Marion Fayolle: “Los hijos crean un puente y un abismo entre los padres”
Esta ilustradora publica ‘Los pequeños’, una aproximación visual a la maternidad y la paternidad a la que dio forma durante el primer año de vida de su hijo
Marion Fayolle (Francia, 1988) es una de las ilustradoras francesas más relevantes de su generación. Su particular estilo, calificado por la crítica especializada como “poesía visual”, fue ganando adeptos en la red y no tardó en dar el salto al papel, en libros o en las páginas de algunos de los diarios más importantes del mundo como The New York Times. Dos de sus libros ya habían llegado a España de la mano de Nórdica: ...
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Marion Fayolle (Francia, 1988) es una de las ilustradoras francesas más relevantes de su generación. Su particular estilo, calificado por la crítica especializada como “poesía visual”, fue ganando adeptos en la red y no tardó en dar el salto al papel, en libros o en las páginas de algunos de los diarios más importantes del mundo como The New York Times. Dos de sus libros ya habían llegado a España de la mano de Nórdica: La ternura de las piedras, una espectacular novela gráfica en la que aborda la muerte de su padre, y Los traviesos, una divertida y brillante colección de dibujos eróticos. Con este último comparte formato su último trabajo, Los pequeños (Nórdica), una potentísima aproximación visual a la maternidad y la paternidad a la que Falloye dio forma durante el primer año de vida de su hijo, cuando la ilustradora encontró en los dibujos una forma de manifestar toda esa vorágine de sentimientos contradictorios que acompañan inevitablemente a la llegada de un nuevo y deseado compañero de vida.
“Yo tenía claro que tras nacer mi hijo quería tomarme un año de descanso, sin trabajar, solo para cuidar de él. Así pasé todos mis días y noches de ese año, cuidándolo; y muchas veces, estando con él, pensaba en imágenes, se me aparecían dibujos. Luego fui encontrando pequeños momentos para dibujarlos, para hacer un seguimiento ilustrado de todas las imágenes, pensamientos y emociones que se me cruzaban compartiendo tiempo con mi pequeño”, reconoce la ilustradora.
En esos pensamientos y emociones ilustrados y que no precisan de texto que los explique se sentirán reflejados e interpelados muchos padres y madres, porque bajo su aparente ironía y sencillez, en los dibujos de Marion Falloye se tocan temas muy serios. Como ella misma afirma en una especie de aviso a navegantes, los lectores no encontrarán en Los pequeños consejos sobre qué hacer o no hacer con sus hijos, sino un conjunto de ilustraciones “para hacernos preguntas y plantearnos todas nuestras contradicciones”.
PREGUNTA. “Durante el primer año de su hijo, Marion dibuja como para respirar profundamente”, escriben desde editorial Nórdica en la presentación del libro. ¿Hasta qué punto le ayudó dibujar para asumir esa metamorfosis que inevitablemente trae consigo la maternidad?
RESPUESTA. Dibujar en este periodo vital fue para mí una forma de mirar atrás, de mirar de repente las cosas desde un poco más lejos, con más perspectiva, de poder reírme de determinadas situaciones, de poder liberarme de ciertas culpas o ansiedades. Mis dibujos me ayudaron a ver más claramente mi nueva realidad.
P. “Habrá quien se empeñe en señalar que ‘Les petits’ es un libro sobre la maternidad, y os estará mintiendo”, escribe Luna Miguel en el prólogo de la versión española. ¿Sobre qué va entonces Los pequeños?
R. Si decidí ilustrar esas imágenes que se me pasaban por la cabeza y no añadirles textos explicativos fue para dejar que las ilustraciones hablaran por sí mismas. Por supuesto que estoy hablando de maternidad y de paternidad con ellas, pero las imágenes son abiertas y hablan también de cosas mucho más grandes como la familia, el amor, la educación, los estándares sociales, la herencia o el paso del tiempo.
P. Señala Luna precisamente en ese mismo prólogo que con su trabajo se ríe de todas esas cosas mucho más grandes (de la familia, de la enfermedad, del sexo) y que el conjunto de escenas que conforman Los pequeños, “cada cual más alocada, pero certera”, son también una excusa “para echarnos unas risas”. Esa interpelación al humor, ¿es algo premeditado?
