El partido gobernante en Georgia se declara vencedor en las elecciones entre denuncias de irregularidades

Los principales partidos de la oposición no reconocen los resultados y aseguran que continuarán luchando hasta “la derrota del régimen”

Un colegio electoral en Zemo Alvani, en la región de Kakheti, este sábado.Foto: Daro Sulakauri (REUTERS) | Vídeo: EPV

El partido gobernante en Georgia desde hace 12 años, el populista Sueño Georgiano (SG), se ha declarado vencedor en las elecciones parlamentarias del país caucásico, según los datos provisionales ofrecidos por la Comisión Electoral Central. Con información actualizada este domingo del conteo electrónico provisional del 99% de los colegios electorales, SG se habría hecho con el 54% de los votos, lo que permitiría al partido gobernante renovar su mayoría absoluta. Sin embargo, la oposición se niega a reconocer estos resultados. “No aceptamos el robo de nuestros votos. Lo que ha hecho la Comisión Electoral es completamente inaceptable y significa darle la vuelta a la elección del pueblo. Continuaremos luchando hasta la victoria y hasta que este régimen sea derrotado”, afirmó el sábado por la noche la líder del opositor Movimiento Nacional Unido, Tina Bokuchava.

Fuentes de la oposición consultadas por EL PAÍS pidieron paciencia, puesto que el recuento oficial ―que se hace a mano― continuará durante toda la noche y aún falta computar los votos de la diáspora en unos comicios clave en los que Georgia se juega su eventual adhesión a la UE tras el acercamiento del Gobierno a Rusia. Además, los opositores proeuropeos denuncian irregularidades a lo largo de la jornada de votación. “Ha habido una usurpación, esto es un golpe. Sueño Georgiano tendrá que reconocer la victoria de la oposición. Vamos a proteger nuestros votos y los autores de este golpe constitucional tendrá que hacer frente a las consecuencias”, denunció Nika Gvaramia, de la Coalición por el Cambio.

Los dirigentes de Sueño Georgiano, incluidos su fundador, el oligarca Bidzina Ivanishvili, y el primer ministro, Irakli Kobakhidze, comparecieron tras el cierre de las urnas en un escenario preparado junto a la sede del partido en Tbilisi, donde se autoproclamaron vencedores con gesto alegre y risas, subrayando que este es un triunfo de “los valores tradicionales y cristianos”. “Aseguro a los votantes que, aunque haya naciones más ricas y con democracias más antiguas, nuestra sociedad es tan capaz como ellas. Es esencial que entendamos en quién confiar y hacia dónde llevar al país. Os aseguro que, en los próximos cuatro años, lograremos muchas cosas”, dijo Ivanishvili, el hombre más rico del país y número uno en las listas de SG. El primer ministro húngaro, el ultraconservador Viktor Orbán, corrió a felicitar al partido georgiano por su “arrolladora victoria” sin siquiera esperar a los primeros resultados oficiales; y también lo hizo Margarita Simonyan, directora de la cadena de televisión rusa RT y propagandista del Kremlin.

Sin embargo, una fuente de la Coalición por el Cambio, segunda más votada de acuerdo con los datos preliminares, explicó a este diario que sus observadores están recabando información del recuento manual. Lo mismo destacó otra fuente del Movimiento Nacional Unido, quien dijo que en el recuento paralelo que llevan a cabo sus observadores, con en torno al 20% de votos computados, tanto la oposición como el partido del Gobierno sumaban en torno al 49%.

Al cierre de las urnas, tanto el Gobierno como la oposición se habían proclamado ganadores de las elecciones siguiendo diferentes encuestas a pie de urna que daban resultados totalmente contradictorios, según el bando al que están adscritos los medios que las encargaron. Incluso la presidenta del país, Salomé Zurabishvili, quien se había erigido como coordinadora de la dividida oposición y había logrado que firmase un programa de mínimos en caso de victoria, afirmó que “la Georgia europea está ganando con el 52% de los votos pese a los intentos de amañar las elecciones”. Han sido unos comicios celebrados en medio de una fuerte polarización política, que la oposición había planteado como un plebiscito entre Europa y Rusia, dado el discurso antioccidental del Ejecutivo en los últimos años y su deriva cada vez más autoritaria, que ha llevado a la Unión Europea a congelar el proceso de adhesión de Georgia apenas unos meses después que, el pasado diciembre, le concediese el estatus de país candidato. El partido gobernante, por su parte, había definido estos comicios como un referéndum entre la paz y la guerra, acusando a la oposición de querer arrastrar al país a un enfrentamiento armado con Rusia.

