‘Las clases’: el documental que pone de relieve el tándem familia y escuela en tiempos de pandemia
El Ramiro Soláns, colegio público inclusivo de Zaragoza, es el protagonista del filme que narra los tres primeros meses de la vida escolar en un curso 2020-2021 que se planteaba más que difícil. Se puede ver en Filmin
La vuelta a las clases tras el confinamiento era una incógnita para docentes, familias y alumnos. El Ramiro Soláns es el colegio de Zaragoza que participa en el proyecto de La Escuela, Lo Primero, y que ha grabado un documental que narra los tres primeros meses de la vida escolar de un curso después del confinamiento. En la película, de una hora y media de duración y que se puede ver en Filmin, se palpa el cariño con el que el equipo docente pone a punto...
La vuelta a las clases tras el confinamiento era una incógnita para docentes, familias y alumnos. El Ramiro Soláns es el colegio de Zaragoza que participa en el proyecto de La Escuela, Lo Primero, y que ha grabado un documental que narra los tres primeros meses de la vida escolar de un curso después del confinamiento. En la película, de una hora y media de duración y que se puede ver en Filmin, se palpa el cariño con el que el equipo docente pone a punto las medidas de contención frente a la covid; cómo se esfuerzan para luchar contra el absentismo escolar; cómo hablan, y cómo empatizan con sus alumnos y sus familias, entre otros.
No falta tampoco la tristeza de los padres por no poder pasar de la valla para despedir a sus hijos; o el miedo de que sus retoños no estén bien protegidos, mostrado en sus preguntas y dudas en la puerta principal. El colegio es una comunidad, como ellos mismos lo definen, una extensión del barrio zaragozano del Oliver, en el que el sentimiento de tribu sobrevuela toda la cinta. Un sitio donde la pobreza, el desempleo, el desconocimiento del idioma y la vulnerabilidad sobrevuelan sus calles, ya fuera del centro escolar.
Grabar el documental fue una iniciativa de la Fundación COTEC. “Esta plataforma lanzó la campaña después del confinamiento, en julio de 2020, un laboratorio para que docentes toda España participaran y que se denominó La Escuela, Lo Primero. Y ocurrió en un momento en que nos lanzábamos a septiembre sin saber lo que iba a ocurrir. Si la escuela iba a ser un modelo híbrido o si volvíamos otra vez a nuestras casas. Había mucha incertidumbre por la respuesta de los centros ante esa situación”, explica por teléfono Rosa Llorente, directora del centro educativo Ramiro Soláns.
El proyecto se lanzó para diseñar tareas creativas de cara a los grandes retos que se le planteaban a la escuela. “En este marco, y de la mano, nació otro proyecto en verano, que era documentar la escuela, la nueva escuela que nos íbamos a encontrar con todos los condicionantes y cómo la comunidad educativa íbamos a afrontar algo que era imprevisible y totalmente nuevo”, sostiene la directora. “Yo recuerdo la última semana de agosto de 2020, la angustia, el miedo, la inseguridad, y a eso se unía cómo podíamos recuperar todo lo perdido durante el confinamiento”, añade Llorente.
La llegada a clase tras meses en casa
“En nuestro contexto, las familias vivieron también el verano con muchísimo miedo”, prosigue, “son familias con bajo nivel cultural en un porcentaje muy alto, y sus miedos son mayores, y a nivel emocional también. Para estos chicos y chicas, la escuela es un lugar donde se eliminan las desigualdades y que ofrece muchas oportunidades. Es un espacio de beneficio emocional. La estabilidad emocional del alumnado era esencial, sobre todo por la forma en que sus familias vivían y les trasladaban cómo sentían ese miedo”. “Además, nos preocupaba que durante el confinamiento solo un 30% de las 190 familias que acuden al centro contaba con medios digitales, viejos y compartidos entre muchos miembros”, explica. Lo resolvieron, gracias a un trabajo muy importante de los tutores, con fotocopias, fotos por WhatsApp y su gran aliado, el teléfono fijo.
“Somos una escuela de confianza social. Por eso, ya un grupo relevante de las familias desde la última semana de agosto nos comunicaba su miedo y su intención de no traer a sus hijos al cole”, argumenta Llorente. Según explica, para evitar esto, desde el 1 de septiembre de 2020 se pusieron las pilas y los tutores y el equipo directivo contactaron con cada familia, “les preguntábamos cómo estaban, si les podíamos echar una mano, y les decíamos que necesitábamos que su hijo o hija viniera al cole”. Para dar seguridad a los padres y madres, desde el centro se tuvieron ciertos detalles que “importaron mucho”, como contar con un termómetro para cada profesor o alfombras higienizadoras, “todo para dar más tranquilidad a aquellos que estaban más preocupados por la seguridad de sus pequeños. Esto consiguió un efecto llamada, de boca a boca, de familias que se animaban hacia las que no”. Entonces, poquito a poco, consiguieron que fueran acudiendo. Según explica Llorente, hasta diciembre el absentismo fue de un 25%, “en enero es cuando ya recuperamos a toda la población”.
