El Parlamento ajusta cuentas con Boris Johnson y aprueba por una aplastante mayoría el informe de sus mentiras sobre el ‘partygate’

Los partidarios del ex primer ministro se ausentan de un debate protagonizado por la oposición, que se salda con una votación con 354 votos a favor del texto y siete en contra

Boris Johnson abandona su domicilio en Londres el pasado 21 de marzo. Foto: PETER NICHOLLS (REUTERS) | Vídeo: EPV

Hubo un tiempo en que la mera presencia de Boris Johnson llenaba a rebosar la bancada conservadora de la Cámara de los Comunes, dispuesta a jalear sus bromas y abuchear a la oposición. Cuando este lunes ha llegado el momento de debatir el informe de la Comisión parlamentaria de Privilegios, que acusa al ex primer ministro de haber ocultado la verdad a los diputados sobre las fiestas prohibidas en Downing Street durante la pandemia...

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Hubo un tiempo en que la mera presencia de Boris Johnson llenaba a rebosar la bancada conservadora de la Cámara de los Comunes, dispuesta a jalear sus bromas y abuchear a la oposición. Cuando este lunes ha llegado el momento de debatir el informe de la Comisión parlamentaria de Privilegios, que acusa al ex primer ministro de haber ocultado la verdad a los diputados sobre las fiestas prohibidas en Downing Street durante la pandemia, el escándalo conocido como partygate, la sede de la soberanía nacional británica presentaba un aspecto triste y desangelado. El propio Johnson, en el mismo día que cumplía 59 años, celebraba su aniversario lejos del Parlamento. Había renunciado a su escaño poco antes de que el informe se publicara, y desde entonces se ha dedicado a acusar de sesgados e injustos a los miembros de la comisión y de desleal al actual Gobierno. A la hora de votar, la mayoría que ha respaldado el informe ha sido aplastante.

El primer ministro, Rishi Sunak, ha enmascarado en motivos de agenda su ausencia del Parlamento. Como él, muchos conservadores están hartos de la permanente presencia de Johnson en el debate público, pero no quieren remover más la herida interna. La mejor opción, para muchos de ellos, era la abstención, ante un ejercicio inútil —la comisión recomienda la suspensión durante 90 días de alguien que ya ni siquiera es diputado— que solo podía producir melancolía. Todo eso a pesar de los continuos reproches lanzados desde la bancada de la oposición contra Sunak por faltar a su promesa de recuperar la integridad y la dignidad en Downing Street. Y del hecho histórico de que un ex primer ministro fuera acusado de perjurio por mentir ante el Parlamento.

Formalmente, sin embargo, el Gobierno ha cumplido con lo que los usos parlamentarios reclamaban. Penny Mordaunt, la líder de la Cámara de los Comunes (un cargo con rango ministerial, equivalente a la Secretaría española de Relaciones con las Cortes), ha presentado la moción y el debate, a la vez que anunciaba su voluntad de votar a favor del informe: “Respaldaré con mi voto el informe de la comisión y sus recomendaciones, pero creo que cada diputado debe decidir en libertad lo que desea hacer, sin presiones del resto”, ha anunciado Mordaunt.

Mucho más demoledora resultaba la intervención de Theresa May. La ex primera ministra británica sufrió la deslealtad, la mofa y hasta la traición de Johnson cuando intentaba sacar adelante sus planes del Brexit. La venganza es un plato que se sirve frío, y May se ha hartado en los últimos meses de tomársela con su sucesor. “Voy a votar a favor del informe. Y pido a todos los miembros de esta Cámara que hagan lo mismo, para defender los estándares de ética que exige una vida de servicio público; para demostrar que todos asumimos la responsabilidad que sobre nosotros han depositado los ciudadanos a los que servimos; y para restaurar la fe en nuestra democracia parlamentaria”, ha reclamado May mientras los pocos diputados conservadores que estaban presentes en el debate agachaban la cabeza o miraban para otro lado.

Ha sido Jacob Rees-Mogg, el diputado euroescéptico más extravagante y más incondicional en su apoyo a Johnson, el único en intentar un último conato de defensa del ex primer ministro. Otros, como John Baron o Nicholas Fletcher, recordaban con tristeza los escasos logros del mandato de Johnson para admitir a continuación que votarían a favor del informe de la comisión, para mantener la dignidad e integridad del Parlamento.

El enésimo vídeo de la vergüenza

Durante el fin de semana muchos diputados habían podido ver hasta la saciedad la exclusiva del tabloide Daily Mirror: un nuevo vídeo mostraba a un grupo de voluntarios del Partido Conservador, los responsables de la campaña a la alcaldía de Londres de Shaun Bailey, bailando y bebiendo en la sede de la formación el 14 de diciembre de 2020, cuando el resto de ciudadanos británicos sufría el rigor del confinamiento y cumplía con las normas de distanciamiento social. A uno de los participantes en la fiesta se le oye decir irónicamente, al ser grabado con el teléfono móvil: “Mientras no hagamos un streaming [video en directo] que demuestre cómo estamos forzando las reglas”.

Los familiares de las víctimas de la covid-19 mostraban de inmediato su disgusto y repulsión por el vídeo. El ministro Michael Gove, en nombre del Gobierno, pedía disculpas y calificaba de “indefendibles” las imágenes, y la Policía Metropolitana de Londres confirmaba que había abierto una investigación al respecto.

“Boris Johnson es un mentiroso”

Ante ese panorama, la sensación general entre los conservadores era el lunes de hartazgo. Las intervenciones de los diputados durante el debate sobre el informe de la comisión se han prolongado durante toda la tarde, pero la mayoría de ellas correspondían a miembros de la oposición. Algunos de los diputados del Partido Nacional Escocés recordaban cómo su anterior portavoz, Ian Blackford, había sido expulsado en su día de la Cámara por llamar a Johnson “mentiroso”. Uno tras otro reivindicaban la verdad finalmente demostrada por la Comisión de Privilegios que supuso a su compañero, al pronunciarla antes de tiempo, una mancha en su expediente parlamentario. “Boris Johnson es un mentiroso”, decían uno tras otro de los miembros del SNP, y algunos diputados laboristas se sumaban al desahogo.

Quedaba claro, desde el comienzo de la sesión parlamentaria, que el informe saldría adelante. Y que la enésima rebelión anunciada de los diputados partidarios de Johnson quedaría en nada. Porque ese grupo, salvo un puñado de incondicionales, ya no existe. Y porque el deseo mayoritario de los tories, a un año de las próximas elecciones generales, es sobre todo dejar atrás la era de Johnson. Cerca de las 22.00 (23.00, horario peninsular español), la Cámara votaba el informe: 354 votos a favor, siete en contra. La soledad del ex primer ministro se hacía más patente que nunca.

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