Ir al contenido

16 historias acabadas antes de tiempo en el funicular de Lisboa: de la directora de teatro al galés que amaba los trenes

Un tranvía articulado llevará el nombre de André Marques, el guardafrenos portugués que murió tratando de evitar el descarrilamiento

André Marques, de 45 años, dejó de ser un guardafrenos desconocido de Carris, la empresa de transporte municipal de Lisboa, el día de su muerte: el miércoles 3 de septiembre. Los 50 segundos que estuvo al frente de un funicular condenado a despeñarse por una rampa con un 18% de inclinación media tras una cadena de fallos le convirtieron en “un héroe”, en opinión del alcalde de Lisboa, Carlos Moedas.

Las primeras investigaciones han permitido averiguar que las últimas decisiones de Marques fueron las correctas, según el informe preliminar del Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes con Aeronaves y Accidentes Ferroviarios, un organismo estatal. Después de que se soltase el cable que unía las dos cabinas para propiciar el desplazamiento por contrapeso, el empleado de Carris activó los dos sistemas de frenado. Ninguno respondió. Su cabina alcanzó una velocidad de 60 kilómetros por hora (la máxima en condiciones normales es de 11,5).

El inmaculado historial del elevador de la Gloria, que jamás había tenido un siniestro mortal en 140 años de actividad, se manchó para siempre. Tanto, que la desconfianza en estos transportes pensados para salvar colinas abruptas −y Lisboa tiene siete, tantas como Roma− ha llevado a suspender servicios similares en la capital y otras localidades portuguesas como Nazaré.

No hay fecha marcada para el reinicio de los viajes en el funicular de la Gloria, pero sí se sabe que los icónicos eléctricos de Lisboa recordarán a André Marques a diario: Carris ha anunciado que bautizará uno de los tranvías eléctricos articulados de su nueva flota con su nombre “en reconocimiento a su profesionalidad y dedicación”.

El guardafrenos fue uno de los 16 fallecidos en el accidente. Todos ellos han sido ya identificados por la Fiscalía General de la República, que investiga el suceso. Se trata de ocho mujeres y ocho hombres, con edades comprendidas entre los 36 y los 82 años. La mayoría eran extranjeros de siete nacionalidades, además de cinco portugueses. Estas son algunas de sus biografías, truncadas el pasado miércoles 3. Antes de tiempo.

André Bergeron y Blandine Daux. El matrimonio (él canadiense, ella francesa residente en Canadá) estaban jubilados y se habían conocido en el Centro de Conservación de Quebec, una institución impulsada por el primero hace más de cuatro décadas. André Bergeron, de 70 años, era una autoridad en la restauración de restos subacuáticos. Sus artículos científicos son citados a menudo, desde que ideó un proceso para rescatar y preservar los vestigios del Elizabeth and Mary, uno de los barcos de la expedición militar que dirigía sir William Phipps para tomar Quebec en 1690. “El arqueólogo debe comprometerse en el proceso de preservación de la misma manera que lo hace con los objetos que descubre y con los datos de su excavación”, afirmaba en uno de sus textos más citados, Conservación arqueológica y patrimonio marítimo. ¡Un mismo combate! Tras su jubilación, Bergeron se había implicado en el Slave Wrecks Project, una iniciativa impulsada por varias instituciones internacionales para investigar la historia del tráfico de esclavos, incluidos los restos de naufragios de algunos barcos.

Aziz Benharref. Canadiense de origen marroquí, estaba disfrutando de una semana de vacaciones en Lisboa junto a su esposa, Hind Iguernane, que sobrevivió al descarrilamiento. Desde el hospital portugués donde sigue internada, la viuda relató así a la cadena CTV los 50 segundos vividos en el funicular: “Fue aterrador, iba muy, muy rápido, como si fuera por una autopista, y todos comenzaron a gritar. Yo llamé a Aziz pero no contestó”. La pareja había intercambiado sus asientos al subir al elevador en lo alto de la calzada de la Gloria. “Nos sentamos uno al lado del otro. Se suponía que yo debía sentarme en su lugar, y él me dijo que me moviera un poco porque era más cómodo para mí”, contó. Aziz Benharref, de 42 años, trabajaba en una empresa tecnológica y vivía en el barrio de Orleans, en Ottawa, desde hacía seis años.

Andrew David Keneth Young. El galés fue la víctima de mayor edad (82 años). Murió haciendo aquello que más le apasionaba. En una nota difundida por la Policía del Norte de Gales, sus allegados explicaron que había trabajado como agente de aduanas en Holyhead desde 1980 y que, tras su jubilación, había organizado viajes para visitar ferrocarriles y tranvías históricos en todo el mundo. “Es un consuelo para sus hijos, su madre y sus hermanos que sus últimos momentos los haya dedicado a la afición que le dio tanta felicidad”, según el comunicado familiar.

Kayleigh Smith y William Nelson. Formada como directora de teatro y actriz, la británica Kayleigh Smith conoció a su pareja, William Nelson, en una escuela de teatro de Mánchester donde él trabajaba como profesor. Tenían 36 y 44 años. En una nota remitida por la policía de Cheshire, el hermano menor de Nelson afirmaba lo siguiente: “Siempre era amable, desinteresado y protector. El mundo no será normal sin él. Era y siempre será mi héroe”. La familia de la directora de teatro destacaba algunas de sus cualidades como la amabilidad, que le resultó muy útil cuando trabajó en una funeraria, o su sentido del humor. En su web, el MAD Theatre de Cheshire, donde ella colaboraba, la elogiaba así: “Kayleigh fue un miembro valioso de nuestra sociedad y realizó contribuciones considerables tanto al MADS como al teatro en el noroeste. Es una pérdida muy triste para todos los que trabajamos en el teatro”.

Heather Lynn Hall. La única víctima mortal estadounidense había acudido a Lisboa para dar una conferencia. Hall, de 52 años, madre de dos hijas, era profesora de la Universidad de Charleston, en Carolina del Sur, donde trabajaba en el departamento de formación de docentes como especialista en alfabetización y educación especial. “Heather fue una profesional dedicada y profundamente comprometida con la educación infantil temprana y especial”, escribió una colega en un post del Centro de Excelencia en Educación, Investigación y Servicios para Discapacidades, una institución creada por el presidente John F. Kennedy en 1963. “Deja un legado de amor, valentía, inclusión y alegría”, escribió su familia. Hall, que se formó con una beca Fullbright en Ghana, adoraba viajar con sus estudiantes (la última foto que subió a su Facebook fue de su escapada a Venecia en mayo) y tenía programado un viaje a Belice, según la radio pública de Carolina del Sur.

Pedro Trindade, Alda Matias, Ana Paula Lopes y Sandra Coelho. Empleados de la Santa Casa da Misericordia, una institución social que tiene su sede principal a pocos metros de la parada del elevador junto al mirador de San Pedro de Alcántara, en el Barrio Alto, los cuatro compañeros habían subido juntos a la cabina, minutos después de salir del trabajo. Trindade, de 61 años, había sido árbitro de voleibol y también trabajaba como profesor en la Escuela de Hostelería y Turismo. Matias era abogada de la casa, mientras que Lopes y Coelho eran empleadas de la institución, que no ha concretado su ocupación.

Se desconocen aún detalles de cuatro víctimas: una suiza, un ucranio de 54 años y dos turistas de Corea del Sur.

Sobre la firma

Más información

Archivado En