Muere John Prescott, el político que conectó el Nuevo Laborismo de Blair con su raíz obrera

El político, de 86 años, fue vice primer ministro durante más de una década. Su intermediación fue clave para limar asperezas con Gordon Brown

El ex vice primer ministro británico John Prescott, en febrero de 2012.Dan Kitwood (Getty Images)

John Prescott no dudó ni un segundo. En 2001, durante un acto electoral en el norte de Gales, un manifestante le arrojó un huevo a apenas medio metro de distancia. El vice primer ministro del Gobierno laborista de Tony Blair respondió con un zurdazo en la mandíbula del agresor. Ambos se enzarzaron en una pelea barriobajera hasta que los separaron los escoltas y algunos de los asistentes. “Así es John (John is John)”, se limitó a responder Blair al día siguiente, cuando el asunto se hab...

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John Prescott no dudó ni un segundo. En 2001, durante un acto electoral en el norte de Gales, un manifestante le arrojó un huevo a apenas medio metro de distancia. El vice primer ministro del Gobierno laborista de Tony Blair respondió con un zurdazo en la mandíbula del agresor. Ambos se enzarzaron en una pelea barriobajera hasta que los separaron los escoltas y algunos de los asistentes. “Así es John (John is John)”, se limitó a responder Blair al día siguiente, cuando el asunto se había convertido en el nuevo escándalo de la campaña.

Prescott ha muerto a los 86 años, y el caudal de elogios procedente de las filas laboristas y también conservadoras no ha dejado de crecer, como si su muerte hubiera puesto en evidencia el profundo anhelo de muchos por recuperar liderazgos históricos fuertes para la política. “Claro que era combativo, pero con un enorme corazón y una gran capacidad para la amistad”, ha resumido Alastair Campbell, el jefe de comunicación de Blair durante años y hoy influyente analista de la actualidad británica. “No hubo otro como él y muchos le echaremos de menos”.

Una trayectoria política de varias décadas tiene sus luces y sus sombras, pero Prescott supo simbolizar durante todo ese tiempo las raíces humildes y trabajadoras de las bases del partido. Su lealtad con el Nuevo Laborismo de Tony Blair fue inquebrantable —“ahora todos somos clase media”, afirmó para defender el giro al centro del nuevo líder—, pero supo amarrar al suelo a una dirección profesional y urbana que no entendía en ocasiones las lealtades y anhelos tradicionales del sindicalismo o de la izquierda británica.

John Prescott y Tony Blair, en 2007.Phil Noble (REUTERS)

“Nada en torno a John se ajustaba a la sabiduría convencional. Procedía de una clase obrera tradicional, pero siempre entendió de un modo instintivo y completo las aspiraciones de esa clase, y su deseo de mejorar en la vida”, ha recordado Blair al conocer la noticia del fallecimiento. “No exagero al decir que el Partido Laborista nunca habría podido obtener tres victorias consecutivas sin él. Su presencia imponía”.

Blair puso en manos de Prescott tres carteras relevantes: Transporte, Regiones y Medio Ambiente, a las que el político se entregó por completo. Su capacidad negociadora tuvo un peso muy importante para sacar adelante el Protocolo de Kyoto, un hito internacional en la lucha contra el cambio climático. “Tenía una capacidad innata para conectar con la gente respecto a los asuntos que realmente les preocupaban”, ha dicho el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, que también fue clave en la consecución del protocolo. “Tenía un talento que muchos intentan estudiar y adquirir durante años, y que en el caso de John formaba parte de su naturaleza”.

Conciencia de clase

Hijo de un trabajador de ferrocarriles, nacido en la localidad de Prestatyn y heredero de la legendaria rudeza de esas regiones de Gales, dejó de estudiar a los 15 años para iniciar una carrera profesional en la marina mercante, primero como cocinero y luego como sobrecargo de las líneas marítimas Cunard. Fue allí, sirviendo, donde adquirió una conciencia de clase que nunca le abandonó.

Pronto daría al salto a la política, y se impregnó de la fuerte ideología de izquierdas, apegada a los sindicatos y defensora de una fuerte intervención del Estado en la economía, del histórico líder laborista Tony Benn.

Prescott resultó fundamental para aliviar las tensiones entre Blair y el ministro de Economía, Gordon Brown, y ayudó a facilitar una sucesión que —según él— debió haberse producido mucho antes. Su lealtad nunca quebró, pero fue crítico con la deriva bélica del primer ministro, cuando se embarcó, mano a mano con el estadounidense George W. Bush, en la invasión de Irak.

En tiempos más recientes, y frente a otros veteranos de la época del Nuevo Laborismo que se distanciaron con aspereza de Jeremy Corbyn, el veterano izquierdista que tomó las riendas de la formación frente a la austeridad impuesta por los tories, Prescott defendió siempre sus políticas y su liderazgo. “Su pasión, la fuerza de su personalidad y el orgullo de sus raíces de clase trabajadora eran la clave de su autenticidad, y de una honestidad reconocida y respetada por todo el espectro político”, ha dicho el actual primer ministro británico, el también laborista Keir Starmer.

Poco después del incidente del puñetazo, Prescott contó que Blair le llamó para preguntarle qué había ocurrido: “Le dije que me limité a cumplir sus órdenes. ‘Nos dijiste que teníamos que conectar con el electorado, y eso hice”.

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