Escritores en pie de guerra frente a la invasión rusa
La novelista Victoria Amelina, fallecida en un bombardeo en Kramatorsk, es el paradigma de la transformación sufrida en Ucrania por quienes se han visto atropellados por el conflicto armado
Las bombas han diluido en Ucrania las fronteras del arte, la literatura, el pensamiento, la creación… Todos los caminos conducen a la guerra, transcurren a través de la guerra y mueren en la guerra. La gran invasión rusa es una pesada losa que cae a plomo sobre escritores como Victoria Amelina, cuyo funeral se celebró este martes en Kiev, la capital. Un misil ruso segó su vida a los 37 años, poniendo fin a sus innumerable...
Las bombas han diluido en Ucrania las fronteras del arte, la literatura, el pensamiento, la creación… Todos los caminos conducen a la guerra, transcurren a través de la guerra y mueren en la guerra. La gran invasión rusa es una pesada losa que cae a plomo sobre escritores como Victoria Amelina, cuyo funeral se celebró este martes en Kiev, la capital. Un misil ruso segó su vida a los 37 años, poniendo fin a sus innumerables proyectos e iniciativas tanto dentro como fuera de Ucrania. Estaba considerada una voz esencial, uno de los más efectivos altavoces a nivel mundial en la denuncia del drama que vive el país. Amelina era una figura emergente de la literatura surgida de la generación que nació en torno a la desmembración de la Unión Soviética y la independencia ucrania en 1991.
Varios de sus conocidos han relatado a EL PAÍS el vuelco que ha supuesto para ellos, como para Amelina, el habitar en un país sacudido por un conflicto armado, con decenas de miles de muertos y ocupado por cientos de miles de militares de un ejército invasor. La guerra forma parte de su vida y su trabajo. La periodista Kate Tsurkan, del diario Kyiv Independent, ha descrito la transformación vivida por la escritora fallecida, su salto de la novela a la documentación de crímenes a manos de los rusos, con su proceso de formación, adaptación y necesaria experiencia sobre el terreno. “Si eres ucranio con un fuerte compromiso civil, algo que nos pasa a casi todos hoy, no los puedes evadir”, explica Nataliya Gumeniuk, reportera especializada en conflictos y derechos humanos y una de las mujeres investigadoras de crímenes de guerra sobre las que Victoria Amelina preparaba su próximo libro. Iba a rematar esa obra en París gracias a una beca de un año que iba a comenzar a disfrutar estos días.
“No conozco a ningún escritor ucranio que no esté involucrado en la guerra hoy. Cada uno ha tomado su propia decisión, la de ser voluntario, la de ir al frente o la de investigar crímenes de guerra, como Victoria”, señala Yaryra Grusha, amiga de Amelina y traductora de su obra al italiano. “Pero ella no solo hizo esto. Se ofreció como voluntaria para ayudar a las personas desplazadas y consiguió medicamentos del extranjero. También viajó mucho fuera de Ucrania dando cuenta de la guerra. Y comenzó a escribir poesía porque no había lugar para escribir prosa. Siempre hacía lo que consideraba más importante en cada momento. Si escribir ayuda, ella escribía. Si el voluntariado ayuda, ella se ofrecía de voluntaria. Si hacer un festival de literatura en primera línea ayuda, lo organizaba”, comenta Grusha desde el Reino Unido, consternada por no haber podido darle el último adiós. Le queda el consuelo, señala, de haberse visto el pasado mayo durante un acto en Venecia.
El trabajo de Amelina hay que ubicarlo en una “triple dimensión”, explica Volodímir Yermolenko, presidente de Pen Ucrania, una institución que arropa a los escritores y de la que formaba parte la novelista fallecida. Por un lado, la documentación de los crímenes, que desarrollaba especialmente como miembro de la organización Truth Hounds; por otro, su obra de no ficción, donde hay que enmarcar el libro sobre mujeres que investigan los crímenes, y por último, su poesía, que tampoco es ajena al horror bélico, comenta Yermolenko, presente este martes en el funeral.
