El Papa despide en una misa con 1,5 millones de peregrinos la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “No tengan miedo”

Francisco exhibe su carisma en una sucesión de baños de masas en Portugal. Seúl acogerá el próximo encuentro global de jóvenes católicos en 2027

El Papa oficia la misa multitudinaria junto al parque Tajo de la Jornada Mundial de la Juventud, este domingo en Lisboa.Foto: AFP | Vídeo: EPV

A este Papa no le gustan los circunloquios. Sus mensajes son concisos y directos. El último que dejó en la misa multitudinaria que ofició este domingo junto al Parque del Tajo, en Lisboa, a la que asistieron un millón y medio de católicos, según el Vaticano, también lo fue: “No tengan miedo”. Fue su último baño de masas en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se clausura esta tarde con un encuentro con los voluntarios que han tra...

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A este Papa no le gustan los circunloquios. Sus mensajes son concisos y directos. El último que dejó en la misa multitudinaria que ofició este domingo junto al Parque del Tajo, en Lisboa, a la que asistieron un millón y medio de católicos, según el Vaticano, también lo fue: “No tengan miedo”. Fue su último baño de masas en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se clausura esta tarde con un encuentro con los voluntarios que han trabajado en el evento, en el que se anunció que la próxima cita transcurrirá en Seúl (Corea del Sur) en 2027 en un guiño de la Santa Sede hacia Asia, donde busca afianzarse. Aunque los católicos son apenas el 11% de la población surcoreana, por detrás de protestantes y budistas, la Iglesia de Roma vive un momento dulce por el crecimiento de las conversiones (los bautismos entre adultos aumentaron un 9% en 2022) y el reconocimiento social.

Durante esta semana, Francisco ha sido amable con los jóvenes, pero no condescendiente. Les advirtió contra las falsas idolatrías virtuales, contra la prepotencia y contra la comodidad. Entre las cosas que dijo el sábado al comienzo de una vigilia nocturna en el parque del Tajo, donde se concentraron los actos del fin de semana, dos frases: “El único momento en que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudar a levantarla”; “en esta vida nada es gratis”. Y les aconsejó sobre los días difíciles: “¿Ustedes creen que una persona que fracasa, que comete un error, que cae, ya ha acabado?”, preguntó a la muchedumbre, saltándose de nuevo el discurso escrito. “Hay una frase linda de los montañeros que pueden llevarse como recuerdo de hoy: lo que importa no es caer, lo que importa es no permanecer caído”, dijo.

Tanto el Papa como los participantes se van cargados de la energía que proporciona identificarse con una muchedumbre, algo que también ocurre fuera de la religión en los campos de fútbol o en los conciertos de Taylor Swift. Para el Vaticano, que afronta años de crisis debido a los escándalos de los abusos sexuales y al avance de la secularización en las sociedades europeas, el éxito de la JMJ portuguesa es un chute de optimismo. Para el Pontífice, que tiene dentro de la jerarquía conservadora a sus principales adversarios, es una reafirmación de poder que le puede ayudar en su impulso reformista, para el que ha encontrado más apoyo entre la Conferencia Episcopal Portuguesa que en la española. Nadie puede dudar del carisma de Francisco entre los católicos, aunque luego se alejen de su visión inclusiva de la Iglesia, como hicieron los ultraconservadores que quisieron boicotear una misa para la comunidad LGTBIQ.

La cita también ha sido un éxito organizativo que realza la imagen exterior de Portugal, al igual que ocurrió en la Expo 98, aunque en esta ocasión se afrontaba la dificultad añadida de gestionar grandes multitudes en apenas cinco días. La satisfacción por el desarrollo de los actos, que han transcurrido sin incidentes graves, ha sido evidente en los rostros del primer ministro, el socialista António Costa, y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que han acudido a la mayoría de las citas con el Papa.

De izquierda a derecha, el alcalde de Lisboa, Carlos Moedas; el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa; la esposa del primer ministro, Fernanda Tadeu, y el primer ministro, António Costa, durante la misa que despidió este domingo la JMJ en el Parque del Tajo, en Lisboa.ANTONIO COTRIM / POOL (EFE)

No toda la sociedad portuguesa comparte, sin embargo, la apuesta institucional por el gran evento de la Iglesia católica. La Jornada ha costado unos 160 millones de euros, de los cuales la mitad han sido aportados por el Gobierno y los tres ayuntamientos donde se han celebrado actos (Lisboa, Loures y Oeiras). Es verdad que parte del desembolso público ha permitido urbanizar un área degradada, que continúa la ordenación territorial iniciada durante la Expo de 1998 en la zona oriental de Lisboa, pero esto no ha bastado para rebajar las críticas.

Esta cita ha sido la más gravosa para las arcas públicas de las cuatro que se han celebrado durante el mandato de Francisco, aunque parte de los costes se hayan disparado por un contexto de inflación internacional que no existía cuando se organizaron en Brasil (136 millones de euros, 72,55 millones fueron de fondos públicos), Polonia (48,5 millones, cuatro de ellos públicos) y Panamá (19 millones, no hubo fondos públicos). La JMJ de 2011 en Madrid, con el papa Benedicto XVI, costó 51 millones, sufragados por los peregrinos y los patrocinios, principalmente. El Estado colaboró con exenciones fiscales, pero no invirtió en infraestructuras nuevas.

Contra este gasto público y los abusos sexuales en la Iglesia se concentraron el viernes varias centenas de personas en una plaza de Lisboa. “Estoy enfadada con lo que está ocurriendo y la pasividad que tenemos. Me refiero a los gastos, la prepotencia de ocupar el espacio público y el fingimiento de que todo es para el bien del pueblo”, declaró Maria Luísa Sequeira, una de las manifestantes, al diario Público.

Fue inevitable el trastorno de la vida corriente. Los lisboetas se fueron de la ciudad y los turistas no vinieron. El centro de Lisboa, donde se concentraron las celebraciones los primeros días, fue tomado por miles de peregrinos. Para los empleados de locales cercanos, fue un desafío atenderles. Y otro desafío regresar a casa agotados del trabajo ante la disminución de transportes públicos debido al cierre de estaciones de metro y al corte de calles al tráfico. “Yo creo que el transporte no se ha reforzado ni ha estado bien organizado”, lamentaba una dependienta el sábado, que estaba feliz de recuperar la normalidad.

Miles de peregrinos abandonan el Parque del Tajo tras la misa oficiada por el Papa este domingo en la JMJ en Lisboa. Pool (Getty Images)

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