Su objetivo, sobre todo, fue que las familias vieran a la escuela como un sitio que mejora la vida de sus hijos y sus familias. “El colegio incluye, por ejemplo, clases de formación continuada para adultos, cultura general y alfabetización, o específicas de aprendizaje del idioma; una formación a la carta, adaptada a las necesidades individuales”, prosigue. “A nosotros nos gusta hablar de cultura de mentalidad de crecimiento, preguntarnos qué es lo que puedes hacer ante una realidad compleja, en vez de sumirte en la cultura de las quejas. Lo que queremos es que este alumnado, que ya viene con su mochila cargada, tenga todas las oportunidades posibles”, añade Llorente. “Si no hay escuela, no hay igualdad social”, incide. Con esta premisa, este colegio ha integrado a la perfección la tríada familia, profesores y alumnos.
En el documental participan la filósofa Marina Garcés y el docente Carlos Magro, ambos ponen el foco en la importancia de la escuela pública; cómo ha cambiado tras la pandemia, y su relevancia como parte esencial de la sociedad.
La dirección del documental
Orencio Boix ha dirigido el documental: “La película es cine en directo y está grabada con la urgencia del momento. Obviamente, cuando empezamos a grabar había incertidumbre, no sabíamos si a los dos días de comenzar el colegio iba a cerrar”, prosigue, “pero más allá del tema covid, nos encontramos una historia de cómo la educación puede contribuir a la equidad, a la igualdad o, incluso, puede llegar a reproducir la desigualdad”. “Nos encontramos con un centro que además de ser una comunidad educativa, de aprendizaje, era mucho más, era una comunidad social, de cuidados, donde por esa apertura que tiene están implicados los docentes y todo el barrio del Oliver”, añade Boix. “Además, al ser un colegio de infantil y primaria, los niños son dóciles a la hora de adoptar todas las medidas. Y lo que más me asombró fue que yo creía que el hecho de entrar ahí con las cámaras y los micros nos iba a costar, sin embargo, los niños de hoy no son los mismos que hace 20 años, y están muy acostumbrados a convivir con las pantallas y las cámaras. Fue un lujo”.
“El centro ha conseguido crear una comunidad de cuidados tras largos años de trabajo, una confianza con las familias y con los otros agentes del barrio que hacen que el colegio sea también una extensión de sus propias vidas. Es integrador”, relata el director. En cuanto a la integración de Marina Garcés y Carlos Magro, “me parecía muy interesante que la filosofía estuviera presente, porque me pareció un buen momento para tener un debate sobre la educación. Así como cuando fue el confinamiento estricto todo el mundo tuvo muy presente a los funcionarios de la sanidad, la educación estuvo en un cuarto o quinto plano. Y la educación es clave. Si te fijas, lo más paradójico de todo esto es que solo se ha parado el mundo cuando se han cerrado los colegios. Yo creo que poner el foco en la institución educativa era muy importante y los expertos, no únicamente por su parte, sino por lo que hay en paralelo con esa clase de filosofía que tienen en el colegio, los niños y la entrevista que preparan, era muy importante que los niños fueran al centro y huir de la visión adulcentrista”, termina Boix.
Ramiro Soláns, una escuela inclusiva
“Nuestro centro lleva a cabo un proyecto educativo. Somos una escuela inclusiva y recibimos en 2020 el premio de Aula Desigual”, explica. “Atendemos a un 46% de población de etnia gitana; un 48% de familias inmigrantes, y un 6% de familias que empiezan a apostar por nuestro proyecto educativo de transformación social. En el centro, nuestra filosofía de trabajo es construir una comunidad educativa en sentido amplio: alumnado, familias, voluntariado y personal del centro, todo en torno a un sentimiento de pertenencia. Un lugar donde te ayudan, te quieren y te arropan”, explica Rosa Llorente, directora del centro educativo Ramiro Soláns.
Esto ha generado una confianza social que les ha permitido, según informan, “que el absentismo se reduzca de un 40% a un 3%; que las tasas de éxito educativo hayan pasado de un 5% a un 70%, y que el clima positivo que hay en escuela haya ido pasando de un 35% y un 40% de casos de conflicto, y un 2% que tenemos ahora”, concluye.
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