Ir al contenido

Marsella se levanta contra la ‘omertà’ del narcotráfico: “Hablamos porque sabemos que el silencio mata”

Una movilización con políticos, vecinos y activistas protesta contra el asesinato de Mehdi Kessaci, hermano de una activista y político antidroga

La historia es larga y está llena de capítulos sangrientos, nombres históricos del crimen organizado, literatura y películas. Pero Marsella, segunda ciudad de Francia en población (850.000 personas), capital en implantación del crimen organizado, no puede más. Este sábado unas 6.200 personas, según la policía, salieron a la calle vestidas de blanco en la mayor protesta que se recuerda contra el narcotráfico y denunciar el el asesinato de Mehdi Kessaci, hermano de un político y activista contra el narco hace nueve días. Un punto de inflexión que devuelve a la ciudad a los años ochenta, l...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La historia es larga y está llena de capítulos sangrientos, nombres históricos del crimen organizado, literatura y películas. Pero Marsella, segunda ciudad de Francia en población (850.000 personas), capital en implantación del crimen organizado, no puede más. Este sábado unas 6.200 personas, según la policía, salieron a la calle vestidas de blanco en la mayor protesta que se recuerda contra el narcotráfico y denunciar el el asesinato de Mehdi Kessaci, hermano de un político y activista contra el narco hace nueve días. Un punto de inflexión que devuelve a la ciudad a los años ochenta, los tiempos en los que la mafia de la ciudad desafió al estado asesinado al juez Pierre Michel. “Hablamos porque sabemos que el silencio mata”, lanzó emocionado el hermano de la víctima.

La historia se repite ahora en su versión más salvaje. El jueves 13 de noviembre, dos sicarios a bordo de una motocicleta dispararon a Mehdi Kessaci, de 20 años, cuando se encontraba aparcando su coche en el distrito cuarto, al norte de Marsella. Era el hermano de Amine Kessaci, conocido activista y vecino de unos de los barrios del norte de Marsella, los más conflictivos y gangrenados por el narcotráfico. La policía investiga todavía el caso y los asesinos siguen en libertad. Pero la principal hipótesis es la de un asesinato encargado desde la cárcel por uno de los líderes de la DZ Mafia. Un “crimen de intimidación”, como lo calificó el ministro del Interior, Laurent Nuñez. Un paso más hacia la consolidación de un régimen hegemónico y mafioso impuesto por las bandas.

Francia lo ha interpretado como un “desafío al estado”, según el propio Nuñez. Y en la manifestación, justo donde Mehdi fue asesinado, estaba la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, “para afirmar la unidad nacional en la lucha contra el narcotráfico”. Pero también el alcalde la ciudad, Benoît Payan, y otros políticos procedentes de la izquierda, como Olivier Faure y Boris Vallaud (PS), Marine Tondelier (Los Ecologistas) o François Ruffin, también viajaron a Marsella y participaron en la protesta entre gritos de “justicia para Mehdi”. “Necesitamos justicia social, compromiso por parte del Estado y de las administraciones locales, así como apoyo a las asociaciones que hacen el trabajo cada día con muy pocos recursos”, afirmó Amine Kessaci en su discurso.

La marcha pretendía, entre otras cosas, contrarrestar el efecto ya palpable del asesinato: el silencio, el miedo y la omertà. Muchos de los activistas que trabajan en los barrios conflictivos, como educadores, mediadores o abogados, han decidido no volver a aparecer en los medios por miedo a represalias. “Este asesinato es el fracaso de nuestro estado y de Europa para asegurar la protección de sus ciudadanos. Amine era un político que combatía el narcotráfico. Y atacar a un político y a su familia en Francia es atacar al estado. Vamos a dar un paso atrás, no se podrá hablar en público. Si la lucha continúa, tendrá que ser desde el anonimato y discretamente para no buscarse problemas”, explica esta letrada que pide anonimato.

Los asesinos de Mehdi no han sido detenidos. La motocicleta apareció calcinada lejos del lugar del homicidio. No hay demasiadas pistas. Pero las primera investigaciones apuntan Amine O., conocido como Mamine o Jalisco, uno de los líderes de la DZ Mafia. El delincuente se encuentra en una prisión de alta seguridad, pero se sospecha que pudo organizar el crimen desde la cárcel, tal y como ocurre habitualmente.

La situación es “grave”, reconoce el vicealcalde de Marsella, Pierre Huguet en conversación con El PAÍS. “Es un punto de inflexión inédito en Marsella que recuerda los años 80 con el asesinato del juez Michel. La situación es muy preocupante. El alcalde, desde el principio de su mandato, ha pedido instrumentos suplementarios de justicia y policía para lucha eficazmente contra el narcotráfico”, señala antes de expandir el problema a toda Francia. “Hoy la cuestión del narcotráfico es nacional, no solo marsellesa. Pero la seguridad y la lucha contra el narcotráfico es una competencia del estado”, matiza apuntando a ciudades como Grenoble, Nîmes o Toulousse, profundamente afectadas por el fenómeno.

La Castellane (el barrio donde nació Zinedine Zidane), La Paternelle, La Savine, Les Rosiers o Frais Vallone, el barrio donde crecieron los hermanos Kessaci, a solo unos minutos del lugar donde fue asesinado Medhi. Durante un tiempo han sido territorios inexpugnables para la policía o para quien no fuera a comprar droga. En los últimos años, dos bandas rivales libraron una sangrienta guerra que dejó casi un centenar de muertos:la DZ Mafia(DZ se refiere a la palabra Argelia en árabe y en lenguas bereberes) y Yoda. El resultado fue la desaparición de los segundos y una cierta pacificación de sus viejos cuarteles generales. “Han bajado los asesinatos, pero ha crecido la sensación de impunidad de esta organización”, opinan fuentes policiales.

Marsella, segunda urbe más poblada del país con 850.000 habitantes, es hoy una ciudad partida por la mitad: un norte pobre, los llamados quartiers nord, y un sur, relativamente rico. La mitad de los habitantes de 41 barrios puede considerarse pobres. Más allá de la seguridad, el Ayuntamiento tiene competencias para trabajar socialmente en ahí, como lo hacen incansablemente asociaciones como APIS, del mediador Momo Benmedoour. Activista desde hace 13 años, recorre los barrios, habla con los jóvenes, les ofrece alternativas al narcotráfico y supervisa su estancia en la cárcel si terminan cometiendo un delito. El sábado estaba en primera fila de la protesta. “Se habla demasiado de ellos. Son jóvenes que hemos visto crecer a todos. Algunos han cometido actos muy graves, pero la mayoría está muertos o en prisión. Existen, claro. Pero es una organización que tiene dos años de existencia y no sabemos el poder que tiene. El problema es que entran en esas delincuencia porque son chicos desorientados, que viven en condiciones lamentables, insalubres, y muchos sin un padre en casa. La madre limpia otras casas o vive con las ayudas, y cuando el pequeño crece ahí y ve el tráfico desde que crece piensa que es el único medio que tiene para prosperar”, apunta.

Momo, que asegura no tener miedo, subraya también la gravedad del momento. “Es una amenaza para todos y todo el mundo está nervioso. Es el método de Cosa Nostra en los años 80, cuando se atacaba periodistas, políticos, jueces… Y se hacía para que no se hablase, para que no hubiera arrepentidos”. De momento, Marsella sigue levantándose y levantando la voz para evitar normalizar a la mafia.

Sobre la firma

Más información

Archivado En