¿Kamala Harris o miniprimarias? Los demócratas debaten sobre cómo proceder ante la renuncia de Biden

El presidente ha respaldado en su carta la candidatura de la vicepresidenta, aunque hay voces autorizadas en el partido que abogan por la celebración de unas primarias exprés

La vicepresidenta Kamala Harris asiste a la inauguración de una heladería de la modelo y empresaria Tyra Banks, a la izquierda, en Washington, el viernes 19 de julio.Nathan Howard (AP)

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha pasado el fin de semana con covid, recluido en su casa en la playa de Rehoboth (Delaware). Tomando Paxlovid y manteniendo una agenda de trabajo ligera que incluyó una llamada con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Cuentan los me...

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha pasado el fin de semana con covid, recluido en su casa en la playa de Rehoboth (Delaware). Tomando Paxlovid y manteniendo una agenda de trabajo ligera que incluyó una llamada con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Cuentan los medios estadounidenses que Biden, además de enfermo, está enfadado con los viejos aliados que le han ido dando la espalda, especialmente Barack Obama, dolido con lo que considera una traición. Finalmente, este domingo ha anunciado que no se presenta a la reelección.

Mientras, en el mundo exterior, como esos familiares que hablan ante un enfermo grave pensando que no los oye, los demócratas ya habían abierto internamente el debate sobre cómo proceder si Biden finalmente renunciaba, dado que las presiones para que lo hiciera no aflojaban y pese a que el presidente compartió el viernes su intención de volver a la campaña electoral esta semana.

Al hacerse a un lado, ha respaldado a su sucesora lógica: la vicepresidenta Kamala Harris. Pero hay quienes creen, y maniobran, para que lo que siga sea la celebración de unas primarias exprés para dar con el candidato ideal, Harris u otro. No hay mucho tiempo: la Convención Nacional Demócrata se celebra en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto. No es ya que hay que llegar a esa cita con los deberes hechos para evitar un espectáculo caótico como el de 1968. Es que antes hay otro plazo: el partido se puso como límite el final de la primera semana de agosto para nombrar virtualmente al elegido, sea quien sea.

La voz más autorizada que aboga por la celebración de unas miniprimarias es Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes. Quienes opinan lo contrario argumentan que cuando los simpatizantes demócratas votaron masivamente a Biden en las primarias de principios de año lo estaban haciendo en realidad por la dupla Biden-Harris. No existen precedentes históricos que den por hecho que la renuncia de un presidente abra la puerta automáticamente al segundo de a bordo. No fue así, por ejemplo, con Lyndon Johnson y Hubert Humphrey en 1968. Y, eso Biden lo sabe mejor que nadie, Obama tampoco apostó por su vicepresidente en 2016, sino por Hillary Clinton.

Protesta este domingo a las puertas de la Casa Blanca para exigir una renuncia de Biden. Allison Bailey (REUTERS)
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En el terreno de las deserciones, el ejército que se mantuvo leal a Biden sufrió este domingo otra sensible baja poco antes de que el propio presidente anunciara que tiraba la toalla. Joe Manchin, senador de Virginia Occidental y uno de los políticos más influyentes de Washington, se convirtió en el trigésimo séptimo miembro del Capitolio en pedir públicamente al presidente que cejara en su empeño de presentarse a las elecciones de noviembre. “Es hora de que dé paso a una nueva generación”, declaró en el programa dominical de entrevistas de la CNN.

Manchin ―que en mayo anunció que dejaba el Partido Demócrata pero aún lo representa en la Cámara alta― era el quinto senador que daba el paso y tal vez el nombre propio más poderoso en el Capitolio en hacerlo. Además, se mostró a favor de un proceso abierto para elegir sucesor.

Lo que empezó como un zumbido de malestar en el partido, un “pánico” en sordina tras el desastroso debate que enfrentó el 27 de junio en Atlanta a Biden con su contrincante, Donald Trump, ha acabado convertido en un robusto coro de voces a las que no han conmovido los intentos del presidente, de 81 años, de demostrar que todo va bien y que está listo para ganar en noviembre.

Debate entre Donald Trump y Joe Biden, el pasado 27 de junio en Atlanta.Brian Snyder (REUTERS)

El primer paso lo dio el congresista de Texas Lloyd Doggett el 5 de julio. Poco a poco se fueron sumando más. A muchos de esos legisladores les unía, además del interés en el futuro del partido y del país, su preocupación por el propio porvenir. Los que se juegan el puesto en noviembre, cuando además de elegir presidente se renuevan la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, temían que la mala fortuna de Biden en las urnas afectara a sus opciones de ganar en distritos disputados, e incluso en aquellos que se daban por descontados.

Un mal día para el candidato

El día que más bajas se produjeron en la fe en las aptitudes mentales y físicas del candidato fue el viernes pasado: 11 salieron a la palestra, con el veterano senador Sherrod Brown a la cabeza. Su Estado de Ohio, del que es natural J. D. Vance, candidato a vicepresidente escogido por Trump, se ha convertido súbitamente en un campo de batalla simbólico.

El viernes fue también el día en el que el presidente informó de que volvería esta semana próxima a la campaña después de dejar la puerta abierta a considerar una renuncia. Pese a ese anuncio, los analistas en Washington daban más o menos por hecho, mientras seguían descubriendo nuevos usos del modo condicional, que se iría. La teoría que ganaba fuerza es que sería tras el viaje de esta semana a Estados Unidos del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que tiene prevista una visita a la Casa Blanca el martes y una comparecencia solemne el miércoles ante el Congreso.

En su convalecencia, a Biden lo acompaña su esposa, la primera dama Jill Biden, su principal apoyo en capear el temporal. Según cuenta The Washington Post, la familia, un núcleo unido en el que el hijo, Hunter, ha cobrado un papel especial en estas semanas, está “enfadada” al contemplar lo que consideran “una guerra al estilo de Juego de Tronos entre varias facciones del partido”. Les ha molestado también “el tono” que estaban adoptando algunos miembros del partido “en sus presiones”.

En la casa de los Biden contaban con los que aún cerraban filas con el presidente en apuros. Este domingo, se han paseado por los platós de las cadenas informativas los demócratas Ro Khanna (congresista por California) y uno de sus más fieles apoyos, el representante James E. Clyburn (Carolina del Sur). Otros que no lo han abandonado son el senador Bernie Sanders y la representante Alexandria Ocasio-Cortez, ambos miembros del ala más progresista del partido.

El tira y afloja sobre el futuro del candidato adquirió mayor urgencia a la luz del triunfalismo que ha cundido en el Partido Republicano tras la convención de Milwaukee, de la que Trump salió aclamado como líder absoluto. Además, las encuestas indicaban que dos tercios de los votantes demócratas eran partidarios de un recambio.

Hasta el dinero se puso en su contra. Además de las presiones de los grandes donantes, que amenazaban con retirar sus fondos, están los datos conocidos este sábado sobre la recaudación durante el mes de junio de ambas campañas. Según esos números, el Comité Nacional Republicano ha registrado su mejor mes en años. Para conocer el alcance real del desastre de Biden en el debate para las arcas del partido, habrá que esperar al informe de agosto. Pero para entonces, el problema ya no será de Biden.

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