Una protesta contra la reforma judicial en el aeropuerto de Tel Aviv acaba con 37 detenidos y choques con la policía

Miles de israelíes se concentran ante la terminal principal en respuesta a la decisión de Netanyahu de retomar los cambios legales para debilitar el Poder Judicial

La policía israelí detiene a un manifestante durante la protesta contra la reforma judicial del Gobierno israelí en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, el 3 de julio de 2023.Ohad Zwigenberg (AP)

Después de tres meses de relativa tregua, el movimiento contra la reforma judicial del Gobierno israelí ha vuelto a demostrar su fuerza este lunes con una protesta multitudinaria en el aeropuerto de Tel Aviv, que concentra casi todo el tráfico aéreo internacional del país. Miles de israelíes se han congregado en la principal terminal de las instalaciones en respuesta a la decisión del primer ministro, Benjamín Netanyahu, de retomar la reforma, ahora por fases y sin u...

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Después de tres meses de relativa tregua, el movimiento contra la reforma judicial del Gobierno israelí ha vuelto a demostrar su fuerza este lunes con una protesta multitudinaria en el aeropuerto de Tel Aviv, que concentra casi todo el tráfico aéreo internacional del país. Miles de israelíes se han congregado en la principal terminal de las instalaciones en respuesta a la decisión del primer ministro, Benjamín Netanyahu, de retomar la reforma, ahora por fases y sin una de sus propuestas más controvertidas. 37 personas han sido arrestadas, y la policía ha desalojado varias veces por la fuerza el interior de la terminal, antes de que se llenase de nuevo poco después de banderas de Israel y cánticos de “¡Democracia!” o “No tenemos miedo” en medio de un ruido ensordecedor. Por la mañana, otro grupo de manifestantes bloqueó temporalmente el mayor puerto del país, el de Haifa.

Aunque los organizadores habían animado inicialmente a llevar maletas y pasaportes para hacerse pasar por viajeros, los manifestantes no los han necesitado para ocupar el vestíbulo de salidas de la terminal, mientras miles de personas protestaban en el exterior. Amit Oved, de 41 años, entró por ejemplo con una bandera de Israel escondida en la mochila que después se anudó a la espalda. “Es un gesto muy poderoso. El aeropuerto es un lugar central y con mucha visibilidad”, decía. En julio, recibe una media de 90.000 pasajeros diarios.

La policía ha justificado en un comunicado el desalojo de la terminal ante la “concentración ilegal” de decenas de personas, que supone una “vulneración flagrante del orden público, un daño para la seguridad de los carriles de tráfico [que quedaron bloqueados por la multitud] y el asalto a policías”.

Un millar de policías controlaban el aeropuerto de Ben Gurión —que ya fue bloqueado por el movimiento de protesta hace tres meses— y los alrededores. En los días previos, intentaron limitar la protesta a una terminal menor, a lo que los manifestantes se negaron. Finalmente, las autoridades pretendieron acotar la protesta a un espacio con la advertencia de que actuarían ante cualquier “bloqueo de rutas de acceso en torno al aeropuerto”, por el riesgo que supone en caso de emergencia.

Unos y otros han jugado al gato y al ratón desde que comenzó la protesta, a media tarde. Cuando el hall se llenaba, eran empujados por la fuerza al exterior. Un centenar de personas lograba entrar poco después. Algunos manifestantes encaraban a los policías con los brazos en alto o en cruz hasta que eran evacuados a empujones. Los turistas extranjeros miraban extrañados mientras trataban de abrirse paso entre la multitud.

Muchas de las pancartas estaban escritas en inglés, en un intento de que el mensaje llegue al extranjero. El ex primer ministro Ehud Olmert, de 77 años, se unió a la manifestación.

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La protesta fue convocada con motivo de la tramitación inicial de una de las leyes de la reforma, la que privaría al Supremo de la potestad de revocar las decisiones del Gobierno que considere “irrazonables en extremo”. Abriría la puerta a que el líder del partido ultraortodoxo Shas, Arye Deri, retomase las carteras de Interior y Sanidad, que le quitó el tribunal por haber sido condenado por un delito fiscal y por el cambio exprés en la legislación que lo permitió.

La protesta en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv derivó en choques entre los manifestantes y la policía, este 3 de julio de 2023. ABIR SULTAN (EFE)

La “táctica del salami”

La acción ha ido acompañada de manifestaciones en decenas de localidades del país a distintas horas del día. Por la mañana, cientos de personas lograron bloquear durante hora y medio el acceso al puerto de Haifa. Impidieron la entrada de unos cien camiones y retrasaron la descarga de mercancías. Llevaban salami polaco para subrayar dos ideas. Una equiparaba el proyecto de Netanyahu con los ataques a la independencia judicial del Ejecutivo de Varsovia. La otra aludía a la “táctica del salami” que, a su juicio, emplea ahora el Ejecutivo para impulsar la reforma, en contraste con la velocidad con la que quiso sacarla adelante nada más llegar al poder, el pasado diciembre. “Trataron de pasar muy rápido más de 180 leyes, pero logramos detenerlos. Ahora están intentando un nuevo enfoque, importado. Cortarán nuestra democracia lentamente, cada vez una rodaja, cada vez una ley”, dijo en un discurso durante la protesta uno de los participantes, Ofer Doron.

El pasado marzo, la intensidad de las protestas, una huelga general, las presiones diplomáticas (sobre todo del aliado estadounidense), las señales de alerta económicas y el desmarque de su ministro de Defensa, Yoav Galant, obligaron a Netanyahu a pisar el freno de la reforma. Gobierno y oposición entraron entonces en un ―hoy paralizado― proceso de diálogo auspiciado por el presidente, Isaac Herzog. Mientras, decenas de miles de personas han seguido manifestándose cada sábado para sacar músculo.

El mes pasado, un embrollo parlamentario enrareció el ambiente, la oposición se levantó de la mesa de negociaciones y el primer ministro retomó la reforma, presionado por la ultraderecha y parte de su partido, el conservador Likud. La pasada semana subrayó en una entrevista con The Wall Street Journal que no incluirá en ningún caso una de las propuestas iniciales más controvertidas: permitir al Parlamento reaprobar una ley que hubiese tumbado previamente el Supremo por vulnerar alguna de las leyes básicas, que funcionan de facto como la Constitución del país.

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