La presidenta de Georgia y la oposición no reconocen la victoria electoral del Gobierno y llaman a la protesta

La oposición y observadores locales hablan de un fraude a gran escala para alterar los resultados y dar la victoria al partido gobernante Sueño Georgiano

La presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, votaba este sábado en Tbilisi.Foto: Mirian Meladze | Vídeo: EPV

La presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, se ha sumado a la oposición negándose a reconocer los resultados de los comicios del sábado, que, según el escrutinio oficial, han revalidado la mayoría absoluta del partido populista Sue...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, se ha sumado a la oposición negándose a reconocer los resultados de los comicios del sábado, que, según el escrutinio oficial, han revalidado la mayoría absoluta del partido populista Sueño Georgiano (SG), gobernante desde hace 12 años. “Estas elecciones no puede ser reconocidas, no las aceptamos. Nos han privado de nuestro derecho a voto. Nada puede legitimar estas elecciones”, ha dicho este domingo la jefa de Estado en una rueda de prensa rodeada por los principales líderes de la oposición.

Zurabishvili acusó a Rusia de haber llevado a cabo una “operación especial” y “un nuevo tipo de guerra híbrida” contra el pueblo georgiano y convocó a los ciudadanos a una protesta el lunes contra un resultado que considera fraudulento. La presidenta georgiana, que fue elegida por voto popular en 2018 con apoyo de SG, se ha desvinculado del partido gobernante por sus sucesivas leyes represivas y por lo que considera un acercamiento al Kremlin y un desvío del camino hacia la adhesión europea, cuyo proceso fue congelado este verano precisamente por la aprobación de normas contrarias a la legislación comunitaria. Así, Zurabishvili se ha convertido en un elemento unificador de la disgregada oposición, a la que había hecho firmar un acuerdo de mínimos para gobernar en coalición en caso de derrotar a Sueño Georgiano. Ahora, sin embargo, toda la oposición en bloque se niega a reconocer los resultados, y dos de las cuatro coaliciones han anunciado que no recogerán las actas de diputado.

El partido en el Gobierno, cuyo primer ministro es Irakli Kobakhidze, reaccionó a la declaración presidencial negando toda legitimidad a Zurabishvili, a la que ya había intentado someter a un proceso de impeachment sin éxito. “En la práctica, Georgia ya no tiene presidenta, sino una líder de oposición radical”, afirmó Mamuka Mdinaradze, secretario ejecutivo de SG: “Debemos entender que los líderes de los cuatro partidos [opositores] son representantes de una red de agentes, con Salomé Zurabishvili como su coordinadora”. SG había prometido ilegalizar a las principales formaciones de la oposición en caso de obtener una victoria suficiente en las elecciones.

Observadores internacionales y locales de los comicios del sábado en Georgia han denunciado este domingo numerosas irregularidades, entre ellas, coacciones, intimidación a votantes y sobornos en un proceso que, según el escrutinio de la Comisión Electoral Central, ha ganado SG. La formación habría revalidado su mayoría absoluta al obtener el 54% del voto ―seis puntos más que en los comicios de 2016 y 2020― y 89 de los 150 escaños del Parlamento.

Los observadores internacionales que monitorizaron los comicios han llamado la atención sobre irregularidades que se produjeron antes y durante el proceso electoral, desde dificultades para garantizar el sufragio secreto a intimidaciones y compra de votos. “Toda esta información nos lleva a cuestionar la justicia del proceso”, afirmó Iulian Bulai, líder del grupo de observadores de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE), en una rueda de prensa en Tbilisi este domingo.

Una docena de diputados europeos han pedido en una carta abierta que “los resultados no sean reconocidos internacionalmente”, porque no cumplieron con los estándares democráticos y hubo “fraude electoral”. También los ministros de Exteriores de Alemania, Países Bajos, Lituania, Letonia. Suecia, Polonia y Estonia han expresado su “preocupación” por las “irregularidades” detectadas por los observadores internacionales y han pedido al Gobierno georgiano que las investigue. Además, el alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en un comunicado pide a la Comisión Electoral y las autoridades georgianas que “investiguen y resuelvan de forma rápida, transparente e independiente las irregularidades y denuncias” y advierte de que “toda legislación que coarte las libertades y los derechos fundamentales de los ciudadanos debe ser revocada”.

A quien no parecen importarle es al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que se ha convertido en ejemplo para el giro ultraconservador de SG, y que el lunes aterrizará en Tbilisi en visita oficial. También fue el primer mandatario en felicitar por su victoria al partido georgiano, antes incluso de que se conociesen los primeros resultados oficiales.

En total, 530 observadores de la PACE, el Parlamento Europeo, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos de la OSCE (ODIHR) y la Asamblea Parlamentaria de la OTAN monitorizaron cerca del 62% de los 3.111 colegios electorales donde se votó el sábado en el país caucásico, de 3,7 millones de habitantes, en unas elecciones a las que se llegó en un clima de gran polarización.