La sombra de los desastres de la guerra de Francisco de Goya parecía proyectarse sobre los frescos ortodoxos de la iglesia del Monasterio de San Miguel de Kiev. Una espesa atmósfera de consternación dominaba el acto ante el féretro de Victoria Amelina. Junto a su familia, decenas de colegas y conocidos comprobaban in situ la delgada línea que separa la vida de la muerte en la Ucrania de hoy. El adiós definitivo a la escritora tendrá una segunda parte con el entierro este miércoles en Lviv, su ciudad natal, en el oeste del país.
En la fila de los que se acercaron a depositar un ramo de flores y acariciar el féretro cubierto con la bandera nacional como gesto de respeto, estaba Alim Aliev, escritor de la minoría tártara de Crimea y también muy próximo a Amelina. “Escribir de la guerra no es para mí una obligación, es más bien una terapia. Cuando escribes y documentas la guerra no solo es importante hacerlo para la sociedad, también lo es para ti mismo. Somos de aquí y, si no reaccionamos ante los crímenes de guerra… para mí no hay elección”, reconoce. “¿Qué es lo más importante que quieres contar si ves que están encarcelando, matando, ejecutando, deteniendo…?”, se pregunta Gumeniuk.
Hasta el año pasado su trabajo, galardonado en varias ocasiones, se asentaba sobre la obra infantil, la novela y la poesía. Pero Amelina se volcó a raíz de la orden del presidente ruso, Vladímir Putin, de invadir Ucrania en acercarse al frente, escuchar a las víctimas y documentar crímenes de guerra en los territorios que el ejército local iba recuperando del enemigo. Ha dejado escritos versos “muy potentes” sobre la guerra y los bombardeos, afirma Gumeniuk, cofundadora de la iniciativa Public Interest Journalism Lab. “Yo soy reportera y escribo mis artículos, pero reconozco que hay un talento particular en alguien como ella, que es capaz de escribir esos versos”, reflexiona. La periodista recuerda algunos de los proyectos en los que su amiga se embarcó, como en fundar un festival literario en una localidad de la convulsa región de Donetsk, en el este del país, en guerra desde 2014. Donetsk es precisamente la misma región donde se halla Kramatorsk, donde se encontraba Amelina cuando Rusia la bombardeó el 27 de junio matando a ella y a 12 personas más, entre ellas tres menores.
“Allí tenemos una pequeña y bonita ciudad minera que históricamente recibe el nombre de Nueva York por estar fundada por trabajadores que viajaron hasta Nueva York en el siglo XIX. En tiempos de Stalin fue renombrada, en los últimos años recuperó su nombre y hoy es una localidad del frente. Antes de la invasión, en unos meses más o menos pacíficos, Victoria fundó allí un festival de literatura y su revista la llevan los chavales de allí”, añade Gumeniuk, ausente del funeral por estar de viaje en la región de Jersón. “Victoria era una persona muy cercana al corazón de esos jóvenes”.
Camino del templo de San Miguel, Alim Aliev se muestra devastado. Sabe que, tratándose del funeral de su amiga, la ceremonia es de precepto, pero va a ser un mal trago. Como lo fue estar en el hospital de la ciudad de Dnipró hasta que, a última hora del sábado, tras varios días en coma, los médicos certificaron su muerte. Lo rememora entre lágrimas. “Todavía no nos hacemos una idea de lo que supone la pérdida de Victoria” porque “deja un trabajo que es crucial para Ucrania en la actualidad, para abrir procesos en un tribunal internacional”, explica. “Por un lado, desprendía calma. Para mí era como un bálsamo estar con ella. Pero, por otro lado, era alguien enérgico, una auténtica luchadora”, añade.
A Aliev le queda el recuerdo de cuánto quería Victoria Amelina a su perro, un beagle nacido hace un año de nombre Starlink, como el sistema de conexión a internet vía satélite propiedad de Elon Musk que tan esencial es en Ucrania, tanto en el frente como en zonas donde la red ha sido víctima de los combates. El escritor saca el móvil y muestra la última foto que le hizo a Amelina, que aparece en compañía de Starlink. “Su muerte nos va a fortalecer. Tenemos que terminar la misión de Victoria”.
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