Esperanza e incertidumbre entre los sirios del norte: “Estamos exhaustos, pero contentos”

En ciudades como Qamishli y Hasaka, en el noreste de Siria, miles de personas salen a las calles para celebrar la caída de El Asad, no sin cierto temor ante el devenir de los acontecimientos del país

Unos niños hacen el signo de la victoria con los dedos para celebrar la caída de Bachar el Asad, este domingo en Qamishli (Siria).Foto: Ricardo García Vilanova | Vídeo: EPV

“Habrá un golpe de Estado, un Gobierno de transición con todos los grupos representados y todo ocurrirá sin un baño de sangre”, aseguraba hace unos días Shivan, sirio residente en el norte del país, que oculta su nombre real por motivos de seguridad. Si hubiera sido cualquier otro, se podrían haber puesto sus palabras en cuarentena, pero viniendo de él, que ha vivido la revolución, la atroz represión del régimen de Bachar el Asad y la despiadada guerra civil que alimentaron tanto él como la injerencia internacional, había muchas probabilidades de que sus predicciones se cumplieran.

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“Habrá un golpe de Estado, un Gobierno de transición con todos los grupos representados y todo ocurrirá sin un baño de sangre”, aseguraba hace unos días Shivan, sirio residente en el norte del país, que oculta su nombre real por motivos de seguridad. Si hubiera sido cualquier otro, se podrían haber puesto sus palabras en cuarentena, pero viniendo de él, que ha vivido la revolución, la atroz represión del régimen de Bachar el Asad y la despiadada guerra civil que alimentaron tanto él como la injerencia internacional, había muchas probabilidades de que sus predicciones se cumplieran.

Entrar en Siria ha sido mucho más fácil esta vez que en 2011, cuando había que cruzar clandestinamente y en medio de la noche ríos, fronteras alambradas y caminos. Cuando hace dos días cayó Alepo, los sirios compartieron su emoción por poder volver a su ciudad tras años exiliados o por reunirse con sus familiares después de haber vivido encarcelados durante unos meses: “Estoy llorando al ver mi ciudad de nuevo”, escribe por WhatsApp Yasser, médico de Alepo, que ha vivido exiliado en una población fronteriza con Turquía desde hace casi una década.

Este doctor, que pasó varios años en prisión por oponerse al régimen de El Asad y luego sufrió un intento de asesinato por parte de miembros de Estado Islámico, tuvo que abandonar su ciudad en 2016, cuando el ejército gubernamental la recuperó de la insurgencia. Pero ha vuelto a casa. La suya, ahora, es una de las decenas de miles de historias que hoy se repiten por toda Siria: familias separadas por la represión y la guerra que por fin pueden reunirse y abrazarse después de que este domingo las milicias rebeldes, lideradas por la fundamentalista Hayat Tahrir al Sham (HTS) derrocasen al dictador sirio tras 13 años de conflicto. “No puedo contener las lágrimas de la emoción tras tantos años fuera de Alepo”, exclama Yasser.

En el norte del país, la situación no es diferente. La perspectiva de la guerra en el norte de Siria es muy diferente a la de Alepo y otras ciudades del sur, pues mientras que en Hasaka o Qamishli han compartido autoridades —hasta ahora han estado administradas a medias entre el Gobierno y las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) dirigidas por los kurdos—, las segundas han pasado años muy sometidas al régimen de El Asad.

