El plan para Gaza de Trump y Netanyahu: una encerrona a Hamás sin plazos ni garantías
El texto, acordado sin contar con el movimiento islamista, le coloca entre la espada y la pared, al exigirle rendirse y entregar enseguida a todos los rehenes, sin más contrapartidas que el fin de la masacre y la renuncia a la limpieza étnica
Los 20 puntos del plan presentado este lunes por Trump y Netanyahu solo contienen un plazo: las 72 horas que tiene lo poco que queda de Hamás para entregar de golpe su única baza negociadora (los 48 rehenes, menos de la mitad con vida) desde que Is...
Los 20 puntos del plan presentado este lunes por Trump y Netanyahu solo contienen un plazo: las 72 horas que tiene lo poco que queda de Hamás para entregar de golpe su única baza negociadora (los 48 rehenes, menos de la mitad con vida) desde que Israel lo acepte formalmente. Todo lo demás carece de fechas, garantías y, sobre todo, acuerdo de la otra parte: el movimiento islamista, que aseguraba no haber recibido el texto ni siquiera antes de que la propia Casa Blanca lo distribuyese a los periodistas. Se trata, básicamente, de un ultimátum para que acepte su rendición incondicional.
Su difusión coloca a Hamás entre la espada y la pared. De un lado tiene las amenazas si no lo acata: de Netanyahu (“acabaremos el trabajo por nuestra cuenta”) y de Trump (“cuenta con todo mi apoyo para hacer lo que tenga que hacer”). Y el sufrimiento de una población exhausta tras casi dos años de muerte, hambre e interminables desplazamientos forzosos. Del otro, el salto al vacío de plegarse a la encerrona, entregar de inmediato a los rehenes y aceptar una suerte de Gobierno extranjero supervisado por el propio Trump, sin más garantía que un papel como el que Netanyahu firmó el pasado enero y tiró a la basura dos meses más tarde, con la plena bendición del presidente de EE UU. Todo, por supuesto, sin un Estado palestino en el horizonte.
Su única victoria sería el abandono, sobre el papel, de la limpieza étnica que había planteado Trump el pasado febrero y abrazado con entusiasmo Netanyahu y sus ministros más ultras, con el apoyo de la mayoría de la sociedad israelí. El presidente de EE UU cambió varias veces de versión, pero en su momento aseguró que los palestinos que abandonasen una Gaza invivible tras casi dos años de devastación no podrían volver. El punto 8 del plan señala, en cambio, que “nadie será obligado a abandonarla y quienes deseen irse serán libres de hacerlo y de regresar”. “Animaremos a la gente a quedarse y les ofreceremos la oportunidad de construir una Gaza mejor”, prosigue.
Es, también, un freno al sueño de los socios más extremistas de Netanyahu de anexionar y recolonizar Gaza, con el que ya se frotaban las manos, imaginando proyectos inmobiliarios o un barrio residencial para policías israelíes en la costa de la Franja.
El plan difundido por la Casa Blanca recuerda al alto el fuego entre Israel y Hezbolá que EE UU y Francia negociaron en Líbano el año pasado, tras más de dos meses de guerra en los que la milicia quedó seriamente diezmada y descabezada. Las Fuerzas Armadas de Israel han seguido bombardeando desde entonces casi a diario territorio libanés (este mismo lunes ha matado a otros dos miembros de Hezbolá) y presiona a su débil Estado para desarmar al grupo. Cuando tenían que retirarse al otro lado de la frontera, incumplieron en el último momento el pacto, al dejar cinco posiciones militares en el sur.
En este caso, la tarea de “desmilitarizar Gaza” estará supervisada por “observadores independientes” e “incluirá la inutilización permanente de armas mediante un proceso acordado de desmantelamiento”. “Los socios regionales garantizarán que Hamás y las facciones cumplan con sus obligaciones y que la Nueva Gaza no represente una amenaza para sus vecinos ni para su población”, señala.
Un ejemplo de los retos que plantea un camino sin fechas y cocinado entre una de las partes (Israel) y su principal aliado (EE UU), sin contar con la otra, es la diferencia de interpretación sobre el significado de “fin de la guerra”. El texto reza: “Si ambas partes están de acuerdo con esta propuesta, la guerra terminará de inmediato”. Netanyahu ha hablado, en cambio, en la rueda de prensa de una “modesta retirada” inicial, seguida de la liberación de los rehenes y del establecimiento del organismo internacional para desarmar a Hamás. “Si este organismo internacional tiene éxito, habremos terminado permanentemente la guerra”, puntualizó.