R. Lo cierto es que no trato de hacer reír a la gente a propósito, pero ocurre que cuando dibujo me divierto, me cuestiono, ironizo. A menudo ese cuestionamiento y esa ironía lleva a un juego de contrastes en mi trabajo; un juego de contrastes entre mis dibujos, bastante ingenuos y limpios, y los temas que abordo en ellos, que a menudo son mucho más duros.
P. Bienvenida sea en todo caso esa interpelación al humor, porque no sé si tiene la sensación de que últimamente nos tomamos la maternidad/paternidad y a nosotros mismos como padres y madres demasiado en serio…
R. Es que siempre queremos hacerlo bien y ser buenos padres, así que constantemente tenemos miedo de dañar a nuestros hijos, de hacerlo mal, de transmitirles nuestros defectos. Para mí, en ese sentido, era muy importante hacer imágenes sinceras que huyeran de la idealización de la maternidad y la paternidad. Es decir, tenía claro que no quería con mis ilustraciones decir qué hacer o no hacer, sino simplemente conseguir dar forma a imágenes que nos hagan hacernos preguntas y plantearnos todas nuestras contradicciones.
P. Puede, por cierto, que yo sonría con algunas escenas (pienso en la de la fotocopiadora o en la del bebé gigante separando a los padres), pero también hay otras potentísimas que, como dice, te dan mucho que pensar y que plantean temas mucho más duros. Pienso, por ejemplo, en la de las cadenas, la del circo o la de los padres tallando al bebé.
R. Lo bueno es que antes de hacer pensar a mis lectores, mis dibujos me han ayudado a pensar a mí misma. Quiero decir con esto que no hago libros porque considere que tengo más conocimientos que los demás padres y madres y quiera compartirlos con ellos. Para nada. Si escribo libros es para hacerme preguntas, para revelar las complejidades, los matices y las ambivalencias de la experiencia, pero también para tranquilizarme o hacerme reír a mí misma.
P. Entre esas escenas potentes que he mencionado antes, siento una crítica clara a esa tendencia que tenemos los padres a moldear a nuestros hijos. ¿Estoy en lo cierto?
R. Esa es probablemente una de cosas que más me cuestiono. ¿Cómo guiar a tu hijo sin destruir sus peculiaridades, dejándole ser él? ¿Cómo educarlo sin dañarlo? Muchas veces encuentro a mi hijo tan sensible y poético que tengo miedo de verlo crecer. Y esa es otra cuestión que me desvela a menudo. Tanto es así que mi libro se llama Los pequeños, pero sin embargo en la portada los personajes pequeños son los padres. Creo que mi hijo es más alto que yo y, a veces, tengo miedo de que crecer, paradójicamente, lo haga más pequeño.
P. En sus dibujos también tiene un peso muy importante el pecho femenino, como alimento y como refugio para el bebé.
R. Amamanté a mi hijo durante dos años y para mí fue difícil contemplar la maternidad durante la lactancia, porque encontré que establecía un vínculo increíblemente fuerte. Antes de ser madre solía pensar que amamantamos solo para alimentarnos. Después, en mi experiencia, descubrí que se podía amamantar para alimentar, sí, pero también para consolar, amar o curar. Fue una locura sentirme dotada de tal poder.
P. Otras ilustraciones con las que interpelas mucho al lector son las que retratan cómo nos desmotan los hijos y cómo afectan inevitablemente a la relación de pareja. Es especialmente significativa esa ilustración en la que la hija cava un foso que separa al padre y a la madre. ¿El nacimiento de un hijo es el inicio de una nueva forma de amor (o el fin del amor)?
R. Esta es una pregunta compleja. Mi sensación es que el niño crea un puente y un abismo entre sus padres. Por eso también deseaba que estas dos imágenes pudieran responderse entre sí en el libro. Al final la maternidad y la paternidad suelen partir de la fusión de dos personas que se aman y de las que surge una nueva persona que cobra vida. Esto es lo que hace de la experiencia algo tan hermoso e inquietante al mismo tiempo.
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