El pueblo de Saleh al Aruri despide con resignación y orgullo a su hijo más célebre: “Sabía que lo iban a matar”
Cientos de personas acuden a dar el pésame a la familia del número dos de Hamás, asesinado el martes en Beirut con un misil. Sus conocidos lo definen como un político y un soldado, pero también como un intelectual que buscó la unidad de los palestinos
La gran mezquita de Arura, un pequeño pueblo de 4.000 habitantes en Cisjordania, se ha engalanado con banderas verdes para la ocasión. Desde los altavoces de su minarete suena en bucle una retahíla de versículos del Corán. Lo hará durante tres días en una extraordinaria muestra de duelo inusual en Palestina. Ha muerto el hombre más célebre del lugar. Un misil lanzado por un dron sobre un suburbio de Beirut (Líbano) acabó el martes con la vida de Saleh al Aruri, el...
La gran mezquita de Arura, un pequeño pueblo de 4.000 habitantes en Cisjordania, se ha engalanado con banderas verdes para la ocasión. Desde los altavoces de su minarete suena en bucle una retahíla de versículos del Corán. Lo hará durante tres días en una extraordinaria muestra de duelo inusual en Palestina. Ha muerto el hombre más célebre del lugar. Un misil lanzado por un dron sobre un suburbio de Beirut (Líbano) acabó el martes con la vida de Saleh al Aruri, el número dos de Hamás. Israel no ha reconocido la autoría del ataque, pero fuentes anónimas de la Administración estadounidense se lo han atribuido. En Arura nadie tiene dudas de quién fue. Era un asesinato esperado. Tarde o temprano, se iba a cometer. Incluso el propio Al Aruri (de 57 años) lo sabía. El pasado agosto aseguró que había llegado ya la hora de su martirio. Que ya había vivido suficiente.
A escasos 10 metros del templo, las mujeres de la familia reciben en su casa el pésame de los vecinos que se van acercando mientras los hombres sirven café. Al fondo de la casa, rodeada de otras señoras, está Mislimán (81 años), la madre del difunto. “Recibió lo que quería”, explica sosegada y sin soltar una sola lágrima. “Doy gracias a Dios porque se ha cumplido su deseo de convertirse en un mártir”, continúa la anciana que, debido a las estancias en prisión y al exilio de su hijo, llevaba 20 años sin verlo. “Estamos orgullosos de él y de todo lo que hizo. Él sabía que más tarde o más temprano lo que ha ocurrido llegaría”, añade.
Los Al Aruri están recién instalados en la casa donde se desarrolla el ceremonial de condolencias; no es la que habían ocupado desde hace generaciones. El pasado 31 de octubre, en una operación de busca y captura contra Hamás, los soldados israelíes la dinamitaron en un intento de hacer saltar por los aires uno de los símbolos de la organización islamista, la residencia del segundo en la línea de mando. También se llevaron detenido a su sobrino, al que interrogaron y amenazaron durante cinco horas. “Ni se te ocurra hacer público nada relacionado con Hamás”, le dijeron los militares israelíes, según cuenta él mismo. “Como subas un vídeo o pongas un like en redes sociales te vas a enterar”, le advirtieron. “Hamás es lo mismo que el Estado Islámico, es mejor que te alejes lo más posible de ellos”.
De todos los miembros de la familia, la última que vio a Al Aruri fue su hermana Um Quteiba (52 años). El pasado julio hizo el hadj —la peregrinación a La Meca, uno de los cinco mandamientos del islam— junto a él. Ambos se desplazaron a la ciudad sagrada saudí junto con varios miembros de la cúpula del movimiento islamista contra el que Israel se ha conjurado para hacerlo desaparecer. Una foto de su móvil (la que ilustra esta información) lo atestigua. Junto a Um Quteiba y su hermano Saleh aparece el líder de Hamás, Ismail Haniya. También el líder del buró político, Jaled Meshal, y otro de sus miembros, Jalil al Jayya, con uno de los fundadores, Izzat al Rishq. Todos llevan las túnicas blancas típicas para cumplir con este rito religioso que da a los que lo hacen un estatus especial y los convierte en personas de respeto.
La sonrisa que Um Quteiba muestra en esa foto hoy se ha borrado. Sentada en un sofá de su casa y cubierta con un chal de lana de color beige, cuenta que, cuando el martes por la tarde escuchó en las noticias que algo había explotado en Beirut, le dio un vuelco el corazón. “Al principio no dijeron nada, pero yo sabía que se trataba de Saleh”, cuenta la mujer. “En cuanto lo vi, empecé a llamarlo una y otra vez, pero no respondía. Después llamé a su mujer, que me dijo que sabía que estaba en Líbano, pero desconocía dónde exactamente. No tenía ni la más mínima pista”. Así hasta que las noticias lo confirmaron y su vaticinio se hizo cierto. Entre los seis muertos que había provocado el ataque, estaba el número dos de Hamás, el lugarteniente de Haniya. Saleh al Aruri.
