Cinco consejos para ayudar a tu hijo adolescente a hacer frente a sus miedos
El temor puede perturbar al joven, enturbiar su juicio, dañar su autoestima, condicionar sus relaciones y debilitar su capacidad para enfrentarse a las dificultades. Los padres deben legitimar lo que siente sin sobreprotegerle
Miedo a la presión social, a no ser aceptado por los iguales, a la soledad, a no ser correspondido en el amor, a que el cuerpo no se desarrolle según los cánones establecidos en la sociedad, a no ser capaz de conseguir los objetivos, a decepcionar a los demás, a perder a un ser querido o a tomar malas decisiones. Estos son algunos de los temores que experimenta un adolescente en esta etapa evolutiva tan convulsa, repleta de cambios y desafíos que le generan mucha inseguridad e incerteza. Un período de desarrollo en el que el joven debe construir su nueva identidad y aprender a vivir con más autonomía y libertad.
El miedo es una de las emociones más poderosas que experimenta el ser humano. Una emoción básica, universal y adaptativa necesaria en el desarrollo evolutivo que tiene la función de advertir de la presencia de un peligro y permite a la persona protegerse, huir o combatir. Cumple una función de supervivencia y adaptación a las situaciones de riesgo real.
El miedo comienza en la amígdala, una región del cerebro que forma parte del sistema límbico encargado de regular las emociones y funciones de conservación del individuo. Una emoción considerada como desagradable que secuestra, abruma y limita el comportamiento cuando no se gestiona bien. Puede también producir mucho malestar o generar una alarma desmesurada, infiriendo en el desarrollo o condicionando las conductas de la persona que lo experimenta, reprimiendo el instinto lúdico y frenando la iniciativa personal y la creatividad.
Si el miedo se apodera de un adolescente su cuerpo reaccionará activando el eje del estrés y liberando, a través de las glándulas suprarrenales, una gran cantidad de cortisol afectando su calidad de sueño, su capacidad de concentración, su estado anímico y de energía a la hora de realizar las actividades. Así que esta es una emoción que puede perturbar al joven, enturbiar su juicio, dañar su autoestima, condicionar sus relaciones y debilitar su capacidad a la hora de enfrentarse a las dificultades y superar los obstáculos.
Pero que un adolescente sienta miedo no es algo malo, siempre que este sea apropiado y controlado. Si el adulto considera el miedo del joven como algo absurdo o le resta importancia, este se sentirá incomprendido y poco escuchado y no mostrará interés por compartir con él todo aquello que le preocupa o molesta. El miedo es una emoción normal y necesaria en el desarrollo del adolescente que le posibilitará a adaptarse a los cambios, percibir los posibles peligros y calibrar mejor sus conductas. Si el adulto acompaña ese miedo con respeto, afecto y serenidad, ayudará al joven a sentirse apoyado y con la libertad de expresar sus inseguridades sin sentirse cuestionado o juzgado. Sabrá que sus progenitores continúan siendo un lugar seguro al que acudir siempre que lo necesite, un apoyo a la hora de enfrentarse a esta etapa tan compleja que transita.
Claves para ayudar al adolescente a hacer frente a sus miedos:
- Para poder ofrecer al adolescente un apoyo adecuado, el adulto deberá comprender y aceptar el miedo que este siente, brindándole apoyo incondicional, haciéndole saber que está a su lado, pase lo que pase, ofreciéndole toda la tranquilidad y seguridad que necesita. Una comunicación respetuosa basada en la confianza será clave para conseguirlo.
- Es fundamental permitir que exprese el miedo con libertad, escuchándole con atención, sin realizar juicios de valor y animándole a hablar de él para poder identificarlo y buscar soluciones conjuntas a la situación. Reconocer el valor que tiene el miedo como una emoción normal y necesaria le ayudará a desarrollar su valentía y resiliencia para poder hacerle frente de manera paulatina y a una intensidad adecuada.
- Legitimar los miedos y las emociones asociadas a él permitirá que el joven sienta que el adulto le entiende y le muestra su cariño y empatía. Si siente que se le ridiculiza o se le regaña, provocará que aumente su inseguridad y desconfianza hacia el adulto, afectando y dañando mucho el vínculo emocional entre ellos.
- Sobreproteger al adolescente cuando tiene miedo no le permitirá desarrollar las habilidades necesarias para hacerle frente. Una excesiva protección le convertirá en un joven inseguro, débil y dependiente, incapaz de resolver sus propias dificultades. El adulto debe asegurarse que no le contagia sus propios miedos y que potencia su autonomía y toma de decisiones.
- Enseñarle a calmarse y afrontar el miedo utilizando técnicas como la respiración profunda y la relajación muscular le ayudará a desarrollar estrategias de autocontrol y gestión emocional. La práctica del mindfulness, por ejemplo, le puede ayudar a tomar consciencia de sus propias emociones y a construir una autoestima sana y robusta que le ayude a aumentar la confianza en sí mismo.
Entender que el joven no tiene control sobre sus propios miedos y que lo que más necesita en esta etapa tan difícil es amor incondicional y grandes dosis de comprensión y empatía ayudará al adulto a dar respuesta a las nuevas y particulares necesidades que aparecen en este período. Como decía el poeta griego Sófocles: “Para quien tiene miedo, todo son ruidos”. El adolescente necesita que le ayudemos a entenderlos y silenciarlos.