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Por qué celebrar Halloween ayuda a los niños a hablar de sus miedos

Más allá de la diversión y el terror, esta festividad es una oportunidad para acompañar a un menor a afrontar sus temores, hablar de sus emociones y que aprenda a distinguir realidad de ficción

Contrario a la creencia popular de ser una festividad moderna, la celebración de Halloween, que tiene lugar la noche del 31 de octubre, remonta sus raíces al antiguo festival celta del Samhain, hace más de 2.000 años. En aquella época, se pensaba que la frontera entre el reino de los vivos y el de los difuntos se difuminaba, permitiendo esa noche que los espíritus regresaran. Además, la festividad está ligada a la víspera cristiana de Todos los Santos, de donde proviene el término “All Hallows’ Eve” que da nombre a esta tradición.

A lo largo de los siglos, Halloween se ha transformado en un evento mundial, ahora estrechamente asociado con la infancia, los disfraces, la fiesta, las calabazas, el famoso “truco o trato” y las golosinas. Para muchos niños, es una noche de diversión y magia. Pero no es así para todos. A algunos menores les genera cierto rechazo e incluso pánico porque la temática puede ser bastante terrorífica, sangrienta y explícita, mostrando disfraces que asustan, incluso, a los adultos.

Cada una de las situaciones que se dan a lo largo del día a día puede ser una oportunidad para abordar diferentes emociones y estrategias a la hora de comunicarse y relacionarse en la vida. Y Halloween es una ocasión segura, dentro de un ambiente preparado, ideal para potenciar la inteligencia emocional en familia, hablando de las emociones que hace emerger, como el terror, la incertidumbre, los sustos, qué es una broma o lo que uno espera de esta fiesta.

Celebrarlo en familia, estableciendo unas normas previas y pensadas para hacer disfrutar a los más pequeños, puede ser un buen modelo para abordar el susto y el terror desde otra perspectiva. Esta debe ser amable, controlada y empática y que comprenda las necesidades evolutivas de la infancia, haciendo que disfruten de Halloween entendiendo que no tiene por qué ser una fiesta terrorífica, desagradable o que implique sentimientos de rechazo.

¿Qué puede aportar Halloween a la infancia?

  • Se trata de un ambiente preparado, donde el adulto, que conoce al niño, prepara la fiesta basándose en cómo es este, entendiendo sus gustos, sus temores, sus necesidades y tiempos. Es el momento ideal para dialogar, preguntar al menor, escucharle, observar y respetar su manera de ser, ofreciéndole poco a poco la información que necesite en cada momento. Es fundamental no forzarle a participar de algo que le produce miedo o inseguridad.
  • Disfrazarse tiene que ser algo que el niño quiera y elija. Existen otras alternativas menos invasivas de participar en la celebración, como decorando el hogar o la puerta de casa, haciendo manualidades de Halloween como tallar una calabaza y ponerle una vela dentro para iluminarla o hacer sombreros de bruja con cartulina y pintura para los invitados.
  • Es una ocasión ideal para hablar de los personajes de fantasía que en ocasiones no tienen buena reputación, como son los monstruos, los fantasmas, las momias o las brujas. Los protagonistas de esta fiesta son personajes mágicos, que forman parte del mundo irreal, un mundo que los niños en ocasiones temen porque resulta desconocido. Hablar de ellos, poner palabra a sus emociones, verbalizar lo que sienten, hace que aprendan a distinguir realidad de ficción.
  • Buscar información sobre Halloween en libros, cuentos o canciones hace que lo desconocido cada vez sea más controlado, por lo que la sensación de miedo va disipándose y convirtiéndose en seguridad y conocimiento. Tener mayor información sobre un tema aporta calma y tranquilidad.
  • El humor es clave para aprender a enfrentarse a lo que nos asusta, recordando que una broma es aquella situación donde ambas partes se divierten, por lo que los niños deben disfrutar con las situaciones, riendo con las actividades y gozando de todas ellas. Aprender a reírse del miedo es un modo de relativizar esta emoción.
  • El juego es fundamental a la hora de hablar de las emociones en la infancia. A través de este el niño muestra sus emociones, qué necesita y cómo poder acompañarle. Es esencial acompañar sus horas de juego desde la observación, la participación y la dedicación diaria, conociendo así sus necesidades.

Ante situaciones de miedo, el menor debe sentirse siempre acompañado por su adulto de referencia, sintiendo seguridad, tranquilidad y calma en momentos donde él no sabe regular su emoción de un modo funcional. Es importante que aprenda desde la infancia que todas las emociones son necesarias para crecer de manera adecuada en el mundo, integrando que no hay ni buenas ni malas, sino que todas son esenciales y que en su casa siempre encontrará seguridad y el apoyo necesario.

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