Raina Telgemeier: “Es un orgullo que mis libros sean capaces de iniciar conversaciones entre padres e hijos”
La autora suele decir que, cuando empezó a tener éxito, tuvo que sufrir el rechazo de algunos profesores y progenitores, para quienes leer un cómic era casi lo mismo que comer comida basura
La autora norteamericana Raina Telgemeier ha llevado la novela gráfica para niñas, niños, preadolescentes y adolescentes a un nuevo nivel. Títulos como Sonríe, Hermanas, Coraje, Fantasmas, Drama y la adaptación de los cuatro primeros volúmenes de la novela El Club de las Canguro -todos ellos publicados en España por Maeva Young- no solo se han convertido en auténticos éxitos de público, sino que muchos de ellos han acaparado algunos de los principales galardones en uno de los certámenes más importante del mundo del cómic, los Premios Eisner.
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La autora norteamericana Raina Telgemeier ha llevado la novela gráfica para niñas, niños, preadolescentes y adolescentes a un nuevo nivel. Títulos como Sonríe, Hermanas, Coraje, Fantasmas, Drama y la adaptación de los cuatro primeros volúmenes de la novela El Club de las Canguro -todos ellos publicados en España por Maeva Young- no solo se han convertido en auténticos éxitos de público, sino que muchos de ellos han acaparado algunos de los principales galardones en uno de los certámenes más importante del mundo del cómic, los Premios Eisner.
No hay librería en España donde uno no se tope con sus títulos, muchas veces agotados; unos títulos que también empezaron a aparecer en el hogar de un servidor como por arte de magia, merced a una niña de siete años adicta al cómic que se aficionó a la adaptación gráfica de El Club de las Canguro y, tras ella, devoró uno a uno, en cuestión de horas, todos los títulos de Telgemeier. Tal era el interés, la devoción con que leía los libros, que acabé sumergiéndome junto a esa niña, mi hija, en el particular universo de Telgemeier. Entendí perfectamente entonces su adicción, esa necesidad imperiosa de seguir pasando páginas.
“Es un verdadero placer comprobar que mi obra traspasa las fronteras generacionales. Creo que eso es posible porque escribo principalmente sobre sentimientos y emociones, sobre situaciones por las que pasa todo niño, pero por las que también ha pasado todo adulto. Me hace sentir muy orgullosa de que mis libros sean capaces de dar comienzo a conversaciones entre hijos y padres”, afirma la autora, cuando le comento cómo fue mi aproximación a su obra, en una entrevista concedida a De mamás & de papás y realizada por email.
Raina Telgemeier se dio a conocer entre el gran público casi por accidente. Le estaba mostrando ejemplos de su trabajo a un editor cuando este le pregunto cuáles eran sus novelas favoritas. La autora citó entonces la saga de El club de las canguro, de Ann M. Martin. La casualidad (siempre la casualidad) quiso que la editorial tuviera los derechos de las novelas, así que el primer encargo estaba servido: haría una versión gráfica de las historias de Ann. M. Martin. “Para mí fue un verdadero placer dar vida a los libros de El club de las canguro a través del cómic. La verdad es que me sentía un poco presionada por estar a la altura de las historias con las que crecí y por conseguir ser respetuosa y fiel con los libros originales. Pero, sobre todo, tengo que reconocer que me divertí haciéndolo. Me encantan las historias y los personajes. Es más, puede que incluso me gusten más ahora, porque me da la impresión de haber estado en su lugar y haber compartido las vivencias con ellas”.
Telgemeier adaptó los cuatro primeros volúmenes de las aventuras de Kristy Thomas, Claudia Kishi, Julia Schafer, Mary Ann Spier y Stacey McGill. El éxito fue tal que Netflix estrenó el pasado verano una serie sobre la saga literaria. En esa cima, sin embargo, la autora decidió ceder el testigo. Asegura no arrepentirse de la decisión. En primer lugar, dice, porque ahora puede acercarse como lectora a las nuevas adaptaciones realizadas por Gale Galligan (y, más recientemente, de Gabriela Epstein) de la que se considera fan. Y en segunda instancia, porque dejar El Club de las Canguro le permitió centrarse en publicar sus propias historias: “¡Y eso es aún más divertido!”.
Su gran reconocimiento, de hecho, ha llegado con sus títulos propios, con novelas muy personales y basadas en experiencias propias como Sonríe, Hermanas, Coraje o Drama. Historias todas ellas que interpelan al lector, que le hacen sentirse identificado, porque todos, más allá de las coordenadas geográficas en las que nos ha tocado crecer, hemos vivido experiencias similares. Ya lo decía Bruno Le Maire, ministro francés de Finanzas, en un discurso reciente dirigido a adolescentes en el que promovía el hábito de la lectura y que se hizo viral en las redes sociales: “(…) las palabras os van a calmar porque os harán comprender que formáis parte de una comunidad que siente las mismas cosas, que no estáis solos. Esa es la singularidad de la lectura: es una actividad solitaria que os abre al resto del mundo. Estáis solos, pero nunca estáis tan cerca de los demás como cuando leéis un libro.”.
