El presidente del partido de Le Pen: “Habrá moción de censura, salvo milagro de última hora”

El primer ministro, Michel Barnier, decide aprobar los presupuestos por decreto y deja en manos de la ultraderecha la continuidad de su Ejecutivo

La líder del RN, Marine Le Pen, a la salida del tribunal que la juzga en París, el pasado 27 de noviembre.Stephane Mahe (REUTERS)

El camión de las mudanzas se prepara para volver a Matignon, sede del Gobierno francés, apenas 90 días después de descargar el mobiliario de su actual inquilino, Michel Barnier. Este lunes termina el plazo fijado por el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen para que el primer ministro aceptase sus exigencias presupuestarias. De lo contrario, le recordó por la mañana Jordan Bardella, presidente del partido ultraderechista, votarán una moción de ce...

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El camión de las mudanzas se prepara para volver a Matignon, sede del Gobierno francés, apenas 90 días después de descargar el mobiliario de su actual inquilino, Michel Barnier. Este lunes termina el plazo fijado por el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen para que el primer ministro aceptase sus exigencias presupuestarias. De lo contrario, le recordó por la mañana Jordan Bardella, presidente del partido ultraderechista, votarán una moción de censura para tumbarlo: “Salvo milagro de última hora, así será”.

Barnier ha hecho concesiones hasta el último minuto al RN: la última, a propósito del rembolso del pago de medicamentos que quería suprimir para ahorrar. Pero no ha sido suficiente para convencer a Le Pen de que apruebe los presupuestos y evite el escenario de moción de censura. Al final, el jefe del Gobierno ha decidido activar el artículo 49.3 de la Constitución, que le permite aprobar las cuentas por decreto. Un extremo que activará también la moción de censura de la izquierda, con un posible apoyo de la ultraderecha. La iniciativa, en cualquier caso, no podría votarse hasta al cabo de 48 horas de ser depositada en sede parlamentaria. Es decir, nunca antes del jueves. Ese sería ahora el margen del que dispondría Barnier para tratar de convencer a Le Pen, que exige un aumento de las pensiones equivalente a la inflación desde el próximo enero.

Barnier había convocado a las 13.45 a los presidentes de los grupos parlamentarios que forman el Gobierno. La reunión era la última oportunidad para encontrar una solución de consenso que permitiera ceder a algunas de las exigencias de Le Pen sin dar la impresión de lo evidente, que el Gobierno está en manos de la ultraderecha desde que nació. Le Pen logró una importante victoria la semana pasada cuando Barnier anunció que no subiría el precio de la luz, renunciando a más de 3.000 millones de ingresos extra para hacer frente al agujero presupuestario de 60.000 millones que el Gobierno necesita cubrir. Además, obtuvo también la promesa de que se reducirá la asistencia médica gratuita para migrantes irregulares. Pero la líder ultraderechista quiere también cesiones en el reembolso público a los medicamentos y la revalorización de las pensiones. Es decir, cuestiones relacionadas con el poder adquisitivo de los franceses.

Bardella, cabeza de cartel en las pasadas legislativas, dio a Barnier hasta las 15.00 horas para cambiar totalmente el proyecto de Presupuestos que fue adoptado la pasada semana por una comisión mixta de diputados y senadores, entre los que sí tiene mayoría absoluta. “Pero tengo pocas esperanzas de que sea iluminado por la gracia”, ha sentenciado en una entrevista. Las mismas que los mercados, que comenzaron la jornada con nerviosismo. El diferencial de tipos entre Francia y Alemania vuelve a ampliarse, situándose cerca de los 86 puntos básicos frente a los 81 al cierre del viernes.

El Nuevo Frente Popular, el artefacto electoral que reunió a toda la izquierda en las pasadas elecciones, ya ha anunciado que si los presupuestos se aprueban por decreto, activará la moción de censura. Y la ultraderecha ha confirmado que, en ese caso, la apoyará, sin importarle la extraña alianza que se formaría. La clave para la supervivencia del Ejecutivo, pues, es esquivar la necesidad de recurrir a ese método comúnmente conocido como el 49.3 (por el artículo de la Constitución) e intentar ganar tiempo sometiendo los presupuestos a una votación en el Parlamento. Pero si eso no fuera posible, si la izquierda y el Reagrupamiento Nacional, el primer grupo en la Asamblea, unen finalmente sus votos, el Gobierno caerá. Sería la primera vez que se emplea esta fórmula desde la caída del Ejecutivo de Georges Pompidou en 1962. El Gobierno de Barnier se convertiría entonces en el más breve de la historia de la V República.

La caótica situación es fruto del resultado de las últimas elecciones legislativas, en las que el Parlamento quedó fragmentado en tres bloques casi iguales. El Nuevo Frente Popular (NFP) —la alianza integrada por La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, socialistas, comunistas y ecologistas— logró 193 de 577 diputados, pero quedó muy lejos de la mayoría absoluta de 289. El bloque presidencial, formado por tres partidos de centro y centroderecha, obtuvo 166; y el ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), 126. El partido de Le Pen, pese a terminar tercero en ese esquema de bloques, se convirtió en el árbitro de la contienda al no encontrar el presidente Emmanuel Macron una mayoría absoluta estable en el Parlamento.

En caso de censura del Gobierno de Barnier, Macron, que se encuentra completamente fuera de juego en la política nacional y que el lunes comenzaba un viaja Arabia Saudí, tendrá que nombrar un nuevo Ejecutivo, algo muy complicado visto este equilibrio parlamentario.

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