El texto reserva a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) —que legalmente debería recuperar el control de Gaza según los acuerdos firmados con Israel desde los años noventa— un papel con tantos condicionales y a tan largo plazo que suena a desiderátum. En una primera fase, por supuesto sin fecha, el organismo internacional “establecerá el marco y manejará la financiación para la reurbanización de Gaza hasta el momento” en que la ANP “haya completado su programa de reforma” y “pueda recuperar el control de Gaza de manera segura y efectiva”. El cuándo queda en la práctica en manos de Israel.
El plan trata las ruinas del enclave palestino principalmente como una oportunidad de inversión. Planea la creación de “un plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y dinamizar Gaza, convocando a un panel de expertos que han ayudado a dar a luz a algunas de las prósperas ciudades milagrosas modernas en Oriente Medio”. Muy en la línea del vídeo creado por inteligencia artificial que el presidente de EE UU difundió en febrero, imaginando la Gaza del futuro como una especie de Dubai con gente sonriente, billetes al viento y Elon Musk de vacaciones. También menciona “propuestas de inversión reflexivas e ideas de desarrollo emocionantes” elaboradas por “grupos internacionales bien intencionados” y el establecimiento de “una zona económica especial con aranceles preferenciales y de acceso que se negociarán con los países participantes”.
El punto 5 incluye incluso una pueril mención a la amnistía que recibirán los miembros de Hamás que entreguen sus armas y “se comprometan a la coexistencia pacífica”. Y el 18, “un proceso de diálogo interreligioso basado en los valores de tolerancia y coexistencia pacífica para tratar de cambiar la mentalidad y las narrativas de palestinos e israelíes, haciendo hincapié en los beneficios que pueden derivarse de la paz”.
Retirada incompleta
Israel, en cualquier caso, no retirará plenamente sus tropas, sino que mantendrá (a priori de forma permanente) el control de lo que llama una “zona tampón”. Es algo que ya había dejado claro desde el inicio de la invasión. De hecho, las tropas han ido demoliendo todos los edificios en el perímetro, que seguirá aislando la Franja de Egipto.
Como recordaba este lunes el comentarista de asuntos diplomáticos del diario israelí Haaretz Amir Tibon, el acuerdo será un “fracaso desastroso” si Trump no convence al grupo islamista —a través de los mediadores— y a la comunidad internacional de que, esta vez sí, controlará a Netanyahu. Hamás tiene todos los motivos para desconfiar porque, hasta ahora, el primer ministro israelí ha hecho lo contrario.
Primero, con el citado alto el fuego de enero pasado, en los últimos días de la Presidencia de Joe Biden. Netanyahu aceptó básicamente el mismo texto que llevaba meses rechazando, como regalo de bienvenida al presidente republicano, que estaba a punto de regresar a la Casa Blanca.
El pacto contenía tres fases. En la primera, Israel recuperó 33 rehenes a cambio de cesar casi todos los bombardeos, excarcelar unos mil presos palestinos y permitir el ingreso de más ayuda humanitaria. La última fase era el alto el fuego permanente. Netanyahu se negó a negociar ya el paso a la segunda fase, cortó toda entrada de comida, agua y electricidad a Gaza, y rompió la tregua por sorpresa con una madrugada brutal de bombardeos que dejó más de 400 muertos. Netanyahu había rubricado el acuerdo con la intención de cumplir solo la primera fase, según su propio ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Trump bendijo la defunción de su propia criatura y responsabilizó a Hamás, pese a que había respetado los términos del pacto más que el primer ministro israelí.
Era marzo de 2025. Dos meses más tarde, llegó la liberación sin contrapartidas por Hamás de Edan Alexander. Es un estadounidense-israelí que nació en Tel Aviv, pasó casi toda su vida en EE UU y, al regresar a su país natal, se alistó en el ejército. Fue capturado durante el ataque de Hamás de octubre de 2023, en la base militar donde vigilaba la frontera. Es la única entrega que Washington negoció directamente con una organización, Hamás, a la que define como terrorista. Fue, básicamente, un gesto “de buena fe” hacia Trump (como él mismo lo definió) que no cambió nada, una vez que el exrehén recibió una calurosa bienvenida en Nueva Jersey.
Más allá de pedir perdón a Qatar este mismo lunes, obligado por Trump, Netanyahu tampoco pagó precio alguno por tratar de asesinar en Qatar a los líderes de Hamás en el exterior. Justo estaban reunidos para analizar un borrador del plan que este lunes han acabado viendo por televisión como un trágala.