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La revuelta de los jóvenes Z deja una herida generacional abierta en Marruecos: “No estudio para emigrar”

Los disturbios sociales pierden fuerza entre un paisaje de destrucción en el área metropolitana de Agadir, donde las fuerzas de seguridad abatieron a tiros a tres manifestantes que asaltaban un puesto policial

Manifestación de jóvenes marroquíes en Casablanca, el pasado jueves. Foto: Associated Press/LaPresse (APN) | Vídeo: EPV

El imán —un funcionario estatal en Marruecos— llamaba a la calma durante el rezo de este viernes desde el almimbar de la mezquita de la avenida central de Leqliaa (90.000 habitantes), población satélite de Agadir, en la costa sur del país. “Protestar para reclamar derechos es legítimo”, argumentaba el clérigo musulmán en el principal sermón de la semana, “pero el Corán prohíbe la violencia y la destrucció...

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El imán —un funcionario estatal en Marruecos— llamaba a la calma durante el rezo de este viernes desde el almimbar de la mezquita de la avenida central de Leqliaa (90.000 habitantes), población satélite de Agadir, en la costa sur del país. “Protestar para reclamar derechos es legítimo”, argumentaba el clérigo musulmán en el principal sermón de la semana, “pero el Corán prohíbe la violencia y la destrucción”. A dos centenares de metros del templo —en cuyo exterior oraba una comunidad mayoritaria de hombres de mediana edad, abrumada por el futuro de sus hijos—, los muros tiznados por el fuego daban testimonio del asalto al cuartel de la Gendarmería. Cientos de jóvenes intentaron incendiar el puesto policial en la noche del miércoles. Tres de ellos cayeron muertos por disparos de las fuerzas de seguridad en el incidente más sangriento de la multitudinaria revuelta social de los jóvenes de la generación Z, un movimiento sin precedentes en el país magrebí en una o dos décadas.

“La parafarmacia Sherezade ha resultado indemne, pero la farmacia ha quedado completamente calcinada”, explicaba Mohamed, un vecino de 55 años, en el centro de Inezgán (140.000 habitantes), capital de la prefectura provincial que incluye Leqliaa. Paredes y escaparates ennegrecidos en el Banco Postal, vidrieras apedreadas en el supermercado Marjane (propiedad de la familia real), señales de tráfico rotas en cada esquina, componían un paisaje de destrucción. Estas conurbaciones fabriles y comerciales del Marruecos real, en vívido contraste con los hoteles y urbanizaciones de lujo de las playas de Agadir, muestran ahora la herida generacional que se ha abierto en el país norteafricano, donde los más jóvenes, los nacidos en los últimos tres decenios, han dicho basta.

“Claro que simpatizo con GenZ 212 (el movimiento en redes sociales que convocó la protestas hace una semana). Queremos una mejor sanidad, para que no vuelva a haber muertes por negligencia en los hospitales públicos, pero sobre todo necesitamos mejor educación”, razonaba Hissam, de 23 años, estudiante de Filología Árabe en la entrada a la facultad de la Facultad de Letras de Agadir, mientras mostraba sonriente su ortodoncia metálica dental a lomos de una motocicleta. Las protestas han cobrado mayor intensidad en el sur del país, donde en septiembre fallecieron ocho mujeres embarazadas a las que se practicaron cesáreas en el hospital regional de Agadir, unas muertes atribuidas por medios locales al mal estado del material anestésico.

“Las movilizaciones ya parecen haber terminado aquí. Esperamos que el Gobierno cumpla su palabra y apruebe inversiones sociales”, se despedía Hissam. Otros alumnos del Campus de Humanidades preferían callar, a pesar de que el despliegue policial se ha reducido considerablemente en toda la zona tras el estallido de la noche del miércoles.

