Fracasa la moción para destituir al presidente de Corea del Sur tras el boicot de su partido
Yoon Suk-yeol, que ha pedido perdón a los ciudadanos, ha asegurado que declaró la ley marcial por “desesperación”. Más de 150.000 personas se congregan ante la Asamblea Nacional
El presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, ha resistido la moción de destitución planteada en su contra en una atropellada sesión celebrada este sábado en la Asamblea Nacional. La votación, que era secreta, ha estado marcada por el abandono del hemiciclo de todos menos tres de los diputados del gobernante Partido del Poder Popular (PPP). Su boicot ya anunciaba que no saldría adelante. El presidente de la Cámara, sin embargo, decidió mant...
El presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, ha resistido la moción de destitución planteada en su contra en una atropellada sesión celebrada este sábado en la Asamblea Nacional. La votación, que era secreta, ha estado marcada por el abandono del hemiciclo de todos menos tres de los diputados del gobernante Partido del Poder Popular (PPP). Su boicot ya anunciaba que no saldría adelante. El presidente de la Cámara, sin embargo, decidió mantener las urnas abiertas durante unas tres horas, a la espera de que más diputados conservadores regresaran. La oposición necesitaba al menos el apoyo de ocho miembros de la formación del jefe del Estado para que prosperara la moción en su contra. No ha logrado reunirlo. De modo que, cuatro días después de provocar una de las mayores crisis políticas e institucionales del período democrático en el país asiático, y tras haber realizado una escueta disculpa pública este sábado, Yoon sigue al frente del país.
El Partido Democrático ya ha anunciado su intención de presentar una nueva moción el próximo miércoles, que se votaría el sábado que viene. Mientras, el PPP ha asegurado que existe un “camino ordenado” para que el presidente deje el cargo, aunque sin dar fechas. Hasta entonces, “quedará excluido de hecho de sus funciones”.
Entre tanto, una multitud que podría alcanzar las 159.000 personas, según una cifra de la policía citada por la agencia Yonhap, ha seguido congregada a las puertas de la Asamblea Nacional, a la espera del resultado definitivo. Aunque el ambiente ha ido pasando del festivo a la decepción a medida que avanzaba la tarde.
“Fucking terrible!”, exclamaba un joven junto a la puerta clausurada del recinto de la Asamblea Nacional al ir enterándose de las noticias. La decisión de una votación previa a la moción, que reclamaba la apertura de una investigación contra la primera dama, Kim Keon-heen, que ha sido rechazada, ya indicaba por dónde irían los tiros. Acto seguido, todos menos dos de los diputados del PPP, la formación de Yoon, abandonaban el hemiciclo; aunque finalmente se ha sumado un tercero, todo indicaba que la moción de destitución tenía pocas opciones de prosperar. La noticia, que los manifestantes han seguido a través de enormes pantallas colocadas en la calle, ha sido recibida primero con un silencio gélido y algún grito solitario. Sin gestos de furia. Con bastante deportividad.
“No puedo entender que no se unan [a la moción]. Son los representantes de la nación”, dice Lee Geon-woo, un estudiante universitario de lingüística, de 25 años, y con un aire de cantante de K-pop. Lleva una vela de luz eléctrica en la mano. Dice que la ley marcial del presidente, la intención de poner a los militares contra los ciudadanos, ha sido como tratar de desencadenar una guerra civil. “Y aún tratan de protegerle”. Mientras habla, en las inmensas pantallas led, uno de los líderes del Partido Democrático, la principal fuerza de la oposición, de centroizquierda y mayoritaria en el Parlamento, reclama, uno a uno, cantando en alto su nombre, el regreso al hemiciclo de los diputados conservadores del PPP. El joven estudiante concluye explicando la calma con la que se han tomado la situación. “Lo vamos a manejar con cuidado. Sabemos cómo devolver la nación a la normalidad”.
El día había arrancado con una retransmisión en vivo del presidente Yoon. Después de permanecer varios días enrocado en un sorprendente silencio, ha hablado finalmente. Ha comparecido a las 10 de la mañana (hora local; 02.00 en la España peninsular) con el rictus serio, corbata roja, ojeras abultadas. Ha hecho una declaración fugaz, de apenas minuto y medio, que ha parecido leer del teleprompter: “Lo siento sinceramente y pido disculpas a la gente, que debe haberse sorprendido mucho”.
A sus disculpas, ha añadido que tomó la decisión de declarar la ley marcial de emergencia el martes movido por la “desesperación” como jefe del Estado. Ha asegurado que asumirá cualquier responsabilidad política y legal; desmentido los rumores de una nueva ley marcial que han atemorizado a los ciudadanos en los últimos días; y concluido con unas palabras ambiguas que se podrían interpretar como una incipiente dimisión, o como la asunción de que, con una moción de destitución en marcha contra él en el Parlamento este mismo sábado, le queda muy poco tiempo en el poder: “Dejaré la cuestión de mi mandato y el futuro plan de estabilidad política en manos de nuestro partido”. Ha terminado su alocución doblando el cuerpo con una inclinación: perdón, de nuevo. No ha habido preguntas.