Irakli Kobakhidze (izquierda) y Bidzina Ivanishvili comparecían tras el cierre de urnas, este sábado en Tbilisi.Irakli Gedenidze (REUTERS)

Por primera vez, Georgia estrenaba un sistema de reparto de escaños totalmente proporcional y un sistema de gestión del voto electrónico. La empresa seleccionada para ello fue Smartmatic, una multinacional de origen venezolano que ha gestionado procesos electorales en diversos países del mundo —en algunos, como Filipinas, con cierta polémica— y que abandonó Venezuela en 2017 tras denunciar que el Gobierno de Nicolás Maduro había manipulado los datos de participación de los comicios a la Asamblea Nacional Constituyente.

Al llegar al colegio electoral (en el 90% de los centros que disponían de este sistema), la identidad de los votantes era comprobada en una mesa, introduciendo su carnet en una máquina en la que aparecían datos y una fotografía. Posteriormente, se le daba una papeleta en la que debía señalar su preferencia electoral y que era depositada en una urna electrónica, que emitía un recibo de voto y computaba el sufragio, aunque sin revelar los resultados hasta el final de la jornada. Posteriormente, al votante se le rociaba el dedo con un líquido solo visible a la luz de rayos ultravioleta para impedir que votase más de una vez. Una vez cerrados los colegios, las urnas electrónicas fueron abiertas y comenzó el recuento manual, paralelo al escrutinio electrónico.

“El procedimiento está siendo muy limpio. La mecánica es complicada, pero muy garantista”, afirmó un observador internacional consultado por EL PAÍS que visitó una docena de colegios electorales en el oeste del país. Con todo, también señaló la “fuerte presencia” de miembros de Sueño Georgiano y sus organizaciones satélite.

Esta ha sido una de las mayores quejas de los observadores independientes y de la oposición: las actividades intimidatorias de militantes del partido gobernante, que en algunas zonas rurales han sido descubiertos tratando de pagar a los votantes por sus sufragios o amedrentándolos. “La legislación prohíbe la presencia de cualquier persona [fuera de quienes estén votando o estén acreditados como observadores o periodistas] a menos de 100 metros de los colegios electorales, y hemos visto a muchas personas no autorizadas tratando de movilizar a los votantes y recogiendo información personal de los votantes para intimidarlos y controlar su elección”, se quejó Nino Dolidze, de la Sociedad Internacional para las Elecciones Libres y la Democracia (ISFED). Esta ONG detectó irregularidades de diversa gravedad en el 15% de los colegios electorales observados, desde presiones al reparto de más de una papeleta a los votantes.

La más grave de estas irregularidades ocurrió en el distrito de Marneuli (sur del país), donde un observador de la oposición grabó cómo otro, también acreditado, introducía una gran cantidad de papeletas en la urna y un segundo las empujaba dentro. El observador que grabó las imágenes recibió una paliza, pero consiguió transmitir el incidente, lo que llevó al Ministerio de Interior a iniciar una investigación y a la Comisión Electoral a clausurar este colegio electoral.

En el mismo distrito, el líder local del Movimiento Nacional Unido recibió una paliza. La formación ha denunciado agresiones en varias localidades a sus observadores ―una de las cuales ha tenido que ser hospitalizada― y el arresto de cuatro de ellos.

Precisamente en algunos de los distritos donde se han denunciado irregularidades, el voto al partido gobernante ha oscilado entre el 75% y el 90%, según datos preliminares. En la citada Marneuli, SG ha obtenido el 80% de los votos, 30 puntos más que en las elecciones de hace cuatro años. En Akhalkalaki y Ninotsminda, el 89%, 22 puntos más. En Bolnisi, el 81%, 23 puntos más.

Agresiones, amenazas y violencia

En un informe provisional, los observadores de My Vote —que engloba a una treintena de ONG proeuropeas— aseguraron haber detectado casos de agresión física, amenazas y violencia en 38 distritos, es decir, aproximadamente la mitad con los que cuenta el país. “La severidad y el número de violaciones electorales en [las regiones de] Shida Kartli y Kverno Kartli, que incluyen la falta de comprobaciones, la obstrucción de observadores, un mal uso del líquido y los dispositivos de marcado y violencia contra observadores y su expulsión de los recintos, crean una sospecha razonable de una manipulación sistemática de las elecciones en estas regiones”, denunció My Vote.

A lo largo del día, la presidenta Zurabishvili pidió a la policía que interviniera con firmeza en estas situaciones y contra quienes trataron de intimidar a los votantes. También la Oficina del Defensor del Pueblo recogió informes sobre diversos episodios de violencia e hizo un llamamiento a las fuerzas de seguridad a que “estudien y evalúen todos estos supuestos incidentes criminales”. “El Defensor del Pueblo pide a los líderes de todos los partidos políticos y a sus seguidores que se abstengan de incitar e iniciar cualquier tipo de violencia y que faciliten que el proceso electoral sea llevado a cabo de forma pacífica”, exigió.

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