En su despacho de Ramala, Hani al Masri, director general de Masarat, un think tank palestino especializado en el conflicto, analiza el asesinato de Al Aruri. “El ataque se ha producido justo cuando se estaba negociando una nueva tregua”, dice el experto. “El mensaje que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quiere dar con esta acción está claro. Necesita continuar con la guerra para escapar de su responsabilidad por no haber podido evitar los ataques del 7 de octubre y cree que abriendo un nuevo frente en Líbano la va a alargar todavía más”, dice. “Ni Hezbolá, ni Siria, ni Irán quieren un conflicto con Israel, pero los ataques de Hamás demostraron que Israel es vulnerable”, sigue. “Un pequeño partido como Hamás ha derrotado a todo un Estado y ha devuelto a Palestina a la agenda internacional. Ahora nadie puede ignorar los derechos de su pueblo”, añade.
Lograr la unidad de las facciones palestinas
Al Masri conocía bien a Al Aruri. Coincidió con él dos veces en El Cairo, la capital egipcia, durante unas jornadas sobre Palestina celebradas en 2017 y 2021. “Era una persona distinguida dentro del aparato político y militar de la organización, pero no solo era un político y un soldado, también era un intelectual, una persona muy educada y leída”, cuenta. “Su máximo interés era lograr la unidad de las distintas facciones palestinas [rota tras las elecciones de 2006 que ganó Hamás en Gaza, pero no aceptó Fatah, que todavía hoy gobierna en Cisjordania]. Quería que Hamás y Fatah formaran una única lista electoral y tenía esbozado un programa en el que había trabajado con gran esfuerzo. En uno de nuestros encuentros me pidió que formara parte de esa candidatura. Le dije que no”.
Pero Al Aruri también era un verso suelto de la organización y ordenó acciones armadas por su cuenta, sin consultar al resto de la dirección. Llegó a admitir que el secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes en Cisjordania era obra de las Brigadas Ezedín al Qasam después de que Hamás negara la autoría.
El éxito militar que celebra Israel con su muerte no traerá ninguna solución al conflicto, según el analista. “Israel solo cree en soluciones de seguridad y ha matado a un montón de líderes de distintas facciones palestinas”, señala. “Pero no ha servido de nada porque, cada vez que desaparece uno, sale uno nuevo”. “Muchos, muchos, han sido asesinados”, agrega agitando una lista de varios folios en las que los tiene apuntados. “La única solución es reconocer los derechos de los palestinos y terminar con la ocupación de una vez, pero Israel demuestra con cada uno de sus actos que no quiere”, destaca.
“Israel no logrará su objetivo de destruir a Hamás por el hecho de haber eliminado a Al Aruri”, continúa Al Masri. “Lo único que ha logrado por ahora es que se congelen las negociaciones para intercambiar a los rehenes por presos palestinos. A Netanyahu no le importan sus ciudadanos secuestrados. Tampoco a algunos de sus ministros que lo han manifestado abiertamente”, añade en referencia a los ultranacionalistas y ultraortodoxos del Gobierno israelí, que piden una ocupación militar de Gaza y la construcción de nuevos asentamientos de colonos en ese territorio. “Ahora, además, existe el riesgo de una respuesta fuerte desde Líbano por parte de Hezbolá”, avisa.
En la casa de Arura sigue la procesión de pésames y la hermana del líder, Um Quteiba, con un hilo de voz, se muestra sorprendida por la afluencia. “Saleh era una persona muy normal y no sabíamos que tuviera tanta popularidad en Palestina y en todo el mundo árabe”, prosigue. “Somos conscientes de que trabajó durante muchos años discretamente y en silencio por los palestinos, pero desconocíamos que fuera tan célebre”. A las 12.00, tras el rezo, los hombres y los niños recorren el pueblo en una marcha trufada de banderas de Hamás y clamando venganza. “¡Tu sangre no se ha derramado en vano, querido Saleh!”, gritan. “¡Dile al mundo que Hamás y su bandera ya están aquí!”. En protesta por su muerte y en solidaridad con Gaza, este miércoles se ha convocado una huelga general en Cisjordania. Casi todos los negocios, salvo las panaderías y las farmacias, estaban cerrados.
Las últimas noticias que la familia de Al Aruri tuvo de él les llegaron, precisamente, el 7 de octubre. “Hemos entrado en varias poblaciones de Israel con nuestras armas”, recuerda Um Quteiba que le dijo al teléfono. “Nuestra victoria está a punto de llegar; la nuestra y la de todos los palestinos”, añadió con gran optimismo. “Por favor, estad orgullosos de nosotros porque lo vamos a conseguir”, concluyó. Que el número dos de Hamás supiera que tarde o temprano Israel intentaría matarlo no significa que no tomara precauciones para evitarlo. Desde ese día, el dirigente de la milicia islamista cortó el contacto con sus parientes para evitar que lo localizaran. Lo logró durante tres meses. Hasta el martes. Desde entonces, la grabación del Corán que sale de los altavoces de la mezquita de Arura no ha dejado de sonar.
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