Rebeldes sirios posan en el patio central de la mezquita de los Omeyas en Damasco. Abdulkerim Muhammed (Anadolu/Getty Images)
El líder del Organismo de Liberación del Levante, Abu Mohamed al Golani, participa en un acto en la histórica Gran Mezquita de los Omeyas en Damasco (Siria).Yayha Nemar (EFE)
Plató de la televisión estatal siria, con la bandera de la oposición siria. Getty Images (Getty Images)
Saqueo de una de las residencias privadas de Bachar el Asad en el barrio damasquino de Malkeh, este domingo.Hussein Malla (AP)
Un hombre trata descolgar una lámpara de cristal de la residencia privada de El Asad en Damasco. Hussein Malla (AP)
Un grupo de personas avanza por las escaleras de la residencia privada de El Asad en el distrito de Malkeh, Damasco. Hussein Malla (AP)
Un rebelde sirio, sentado en un despacho del palacio presidencial, este domingo en Damasco.OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Un grupo de personas busca entre las pertenencias de los El Asad en su residencia privada de Damasco este domingo. Hussein Malla (AP)
La residencia privada de Bachar el Asad, saqueada tras la caída del régimen este domingo. Hussein Malla (AP)
Un retrato del presidente sirio Bachar el Asad yace en el suelo, este domingo, tras haber sido arrancado de una pared del palacio presidencial del Damasco.OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Vista del interior del palacio presidencial en Damasco, tras la caída de El Asad.Associated Press/LaPresse Hussein Malla (APN)
Un grupo de sirios pasea por el interior del palacio presidencial este domingo. Hussein Malla (AP)
Sirios se fotografían en el interior del palacio presidencial de Damasco. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Un rebelde se hace fotos a las puertas del palacio presidencial de Damasco. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Una mujer toma fotografías del interior del palacio presidencial en Damasco. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Rebeldes sirios celebran la caída de El Asad en la céntrica plaza de los Omeyas de Damasco. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Un rebelde celebra la quema la corte militar de Damasco, una de las instituciones represivas del régimen de El Asad. Hussein Malla (AP)
Cartel propagandístico de Bachar El Asad, destruido tras la caída del régimen. Getty Images (Getty Images)
Estatua del expresidente sirio Hafez al Asad en Qamishli, este domingo.Orhan Qereman (REUTERS)
Un hombre fuma en un narguile, acompañado de su café, mientras hace la señal de la victoria en Damasco tras la caída del régimen de El Asad. HASAN BELAL (EFE)
Un grupo de soldados y partidarios del régimen de El Asad, detenido por los rebeldes en la carretera que une Homs y Damasco. Ghaith Alsayed (AP)
Los rebeldes sirios levantan sus armas para celebrar la caída del régimen sirio en la plaza de los Omeyas de Damasco.Getty Images (Getty Images)
Una multitud se congrega este domingo en la plaza Saadallah al Jabiri de Alepo (Siria) para celebrar la caída del régimen de Bachar el Asad.Karam al-Masri (REUTERS)
Combatientes rebeldes cerca de la embajada iraní de Damasco con un póster roto de los difuntos Sayyed Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, y del comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria iraní, Qassem Soleimani.Firas Makdesi (REUTERS)
Los rebeldes sirios viajan subidos en la parte trasera de una camioneta en las calles de Homs, tomada el sábado pasado.BILAL ALHAMMOUD (EFE)
Rebeldes sirios disparan sus fusiles para celebrar la caída del régimen de El Asad este domingo. Hussein Malla (AP)
Dos hombres sujetan una bandera subidos al techo de un coche, este domingo en Damasco. Firas Makdesi (REUTERS)
Varias personas levantan los brazos celebrando la caída de Bachar el Asad, este domingo en Qamishli (Siria).Orhan Qereman (REUTERS)
Un combatiente rebelde pisa la cabeza de una estatua de Hafaz El Asad, padre del depuesto dictador Bachar El Asad. Hussein Malla (AP)
Alegría en las calles de Damasco tras la caída de régimen de El Asad. Ghaith Alsayed (AP)
Refugiados sirios cruzan la frontera entre Líbano y Siria para volver a sus hogares tras la caída de El Asad. Amr Abdallah Dalsh (REUTERS)
Un hombre cruza la frontera entre Líbano y Siria para volver a su país tras el derrocamiento de Bachar El Asad. Amr Abdallah Dalsh (REUTERS)
Un rebelde hace la señal de victoria en el centro de Damasco este domingo. Firas Makdesi (REUTERS)
Rebeldes sirios avanzan este domingo por la ciudad estratégica de Homs. BILAL ALHAMMOUD (EFE)
Celebración de la llegada de los rebeldes sirios a Damasco este domingo. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)
Dos jóvenes queman la bandera del régimen de El Asad, en las calles de Qamishli (Siria).Orhan Qereman (REUTERS)
Un rebelde abraza a una mujer en Homs este domingo. BILAL ALHAMMOUD (EFE)
Los vecinos de Damasco, encaramados a un carro de combate, celebran la llegada de los rebeldes a la capital en las primeras horas de este domingo. OMAR SANADIKI (AP/LaPresse)

