Starmer da por enterrado el plan de deportación de inmigrantes a Ruanda

El nuevo primer ministro británico reúne por primera vez a los miembros de su Gobierno y anuncia “decisiones duras” que deberán “adoptarse pronto”

Los ministros del nuevo Gobierno laborista, reunidos por primera vez este sábado en Downing Street, aplauden al primer ministro, Keir Starmer.Foto: ANDY RAIN / POOL (EFE) | Vídeo: reuters

Keir Starmer no es amigo de los golpes de efecto ni de las sorpresas. Pero ahora ya es primer ministro del Reino Unido. El jefe de Gobierno de la sexta nación más rica del mundo. Y cada decisión, declaración o gesto es vista con otros ojos. Acapara titulares. Aunque no suponga una novedad. Cuando este sábado ha dado por “muerto y enterrado” ...

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Keir Starmer no es amigo de los golpes de efecto ni de las sorpresas. Pero ahora ya es primer ministro del Reino Unido. El jefe de Gobierno de la sexta nación más rica del mundo. Y cada decisión, declaración o gesto es vista con otros ojos. Acapara titulares. Aunque no suponga una novedad. Cuando este sábado ha dado por “muerto y enterrado” el plan de deportación de inmigrantes a Ruanda al que tanto empeño dedicó su predecesor, Rishi Sunak, ha quedado claro el comienzo de un nuevo ciclo político. “Ese plan nunca logró el efecto disuasorio perseguido. Basta con echar un vistazo a las cifras de estos seis primeros meses [13.500 inmigrantes han cruzado ya en 2024 el canal de la Mancha] para entender el problema que hemos heredado (...); no estoy dispuesto a seguir adelante con medidas que tienen más de truco y de artificio que de eficacia”, dejaba claro Starmer.

El líder laborista ha anunciado la creación de un Mando Conjunto de Seguridad de Fronteras para golpear a las mafias que transportan a los migrantes.

El nuevo Consejo de Ministros laborista se ha reunido por primera vez en la mañana de este sábado. Caras sonrientes, espíritu optimista y muchas bromas para celebrar el regreso a Downing Street después de una travesía del desierto de 14 años.

Starmer sabe que su mandato, por muy holgada que haya sido la mayoría parlamentaria lograda en las elecciones del jueves, obedece más al castigo propinado por los electores al Partido Conservador que al entusiasmo que generan los laboristas. Y que las decisiones y los gestos de los 100 primeros días de Gobierno van a ser clave. “Vamos a tener que tomar decisiones duras, y las vamos a tener que adoptar pronto. Lo haremos con la sinceridad más cruda posible”, decía el primer ministro en la rueda de prensa posterior a su reunión inaugural del Gabinete.

Respaldaba de ese modo la estrategia de su nuevo ministro de Sanidad, Wes Streeting, ante la urgencia de rescatar al Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), que acumula listas de espera de hasta ocho millones de pacientes. “El NHS está quebrado”, dijo Streeting, para evitar desde el principio cualquier paño caliente. “No vamos a operar con un lenguaje o con una simulación que intenten camuflar la verdadera naturaleza de los problemas, porque de ese modo no se pueden solucionar”, aseguraba Starmer.

Lo más urgente y grave

Hace ya meses que circula la expresión shit list (lista de la mierda) para referirse a los problemas más graves y urgentes a los que va a tener que hacer frente el nuevo Gobierno laborista. La ha elaborado Sue Gray, la alta funcionaria que aceptó ser jefa de gabinete de Starmer, y tiene un conocimiento y control de la maquinaria interna de la administración pública del Reino Unido como pocos tienen.

La compañía pública de aguas, Thames Water, arrastra una deuda de más de 18.000 millones de euros y sus gestores reclaman a gritos la nacionalización o una subida de las facturas de los consumidores de más del 40%, por ejemplo. Las prisiones del Reino Unido están desbordadas. Las universidades, al borde de la bancarrota. La sanidad, en crisis. Todo eso, para empezar.

El primer ministro británico, Keir Starmer, habla durante una rueda de prensa tras la primera reunión de su gabinete, este sábado en Londres.CHRIS J. RATCLIFFE / POOL (EFE)

Los funcionarios reclaman ya —y esperan— una subida salarial del nuevo Ejecutivo de izquierdas. Y la mayoría de los ayuntamientos y corporaciones municipales de Inglaterra (que dependen para su financiación del Gobierno central) están con el agua al cuello.

“El próximo martes me reuniré con los alcaldes de las principales ciudades para discutir con todos ellos cómo lograr el crecimiento económico que tanto necesita el Reino Unido”, ha anunciado Starmer. “Eso incluye a todos los alcaldes. Nadie tiene el monopolio de las buenas ideas, y no me considero un primer ministro tribal. Mi Gobierno siempre trabajará con cualquier cargo local, sea del partido que sea, cuando se preocupen por su región”, añadía.

Gira por las “cuatro naciones”

Starmer cuenta con la legitimidad, de la que carecía su predecesor, de que su partido ha sido el más votado en Inglaterra, Gales y Escocia. En esta última ha logrado prácticamente barrer a los independentistas del SNP. Otra cosa es Irlanda del Norte, con sus propias claves políticas, donde los republicanos del Sinn Féin fueron los más votados este jueves. Aun así, el primer ministro quiere recuperar la relevancia que en su día otorgó Tony Blair a los gobiernos autónomos, y ha anunciado que este lunes emprenderá una gira rápida por las cuatro naciones del Reino Unido. “Opero bajo el principio de que aquellos que se dejan la piel por su comunidad saben lo que es mejor para ella. Y eso exige que tomemos decisiones firmes para sacar el poder y los recursos fuera de Whitehall [como se llama en la jerga política británica al poder central, porque en esa calle de Londres están los principales ministerios]”, ha asegurado.

Starmer viajará también la próxima semana a Washington para asistir a la cumbre de la OTAN. Será su primer encuentro internacional con dirigentes que ya le han llamado para felicitarle. Pero sobre todo, decía, para expresar la continuidad de su Gobierno respecto al mayor compromiso exterior que tiene hoy el Reino Unido: “Voy a dejar claro nuestro firme apoyo, junto a nuestros aliados, a Ucrania”, anunciaba.

El nuevo primer ministro sabe que la presión de la opinión pública va a ser elevada desde el primer día, para reclamarle el “cambio” que utilizó como eslogan de campaña y no ha dejado de prometer. “El cambio no llega en una sola noche”, ha dicho, pero “llevamos meses trabajando en las próximas decisiones y vamos a aterrizar sin dejar de avanzar”, aseguraba.

La señal más clara que ha querido lanzar Starmer, consciente del legado tory de escándalos, fiestas prohibidas durante el confinamiento y tráfico de influencias, ha sido reunirse en las primeras horas en Downing Street con Laurie Magnus, el asesor principal del Gobierno para asuntos de Ética Ministerial, y transmitir a los miembros de su Gabinete “lo que espera de ellos, de su comportamiento, de su eficacia, y de su respuesta ante la confianza que los ciudadanos han depositado en ellos”.

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