De las áridas barriadas populares periféricas se pasa sin apenas solución de continuidad a las praderas de los campos de golf, al vergel que rodea junto a la costa el palacio real de Agadir, uno de los que el rey Mohamed VI tiene a su disposición en las principales ciudad del reino jerifiano. Como en la mayoría de las grandes urbes, el grupo español ALSA gestiona aquí el servicio municipal de autobuses. Como en los destinos turísticos punteros, cadenas como Iberostar o Riu controlan hoteles de cinco estrellas en primera línea de una playa de casi 10 kilómetros que invita a memorables paseos.

Un país de dos velocidades

Al cumplir 26 años de reinado, Mohamed VI llamó en su discurso anual de la Fiesta del Trono a evitar una ruptura económica y combatir las desigualdades. Dos meses antes de que estallara la actual revuelta juvenil, que se ha extendido por casi todas las urbes y regiones, el monarca de la dinastía alauí afirmó que no hay cabida para un Marruecos “de dos velocidades”, y que las políticas públicas deben contribuir a mejorar la situación de los ciudadanos. El soberano hizo hincapié en las diferencias entre territorios. Ahora se abre también una fractura generacional, precisamente con una reivindicación juvenil que reclama, como el mismo Mohamed VI dijo, “políticas públicas inclusivas” y la mejora de los servicios sociales, la sanidad y la educación.

En el campus universitario de Agadir —en la nueva urbe surgida tras el terremoto que arrasó la antigua ciudad costera en 1960 y se cobró más de 10.000 muertos—, los estudiantes regresaban al mediodía de este viernes a sus casas en el comienzo del fin de semana. Haula, de 18 años, vive como un sueño sus primeros días en la Facultad de Letras, donde aspira a convertirse en profesora de inglés. “Quiero quedarme en mi país, no estudio para poder emigrar a Canadá o Australia”, aseguraba convencida, “pero para eso el Gobierno tiene que aumentar el presupuesto para Educación”.

En las últimas marchas de la protesta, los jóvenes han reclamado la dimisión del Gobierno presidido por el conservador Aziz Ajanuch, al que acusan de priorizar las grandes inversiones para el Mundial de Fútbol de 2030, que Marruecos coorganiza con España y Portugal, en detrimento del gasto social, en particular en Educación y Sanidad.

Las manifestaciones pacíficas se reanudaron en la tarde del viernes en decenas de ciudades marroquíes, esta vez con el visto bueno de las autoridades y encuadradas de cerca por las fuerzas de seguridad. Rabat, Casablanca, Tánger, Fez o Tetuán fueron escenario de las marchas convocadas por GenZ 212 para redoblar las exigencias sociales de los jóvenes.

La revuelta de los jóvenes parece haberse apaciguado en las últimas horas, como predicaban este viernes ulemas e imanes al servicio del Estado. GenZ 212, un movimiento juvenil surgido en redes como TikTok o plataformas de juegos en línea como Discord, ha dirigido al Palacio Real una lista de reivindicaciones en un giro político del movimiento social. Es el memorial de agravios de una generación que espera ser oída en un Marruecos que crece con la celeridad de sus nuevas autopistas y líneas ferroviarias de alta velocidad, pero que deja atrás a campesinos aislados del Atlas o a los también bereberes del Rif. Y, como ahora se observa, a muchos de quienes no han cumplido aún los 30 años.

Algunos ciudadanos han llevado flores al cuartel de la gendarmería de Leqliaa, y el Ministerio del Interior sostiene que los agentes actuaron en legítima defensa. Para que la muerte de los tres manifestantes no arroje sombras de duda sobre el Estado en la represión de las protestas, que se han saldado con cientos de heridos y más de 400 detenidos, Amnistía Internacional ha solicitado este viernes la apertura de una investigación sobre el “uso excesivo de la fuerza” por parte de las fuerzas de seguridad. La protesta social más extendida registrada en Marruecos desde la Primavera Árabe en 2011, que forzó una reforma constitucional prodemocrática, ha dejado una huella de ira. En el calcinado puesto policial próximo a Agadir, un fuerte con torres almenadas de inspiración colonial francesa, Marruecos se afana ahora en pasar otra página de trágica memoria.

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