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Un dron en casa de los Wesolowski

En la Polonia fronteriza con Ucrania y Bielorrusia, la amenaza rusa es una realidad presente y es una larga historia de guerras y destrucción

Casa dañada por un fragmento de un presunto dron ruso derribado en Wyryki, Polonia, el 10 de septiembre.Foto: Jakub Orzechowsk (Agencja Wyborcza vía REUTERS) | Vídeo: EPV

La guerra siempre estuvo cerca de este pueblo en una zona de lagos, bosques y campos, en los confines de Polonia.

Estas son las “tierras de sangre”, como las llamó el historiador Timothy Snyder, el pedazo de Europa en el que Hitler y Stalin asesinaron a millones de personas entre principios de los años treinta y el final de la II Guerra Mundial. No hace falta remontarse tan atrás, en realidad. La aldea de Wyryki está a unos kilómetros de la frontera ...

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La guerra siempre estuvo cerca de este pueblo en una zona de lagos, bosques y campos, en los confines de Polonia.

Estas son las “tierras de sangre”, como las llamó el historiador Timothy Snyder, el pedazo de Europa en el que Hitler y Stalin asesinaron a millones de personas entre principios de los años treinta y el final de la II Guerra Mundial. No hace falta remontarse tan atrás, en realidad. La aldea de Wyryki está a unos kilómetros de la frontera con Bielorrusia y Ucrania tampoco queda lejos. En esta región, en primera línea de la OTAN y una UE que sienten el aliento de Rusia, los ruidos de cazas polacos y aliados en el aire son un paisaje habitual desde que en febrero de 2022 Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania por tierra, mar y aire.

Pero este miércoles, las “garras” del oso ruso, por citar la expresión que usó el primer ministro polaco, Donald Tusk, se notó como hacía décadas que en Polonia, tantas veces castigada por el coloso del Este, no había notado de manera tan directa, tan visible. Alicja y Tomasz Wesolowski, jubilados de Wyryki, viven de milagro. Estaban acostumbrados a oír los aviones, pero el avión que ese día, de madrugada, escucharon sobrevolando su casa de tres pisos al lado de la carretera que cruza el pueblo era extrañamente cercano. El ruido era más fuerte de lo habitual. Eran las 6.30 y se habían despertado un poco antes y habían dejado su dormitorio, en la buhardilla. Tomasz miraba abajo en el televisor las noticias: las fuerzas aéreas polacas habían interceptado esta noche varios drones rusos. Alicja tenía que tomarse la presión y también bajó a la planta baja.

A lo largo del día, cuando las fuerzas del orden ya habían cortado la carretera y la imagen de su casa con el techo destrozado y restos del edificio en el jardín se vio en todo el mundo, ambos no se cansarían de repetir a los periodistas, una y otra vez, lo que ocurrió entonces. “Hace mucho ruido este avión”, le dijo ella a él. El ruido se hizo más fuerte. Entonces escucharon una explosión. No sabían qué había sido. El marido, según contaría ella después, vio cómo saltaban por los aires partes del tejado. Ella salió al jardín y miró al cielo: vio un avión que daba tres vueltas por encima de la casa, antes de alejarse.

Lo que había ocurrido lo entendieron más tarde, y había ocurrido de manera similar en varios puntos del cielo polaco. Las fuerzas aéreas de Polonia y de la OTAN detectaron, a partir de las 23.00 horas de la noche anterior, una multitud de incursiones de drones en el cielo polaco, precedentes de la vecina Bielorrusia, país aliado con Rusia. Se habían producido otros episodios parecidos, como el misil que cayó en 2023 posiblemente por accidente, cerca de la frontera con Ucrania, más al sur. O casos de drones extraviados. Esta vez, las autoridades polacas dan por hecho que la incursión es intencionada y, en todo caso, la respuesta —Polonia y la OTAN derribando drones rusos en territorio polaco— es insólita. Las incursiones duraron siete horas en total, forzaron el cierre de varios europeos y han elevado la tensión entre Rusia y los socios occidentales.

Lo que ocurrió exactamente sobre la vivienda de los Wesolowski fue que los aviones aliados detectaron un dron ruso que sobrevolaba la zona y lo derribaron con la mala fortuna que cayó sobre sus cabezas. Ambos quedaron indemnes, ni un rasguño. Tampoco hubo muertos ni heridos en el resto de incidentes por el centro y el este del país, donde los drones fueron interceptados. Visiblemente el dron que, tras ser derribado, cayó aquí no iba armado, y los daños que causó se debieron al impacto. Al atardecer, en la oscuridad de este pueblo mal iluminado, la carretera seguía cerrada, Alicija Wesolowska seguía contando su historia a los periodistas y equipos de televisión sin quitarse el susto del cuerpo, y el alcalde se paseaba y daba la bienvenida a los periodistas extranjeros. Tusk había dicho horas antes que, ante la “garra” rusa, Polonia —y Europa— debían responder como un puño.

En Wyryki, a esas horas no había pánico, ni alarma. Aquí la guerra ya es desde hace tiempo una presencia habitual.

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