En el 6% de los colegios electorales observados “el proceso se evalúa negativamente, principalmente debido a las pruebas de presión e intimidación de los votantes”, indica el informe provisional de los observadores, que llama la atención de que se trata de una “cifra significativamente alta” para los estándares de un proceso electoral. Además, en un 24% de los colegios observados, “se vio comprometido el voto secreto” por la forma en que se marcaban las papeletas o se depositaban en la urna.

Precisamente se ha hecho viral un vídeo de una entrevista a un observador de la misión de Azerbaiyán ―independiente a la misión de la OSCE― quien, ante los micrófonos, asegura que el proceso está siendo limpio mientras, a su espalda, se ve cómo una votante fotografía su papeleta, algo que está prohibido. Entre otras cuestiones, esta prohibición intenta evitar que se pueda exigir a los votantes prueba de su voto.

Según Eoghan Murphy, jefe de la misión de la ODIHR, se registraron “extensas presiones” de miembros del partido gobernante a los votantes, “especialmente hacia los funcionarios y personas económicamente vulnerables”, por ejemplo recopilando datos y carnets de identidad de los votantes en las semanas previas a los comicios. Esta organización también asegura haber recibido alegaciones de “compra de votos” y de personas que acudieron a las urnas más de una vez. Igualmente, los observadores internacionales critican la diferencia de fondos entre la campaña del partido gobernante y la oposición ―incluido el uso de fondos y actos estatales―, la “politización” de la Comisión Electoral Central ―con cambios en sus estatutos que han reducido la presencia de miembros de la oposición― y los “ataques contra personas y propiedades” de los partidos opositores. Con todo, los observadores internacionales declinaron evaluar el resultado de la votación, ya que ello escapa a su mandato.

El presidente de la Comisión de Seguridad y Cooperación en Europa del Congreso de EE UU, Joe Wilson, también denunció los “acusaciones creíbles de violaciones sistemáticas”, así como los “bien documentados intentos de Rusia de alterar las elecciones”. Una reciente investigación de la agencia de noticias Bloomberg afirma que, entre 2017 y 2020, Rusia hackeó numerosos organismos estatales georgianos, desde el Banco Central a la Comisión Electoral. Unos días antes de las elecciones, el periodista de investigación búlgaro Christo Grozev ―quien averiguó la identidad de los rebeldes prorrusos que derribaron el vuelo MH17 sobre Ucrania en 2014― dijo en una entrevista haber recibido correos electrónicos pirateados al servicio de inteligencia exterior de Rusia, el SVR, en los que supuestamente proponen “medidas radicales” para evitar que Georgia se convierta en una “nueva Armenia” (el país vecino se está alejando de la órbita rusa para acercarse a la UE). Entre los planes, afirma el periodista, estaba declarar una “megavictoria”.

De hecho, el sábado, desde horas antes del cierre de las urnas, dirigentes de Sueño Georgiano hablaban ya de una “sólida mayoría” y exigían a la oposición que se comprometiese a reconocer el resultado. Dos horas antes de que concluyesen las votaciones, el primer ministro, Irakli Kobakhidze, afirmó: “Los datos confirman que una convincente victoria del partido gobernante está garantizada”, aunque no precisó de dónde procedía esa información, ya que, a esa hora, las urnas todavía permanecían selladas y las empresas demoscópicas no podían revelar sus encuestas a pie de urna. “Sabíamos ya que a la oposición le faltaría dignidad para resignarse a la derrota, pero eso ya es una tradición”, reiteró el primer ministro en la mañana del sábado, según informó Efe, y desmintió las acusaciones de fraude, como también lo hizo la Comisión Electoral.

Pese a que la oposición esperaba un descenso significativo de votos a SG tras las protestas de esta primavera, los resultados publicados por la Comisión Electoral indican que ha aumentado su base en casi 200.000 sufragios. Para ello, debería haberse llevado todas las papeletas de quienes no votaron en 2020, además de todos los votos perdidos por la ultraderecha y las restantes fuerzas extraparlamentarias. En cambio, la oposición, pese a concurrir más unida que en anteriores comicios, apenas habría sumado 2.000 papeletas más y habría caído un 2,4% en el voto porcentual.

Más preocupante aún son los resultados en distritos rurales, donde el apoyo al partido gobernante se ha incrementado entre 15 y 30 puntos, llegando a sumar casi el 90% de los votos en lugares como Akhalkalaki y Ninotsminda; y el 80% en Marneuli. Se trata de distritos, además, donde según los observadores de My Vote (una coalición de ONG) se han producido violaciones electorales “sistemáticas”. Esta organización afirma que el elevado número de irregularidades “serias y sustanciales” formaban parte de “un plan a gran escala destinado a alterar los resultados de las elecciones”. También la Sociedad Internacional para las Elecciones Libres y la Democracia (ISFED), que contó con 1.500 observadores sobre el terreno, sostiene que las irregularidades “tuvieron un impacto decisivo en el resultado”.

Más información

Archivado En