Pero aun así, reina la alegría entre miles de personas que se sienten liberadas de la represión. En las ciudades cambian las banderas oficiales por la cuatricolor con tres estrellas de la revolución, y la población llora y se abraza. Los sirios sienten emoción al saberse liberados de una dictadura familiar de más de medio siglo y de un régimen que respondió a las protestas de la Primavera Árabe siria con masacres y bombardeos de la aviación rusa. “Estamos muy felices, somos libres”, responde cualquiera al que se le pregunte.

Por las carreteras del norte de Siria circulan camiones y coches llenos de familias que huyen, pero también de otras que vuelven a sus ciudades de origen, donde se encontrarán con soldados disparando salvas al aire para celebrar la caída de su dictador. En la ciudad de Qamishli, en la frontera turca, el tráfico de vehículos es intenso; los conductores tocan el claxon, exhiben banderas por la ventanilla. Entre los peatones, reunidos en multitud, algunos han quemado neumáticos, y se escuchan disparos al aire, pero el ambiente es de festividad. Hasta los niños participan en las concentraciones. “Estamos exhaustos, pero contentos”, comenta uno de los transeúntes.

Varias personas disparan al aire para celebrar la caída del Gobierno sirio en Damasco, este domingo. Associated Press/LaPresse (APN)

En uno de los hoteles de la ciudad, un empleado llamado Ahmed también se alegra por el repentino giro de los acontecimientos en su país. “Por fin nos hemos librado de El Asad”, celebra. Y ejemplifica la gran diferencia que encuentra en pequeños detalles que antes le estaban prohibidos y ahora cree que ya no: “No podía ni pronunciar la palabra bastardo, ahora ya me siento libre para hacerlo”, se jacta, haciendo referencia al dictador sirio.

Los sirios no son desconocedores de la amalgama de intereses e ideologías que hay entre los grupos y los países que han hecho caer la dictadura ni de la dificultad de mantener un equilibrio pacífico entre ellos, pero ahora es tiempo de celebración por la liberación, al margen de sus diferencias ideológicas o religiosas.

Entre el miedo y la esperanza

Aunque se respira una felicidad parecida a la de los libios cuando, en octubre de 2011, Muamar el Gadafi fue derrocado, también existe cierto temor a que se repita, como ocurrió en el país africano, la decepción y frustración que vino cuando el país se fue desmoronando por los enfrentamientos entre distintas facciones que intentaron hacerse con el poder. “Es probable que entremos en una guerra civil en poco tiempo”, cavila otro ciudadano de nombre Farek, pragmático.

Un hombre hace la señal de la victoria junto al retrato en llamas del presidente sirio Bachar el Asad, este domingo en la ciudad de Qamishli. Orhan Qereman (REUTERS)

No es el único al que le preocupa la posibilidad de que la violencia no se detenga aquí; son muchos los sirios que comparten incertidumbre por una nueva guerra que, creen, podría avecinarse entre los distintos grupos que actualmente tienen presencia en el país y están apoyados por distintos actores internacionales. Grupos que se están repartiendo el territorio después de años implicados en el conflicto y que ahora demandarán una parte del territorio, bien tomándolo por la fuerza o consolidando su control.

Pero mientras, lo que se ve en el norte de Siria el día después de la caída del dictador El Asad es alivio, celebración y emoción por la libertad conquistada y por la memoria de los cientos de miles de asesinados y represaliados en estas décadas que ya no verán esta Siria liberada, aunque sea temporalmente.

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