¿Crees que el hecho de que tus noveles gráficas sean tan personales las hace paradójicamente más universales?, le pregunto al respecto. “Es curioso, pero así es. Los detalles son menos importantes que la forma en la que vivimos nuestras experiencias, y los sentimientos suelen ser universales”, responde Telgemeier, que considera que el claim “basado en hechos reales” que figura en sus títulos es “muy valioso” para el lector. Coincide Raina en su reflexión con Le Marie. “Sobre todo cuando una es joven a menudo piensa que debe ser la única persona en el mundo que se siente incómoda, o sola, o avergonzada, o ansiosa. Ver esos sentimientos reflejados en una historia, saber que la autora también se sintió así, es algo que deja huella”, afirma la autora, que asegura no sentir una responsabilidad especial al saber que millones de niños en todo el mundo leen sus historias: “Para mí la responsabilidad es siempre la misma: decir la verdad. Ser lo más honesta posible en mi trabajo, aunque sea difícil o confuso. Los seres humanos no somos perfectos y los personajes de los libros tampoco deberían serlo”.
La “normalización” del cómic
Cuando supo que iba a entrevistar a Raina, mi hija casi preparó una entrevista por su cuenta. Tenía especial interés por saber cómo aprendió a dibujar como lo hace, si esa cualidad era innata o fruto de un trabajo concienzudo. Cuenta la autora que su madre guardó los dibujos de su infancia, incluso los primeros garabatos. “Puedo confirmar que no era una buena artista, solo una niña a la que le gustaba hacer garabatos”, reconoce con humor. Eso sí, le gustaba tanto hacer esos garabatos que nunca dejó de hacerlos. “Cuando practicas algo casi todos los días de tu vida, acabas mejorando. Y así, mis garabatos se convirtieron en dibujos, mis dibujos se convirtieron en personajes y mis personajes empezaron a contarme sus historias”, afirma.
En esa mejoría también tuvieron su influencia dos factores. En primer lugar la lectura de cómics y novelas gráficas. Raina Telgemeier siempre cita la inspiración que supuso para ella Bill Watterson y su celebrada serie Calvin & Hobbes, una colección que no envejece y que encandila por igual a grandes y pequeños. De hecho, mi hija devora las tiras de Watterson con la misma fruición con la que despacha páginas de las aventuras de El Club de las Canguro. La autora asegura haber vuelto recientemente, una vez más, a las viñetas de Calvin & Hobbes. “Es una combinación de muchas cosas: chistes graciosos, juegos de palabras ocurrentes, reflexiones sobre la condición humana y un trazo de tinta que parece cobrar vida. Calvin y Hobbes es admirable porque los niños lo entienden, entienden el humor, las relaciones entre los personajes y su imaginación... Y, al mismo tiempo, los adultos nos encontramos con una sensibilidad profunda, dulce y dolorosamente triste. Cuando yo tenía nueve años, muchas cosas se me escapaban, pero, a pesar de la falta de vocabulario y percepción del contexto social, las entendía”, afirma.
El segundo factor fue su paso por la escuela de Artes Visuales de Manhattan. Recuerda Raina que, durante esos años, en la asignatura de dibujos animados/comics, solo eran dos chicas entre 25 alumnos. “Por suerte, desde que pasé por la escuela de artes a principios de los años 2000 hasta ahora, las cosas han cambiado mucho. Hoy en día a los lectores juveniles que descubren el cómic no se les pasa por la cabeza la idea de un tiempo pasado sin mujeres artífices de algunas de las obras más importantes”, reflexiona la autora, que dice sentirse “muy agradecida” por haber podido participar en el inicio de esta era moderna del cómic, aunque reconoce que esta no hubiese sido posible sin todas las mujeres que le precedieron y que sentaron los pilares de esta nueva era. Lynn Johnston, Lynda Barry, Alison Bechdel, Rumiko Takahashi, Roz Chast o Marjane Satrapi son algunas de sus heroínas.
Otra cosa que ha cambiado en las últimas décadas es la percepción del cómic, su aceptación como género literario de igual valor que la novela o el ensayo. Suele expresar Telgemeier que, cuando sus libros empezaron a convertirse en fenómenos virales, tuvo que sufrir el rechazo de algunos profesores y padres, para quienes leer un cómic era casi lo mismo que comer comida basura. “Siempre ha habido rechazo hacia los cómics, pero también he tenido la suerte de conocer a aficionados de todo tipo que alaban, defienden, recomiendan, rompen barreras y acogen los cómics en librerías, bibliotecas y aulas. Estas personas son unos héroes”, afirma la escritora e ilustradora, que señala que al principio de su carrera, los cómics y viñetas se acogían mejor fuera que en Estados Unidos: “Eso ha cambiado mucho en los últimos 15 años. Ahora los cómics ganan grandes premios literarios, se venden millones de ejemplares y hasta son reseñados en los periódicos nacionales junto a cualquier otro tipo de libro”.
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