Niños con mocos: dudas y respuestas

Por muy batalladores y defensores que sean, molestan. Ocupan la vía respiratoria y no permiten respirar ni comer ni dormir tranquilos a los menores

Niños con mocos.Agencia Getty
Rocío Niebla

Durante los meses más fríos de invierno la familia recibe sin falta a los nuevos visitantes: los mocos. Y con ellos llegan los utensilios en las mesitas de noche. Los pañuelos, las peras, los sueros y, si hace falta, hasta una manga. Al final del día los mocos pueden acabar adornando los cristales de la habitación, es por eso que, sea quien sea el miembro de la familia que lo haya invitado, puede que todos acaben moqueando. Los mocos son así, hay fiesta para rato y para todos.

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Durante los meses más fríos de invierno la familia recibe sin falta a los nuevos visitantes: los mocos. Y con ellos llegan los utensilios en las mesitas de noche. Los pañuelos, las peras, los sueros y, si hace falta, hasta una manga. Al final del día los mocos pueden acabar adornando los cristales de la habitación, es por eso que, sea quien sea el miembro de la familia que lo haya invitado, puede que todos acaben moqueando. Los mocos son así, hay fiesta para rato y para todos.

Mi hijo tiene mocos, el niño lleva con mocos más de dos meses, a mi hijo no se le van los mocos, lleva tanto tiempo con mocos que temo que le bajen al pecho. Los mocos también son los protagonistas habituales en las consultas de pediatría. La pediatra Davinia Vázquez, del Consorci sanitari de Terrassa, aclara: “Yo siempre les digo a los padres de mis pacientes que los mocos no son nuestros enemigos y que tenemos que dejar de verlos como una amenaza. Si tengo que decantarme por un lado de la balanza, sin duda diría que los mocos son buenos, ya que los debemos considerar fundamentales para la defensa de nuestro sistema respiratorio”. Pero doctora Davinia, ¿cómo una sustancia gelatinosa, pegajosa y viscosa, tan desagradable a veces por textura y aspecto puede ser importante? A lo que Davinia Vázquez nos cuenta: “Tendríamos que imaginarnos a los mocos como un pelotón de batalla que hace guardia 24 horas en nuestras vías respiratorias, a la espera de iniciar una lucha a muerte contra cualquier germen que decida invadirnos. Es por ello que en nuestro sistema respiratorio siempre hay mocos y, cuando nos vemos amenazados por un proceso infeccioso, es entonces cuando se empieza a fabricar un exceso de esta mucosidad, de manera que entonces el moco se hace evidente”.

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La doctora Davinia Vázquez considera importante desmentir estas ideas que tenemos de que los niños enferman porque han cogido frío, porque han salido al patio sin chaqueta, porque nunca van abrigados. ¡Esa no es la causa de que los niños se acatarren! “Los niños enferman, generalmente, por contacto directo con otros niños que están acatarrados, y esos contagios son más frecuentes en los meses fríos porque es cuando más virus respiratorios hay y más tiempo pasan compartiendo sitios cerrados con otros niños”.

Generalmente los padres damos mucha importancia al color de los mocos. La pediatra señala: “A lo largo de un proceso catarral los mocos van cambiando de color, sin que esto pueda significar un empeoramiento o determinar la gravedad del proceso. Generalmente al principio del cuadro los mocos son transparentes y, a medida que van pasando los días, se van volviendo más blanquecinos. Si el proceso infeccioso sigue provocando inflamación en la mucosa, entonces veremos que estos mocos pueden adquirir una coloración amarillenta. Y, si la infección dura algunos días más, los mocos pueden acabar siendo de un color amarillo intenso o incluso verde. ¿Y esto a qué es debido? Las células de nuestras defensas actúan para combatir las infecciones, creando una serie de sustancias que dan esa coloración a nuestros mocos. Así que podemos decir que, según lo intensa y prolongada que sea esa batalla, nuestros mocos serán de uno u otro color”. Y para responder a la pregunta del millón: ¡que los mocos sean verdes no significa que sea necesario un tratamiento antibiótico!

Los mocos por muy batalladores y defensores que sean molestan. Ocupan la vía respiratoria y no permiten respirar ni comer ni dormir tranquilos. Los niños mayores podrán sonarse o escupir por la boca, pero ¿y los niños pequeños? Armando Bastida es enfermero pediatra y fundador de Criar con sentido común: “Una posibilidad es no hacer nada y esperar a que el proceso lleve su curso natural: se los irá tragando y con el paso de los días desaparecerán. Si les molesta, si les afecta al descanso o a nivel de comidas, o incluso si les provoca tos, vomitan moco... es mejor ayudarles. Una opción es hacer “instilaciones”, que consiste en usar suero fisiológico o agua marina en formato monodosis, con una jeringuilla o spray, en cantidad pequeña y con suavidad, para “mojar” el moco, que sea menos espeso y que tenga más facilidad para salir tanto por la nariz, como moverse hacia la garganta y que lo pueda tragar”.

La pediatra Davinia Vázquez añade que cuando los niños se tragan su propia mucosidad pueden realizar algún vómito mucoso, ya que irrita el estómago, o deposiciones algo más blandas y/o gelatinosas. Esto es totalmente normal y no hay que alarmarse. Lo más importante es que, cuando nuestros peques estén acatarrados, hay que mantenerlos hidratados para intentar licuar al máximo la mucosidad, evitando así que el moco se espese y acumule.

Armando Bastida considera que si hay mucho moco las instilaciones suelen ser insuficientes, y en este caso se recomienda hacer “duchas nasales”, que consisten en conseguir hacer un circuito de suero fisiológico o agua de mar, de manera que entre por un orificio de la nariz y salga por el otro. En ambos casos, al introducir suero en las vías altas, se recomienda hacer una maniobra de que se conoce como Desobstrucción Rinofaríngea Retrógrada, que consiste en cerrar la boca del peque cuando está espirando para que rasque la garganta y mueva y trague ese moco y suero que haya quedado ahí.

“En cuanto a la posición para realizar los lavados, lo más aconsejable es hacerlo con el niño tumbado cuando es muy bebé, ya que no aguanta la cabeza solo. Y una vez que ya sujetan la cabeza, se puede realizar tumbado o sentado. Es indiferente, lo importante es apuntar con el suero al lacrimal contrario de la fosa nasal que estamos limpiando”, señala la farmacéutica Pilar Sánchez.

M. Carmen Moreno es enfermera pediatra y trabaja en la Unidad de Pediatría del Hospital Universitario Fundación Alcorcón: “Enseñarle a sonar los mocos a los pequeños debe hacerse desde que veamos que tiene la madurez suficiente para aprender. Hay niños que lo harán antes y otros después, pero alrededor de los tres años es buena edad para comenzar con la tarea. Los niños son grandes imitadores de lo que hacen los mayores, una buena forma es sonarse primero el adulto y luego ofrecerle con nuestra ayuda a que se suene él. Nunca forzarle a hacerlo, cada niño tiene su momento y si se hace de manera lúdica a modo de juego mejor”.

Una buena manera lúdica y divertida de enseñarle a nuestros pequeños y pequeñas qué son los mocos y que en realidad son superhéroes es con el álbum ilustrado La vida secreta de los mocos, de Mariona Tolosa editado por Zahorí Books. “El libro está escrito con un vocabulario fácil, apto para niños a partir de los cuatro años, pero en realidad sirve para todas las edades. Aparte del texto, las ilustraciones intentan acercar el tema al día a día usando el humor y lo escatológico. Me gusta hablar con los niños sin infantilizarlos”.

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