué, entre otros regalos, había un paquete enorme, perfectamente envuelto, que contenía carbón. Recuerdo la confusión y la tristeza de aquel momento. Siempre me consideré una niña buenísima, pero con ese gesto me estaban diciendo que me había portado fatal. Nunca logré comprenderlo del todo, y hasta el día de hoy sigue siendo un recuerdo que me afecta profundamente”, recuerda. Lola, madre de tres niñas de 3, 5 y 6 años, lo tiene claro y reconoce que nunca ha vinculado el comportamiento de sus hijas con la llegada de los regalos. “Siempre he procurado separar ambas cosas. La magia de la Navidad debe ser un momento de ilusión, no un instrumento para coaccionar”, dice.

Para la psicóloga Carmen Romero, el papel del adulto es fundamental en estas fechas en las que se experimentan emociones más intensas de lo habitual: “Los pequeños necesitan aprender a autorregularse en estos momentos de gran agitación, y ahí es donde los adultos debemos saber acompañarlos”. Para Romero es importante conectar emocionalmente con ellos, entender su nerviosismo y ayudarles a gestionar la espera: “Debemos explicarles lo que va a ocurrir y guiarlos con paciencia para que afronten estas épocas de manera más tranquila”. “Aunque es complicado transmitir el amor y la generosidad que deberían ser el centro de estas fechas sin que los regalos se conviertan en protagonistas, vivimos en una sociedad muy consumista, donde los anuncios están por todas partes y los objetos materiales tienen una presencia abrumadora”.

Romero incide en que la disciplina debe basarse en el respeto: “En el momento en que amenazamos a nuestros hijos, los estamos perdiendo. Chantajear es manipular emocionalmente, y con ello se pierde la oportunidad de educar desde la empatía y los valores”. Como alternativa, la experta sugiere recurrir a herramientas más simbólicas que rescaten el verdadero significado de estas fiestas: “Los cuentos infantiles sobre la Navidad, la decoración en casa, los villancicos, ya sean religiosos o no, y los juegos pueden ayudar a los niños a entender que es una época de unión, generosidad y amor. No hace falta que todo gire en torno a los regalos”.

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