La jornada del sábado se convirtió enseguida en una carrera de negociaciones a puerta cerrada entre líderes políticos mientras el reloj de arena se iba consumiendo: la intención de la oposición era votar a las cinco de la tarde en la Asamblea Nacional la moción de destitución del presidente. Para que saliera adelante, y sumar los dos tercios de la Cámara (200 de los 300 escaños), era necesario recabar el apoyo de al menos ocho votos de la formación de Gobierno, el PPP de Yoon. Cuando se han cerrado las urnas, tras el boicot del partido del presidente, que ha dejado sus escaños vacíos en el hemiciclo, solo habían votado 195 de los 300 diputados, a cinco de alcanzar la mayoría necesaria. Ni siquiera se ha procedido al recuento.
El PPP ha asegurado que pretende evitar una situación como la vivida en 2016, cuando una moción tumbó a la presidenta Park Geun-hye tras meses de protestas en las calles. Su caída hizo implosionar el partido conservador y llevó a la victoria del PD en las siguientes elecciones. “No podemos repetir la tragedia de la parálisis de los asuntos de Estado y la suspensión del gobierno constitucional mediante la destitución del presidente”, ha dicho el portavoz del PPP, Shin Dong-uk, tras el fracaso de la votación, según ha recogido Reuters.
Han Don-hoon, el líder del PPP, ha asegurado también tras la votación que el partido y Yoon trabajarán juntos para buscar un camino ordenado para que este deje el cargo, plan que el presidente habría aceptado, aunque no ha detallado fechas. “Hasta que el presidente dimita, quedará excluido de hecho de sus funciones, y el primer ministro consultará con el partido para dirigir los asuntos del Estado sin contratiempos”, ha dicho, según Yonhap. Ya el viernes, Han aseguró que era necesaria la “suspensión inmediata” de Yoon, tras la revelación de que, cuando declaró la ley marcial, pidió la detención de líderes políticos. Pero no aclaró, sin embargo, si concedería los ocho votos necesarios para destituirlo a través de la votación. Este sábado, tras la disculpa presidencial, reiteró que el presidente no está en condiciones de continuar su mandato, y que su dimisión es inevitable. Han también se ha reunido con el primer ministro, Han Duck-soo, quien debería asumir la jefatura del Estado en caso de que Yoon sea destituido.
Durante la mañana ha ido creciendo la presión ciudadana frente al edificio del Parlamento. A pesar del frío gélido, con temperaturas bajo cero, miles de personas llegaron a la zona para seguir gritando consignas contra Yoon. Las autoridades esperaban hasta 200.000 manifestantes. Muchos de ellos ni siquiera pasaron por casa esta pasada noche: llegaron a la concentración convocada el viernes por la tarde, y aquí ha seguido este sábado. En la madrugada se veían incluso grupos de ciudadanos vigilando las puertas de acceso del recinto del Parlamento. Cubierto con voluminosos abrigos, compartían café caliente y se calentaban junto a una estufa. El termómetro marcaba dos grados bajo cero. Querían asegurarse de que no llegan militares de nuevo a la Asamblea, contaban.
Los ciudadanos surcoreanos han dado estos días muestras de su compromiso férreo con la democracia. A las puertas de la sede del Poder Legislativo, acordonada por los agentes, y entre los estentóreos chillidos de los altavoces, Young Choi, una empleada de una compañía aérea de 50 años, recuerda cómo el martes, cuando ya estaba acostada, recibió la llamada de un familiar para informarle de que acababan de declarar la ley marcial. De inmediato puso rumbo a la Asamblea Nacional. Fue una de esas ciudadanas que se interpuso entre los militares de las fuerzas especiales que llegaron con órdenes de tomar el hemiciclo. Enseña fotos suyas en el móvil, en medio del barullo en la entrada del Parlamento. Lograron impedir su paso, cuenta con orgullo. Y aquí sigue Young, aguardando la votación.
A su lado, Kim Gap-soo, un conocido analista político de 66 años, cuenta cómo la declaración de la ley marcial del martes le recordó a lo más oscuro de la dictadura surcoreana. El país no vivía una situación similar desde 1980. Pero Kim reconoce que la reacción ciudadana, e incluso la de los propios militares y policías, ha sido muy distinta de cuando se decretó entonces la ley marcial. “Ha mejorado mucho la mentalidad democrática”, dice. Alerta de la deriva dictatorial de Yoon. Dice haberse sentido “humillado, enfurecido, triste” por la medida extrema. Y, envuelto en una multitud que a veces se detiene a fotografiarle, concluye diciendo que la imposición de la ley marcial coqueteaba con tres ideas: “Golpe de Estado, traición y guerra civil”.