Francia teme “cientos de muertos” tras el paso del ciclón ‘Chido’ en el archipiélago de Mayotte
El huracán, con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, deja un rastro de destrucción en las islas situadas en el Índico. Las dos terceras partes de la mayor de ellas están incomunicadas
El ciclón tropical Chido ha causado este domingo estragos en la isla de Mayotte, el departamento más pobre de Francia, ubicado en el océano Índico. El balance todavía es provisional y, previsiblemente, marginal respecto a lo que temen las autoridades: al menos 14 muertos y cerca de 250 heridos. Sin embargo, el prefecto de Mayotte, François-Xavier Bieuville, ha revelado que la situación será mucho más grave de lo que señalan esas cifras. “El hospital ha sido afectado, las escuelas también y las casas están devastadas. El fenómeno no dejó nada intacto a su paso”, ha descrito. “Creo que probablemente habrá varios cientos, quizás nos acerquemos a 1.000, incluso a varios miles de muertos”.
La situación es caótica, a pesar de que la alerta roja por el ciclón fue levantada a las seis de la tarde de este domingo hora de Mayotte (cuatro de la tarde en la España peninsular), según informó la prefectura. El ciclón, afirma, “ya no representa una amenaza para el territorio”, aunque pide “permanecer vigilantes ante el riesgo de olas e inundaciones”. La prefectura activó una “fase de salvaguardia ciclónica”, priorizando la circulación y la atención a las necesidades de la población, instando a reservar las vías de tránsito para las fuerzas de seguridad, los equipos de emergencia y los operadores de servicios vitales.
El ciclón Chido, con ráfagas que superaron los 220 kilómetros por hora, es el más intenso en golpear este territorio en más de 90 años, según Météo-France, el servicio oficial de información meteorológica del país. Los vientos violentos devastaron el archipiélago, destruyendo viviendas, arrancando techos, derribando postes eléctricos y árboles. Muchas viviendas precarias, en las que vive al menos un tercio de los 320.000 habitantes de Mayotte, están “completamente destruidas”, según el ministro del Interior dimisionario, Bruno Retailleau.
Las comunicaciones también se han visto gravemente afectadas, lo que dificulta el conteo de víctimas en una población conmocionada, confinada y sin acceso a agua y electricidad. Más de 15.000 hogares han perdido el suministro eléctrico. Y los servicios de telefonía, incluso de emergencia, están severamente restringidos.
Retailleau ha subrayado que serán necesarios “días para afinar el balance humano”, aunque ha adelantado que teme un saldo “pesado y dramático”. El presidente Emmanuel Macron expresó el domingo su “solidaridad” con los habitantes de Mayotte y prometió “tomar medidas” tras una reunión con el papa Francisco en Ajaccio (Córcega).
“La situación es extremadamente grave. No tenemos noticias de las dos terceras partes de la [mayor] isla [del archipiélago]: no podemos contactarlos ni acceder a ellos”, comentó Estelle Youssouffa, diputada del grupo “LIOT” de Mayotte, en la cadena de televisión BFMTV. “Se están dando las cifras oficiales, pero en realidad hay muchísimos desaparecidos. No hay que confundir los pueblos que están completamente incomunicados (…) con los barrios de chabolas, donde hay muy pocas posibilidades de que haya supervivientes. Todo ha sido arrasado”, ha insistido Youssouffa, al tiempo que solicitaba la declaración del estado de emergencia para poder desplegar al ejército y asegurar la isla.
A la dificultad material por establecer un balance claro de víctimas se suma un factor de carácter religioso: el 95% de los habitantes de Mayotte son musulmanes de rito suní. Por lo tanto, el entierro de un cuerpo debe realizarse dentro de las 24 horas posteriores al fallecimiento, algo que hará más complejo establecer un número fiable.
Tras golpear Mayotte, el ciclón se ha desplazado al norte de Mozambique, donde ha dejado vientos de hasta 260 kilómetros por hora y lluvias torrenciales. Allí reportaron daños significativos en viviendas, escuelas e infraestructuras de salud. El Gobierno, con apoyo de Unicef y otras organizaciones, trabaja para mitigar el impacto en las provincias de Cabo Delgado y Nampula.