Sunak logra sofocar la rebelión euroescéptica liderada por Johnson contra el nuevo pacto con la UE

El Parlamento respalda mayoritariamente el acuerdo de Londres y Bruselas sobre el encaje de Irlanda del Norte en la era pos-Brexit. Solo 22 de los 355 diputados conservadores lo rechazan

El primer ministro británico, Rishi Sunak, este miércoles durante la sesión de control al Gobierno en la Cámara de los Comunes.ROGER HARRIS (AFP)

En otro tiempo no muy lejano, el escenario político con el que se despertaba el Reino Unido este miércoles hubiera llevado a pronosticar, sin asumir demasiado riesgo, que Rishi Sunak tenía sus horas contadas. Los dos predecesores del actual primer ministro, Boris Johnson y Liz Truss, habían anunciado que votarían en contra del llamado ...

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En otro tiempo no muy lejano, el escenario político con el que se despertaba el Reino Unido este miércoles hubiera llevado a pronosticar, sin asumir demasiado riesgo, que Rishi Sunak tenía sus horas contadas. Los dos predecesores del actual primer ministro, Boris Johnson y Liz Truss, habían anunciado que votarían en contra del llamado Acuerdo Marco de Windsor, el pacto alcanzado en febrero entre Londres y Bruselas para poner fin al largo y venenoso conflicto en torno al Protocolo de Irlanda del Norte. Se sumaban a ese rechazo uno de los exlíderes del Partido Conservador más popular en la historia reciente, Ian Duncan-Smith, y una exministra del Interior que en su día hizo las delicias del ala dura de los tories, Priti Patel. Los tambores de guerra y de rebelión interna, sin embargo, resultaron ser más ruidosos que potentes. Solo 22 de los 355 diputados conservadores han votado en contra de la propuesta del Gobierno, que ha salido adelante con el respaldo mayoritario de la Cámara de los Comunes (515 votos a favor frente a 29 rechazos). Sunak ha logrado sofocar la rebelión del en su día todopoderoso grupo de los euroescépticos y consolidar la unidad del partido.

“Todos los que hemos seguido este asunto muy de cerca nunca pensamos que volveríamos a estar debatiendo una renegociación del tratado [del Brexit]. Hay que rendir tributo al primer ministro y a los miembros del Gobierno por haberlo hecho posible”, ha resumido en su intervención Julian Smith, él mismo, responsable del Ministerio para Irlanda del Norte durante los primeros años del mandato de Johnson. “Como alguien que ha quedado ligeramente traumatizado después de todos estos años de votaciones sobre el Brexit, estoy encantado de que este sea el capítulo final”, se ha congratulado Smith.

Sunak prometió a sus diputados que el Parlamento podría tener voz respecto al pacto alcanzado con la UE, a pesar de que no era legalmente obligatorio llevarlo ante la Cámara de los Comunes. La fórmula elegida por Downing Street ha sido someter a votación la conquista más relevante: el llamado “freno de Stormont”. Con ese nombre se conoce a la Asamblea Autónoma de Irlanda del Norte, en Belfast. El equipo de Sunak dio respuesta a una las quejas más relevantes del unionismo norirlandés, que reclamaba mayor participación democrática de sus representantes en las decisiones de la UE respecto a ese territorio británico.

El Protocolo de Irlanda, fundamental para sacar adelante el Acuerdo de Retirada de la UE del Reino Unido, retenía dentro del mercado interior y del espacio aduanero de los Veintisiete a Irlanda del Norte. Se trataba así de evitar la nueva imposición de una frontera física entre las dos Irlandas —la República, en el sur de la isla, es territorio comunitario— que resucitara la tensión sectaria a la que puso fin el Acuerdo de Viernes Santo de 1998. El nuevo mecanismo, el “freno de Stormont”, permite, bajo la condición de que lo pidan 30 diputados autonómicos y dos partidos, que la Asamblea pueda frenar la aplicación en territorio norirlandés de nuevas leyes de la UE que afectaran a su mercado interior. Dependerá luego del Gobierno central de Londres invocar ese veto provisional y negociar con Bruselas.

La rebelión de Johnson

Johnson, que a duras penas oculta tanto su deseo de regresar a la primera línea política como su rencor hacia Sunak —le considera artífice de su caída—, había anunciado en las horas previas de la votación su rechazo al acuerdo. “Las reformas del tratado implicarían que Irlanda del Norte permaneciera capturada por el orden legal de la UE, y se distanciara cada vez más del Reino Unido, o que el propio Reino Unido fuera incapaz de tomar distancia como un bloque unido y se aprovechara de las ventajas del Brexit”, explicaba el ex primer ministro en un comunicado público.

Johnson insistía en defender la ley impulsada por su Gobierno, por la que el Reino Unido intentó eliminar de modo unilateral partes fundamentales del Protocolo de Irlanda. Aquella iniciativa desenterró el hacha de guerra con Bruselas. Fue precisamente Truss, entonces ministra de Exteriores, la principal impulsora de una iniciativa que avivó la posibilidad de una guerra comercial con la UE. Resulta significativo, sin embargo, que ni Johnson, ni Truss, ni el resto de rebeldes notables se decidieran a participar en el debate de la Cámara de los Comunes. El ex primer ministro estaba dando explicaciones ante el Comité de Privilegios del Parlamento sobre las escandalosas fiestas de Downing Street durante el confinamiento. Tenía excusa. El resto intuyó que se iban a quedar solos y evitaron el protagonismo.

Las cuentas de Sunak

El Gobierno de Sunak sabía de antemano que el texto presentado saldría adelante sin problemas en la Cámara de los Comunes. El Partido Laborista, los nacionalistas escoceses del SNP y los liberaldemócratas habían anunciado su apoyo. La clave estaba en ver si el primer ministro era capaz de mantener el cierre de sus propias filas. La cifra mágica era 35. Cualquier conato de rebelión entre los diputados conservadores que superara esa cifra habría resultado amenazador para Sunak, porque hubiera significado que tenía que apoyarse esencialmente en la oposición para salvar su pacto con la UE. Al final, solo 22 tories han votado en contra. Nada que ver con las cifras euroescépticas que, en su día, hicieron tambalear a otros gobiernos conservadores, como el de Theresa May.

El rechazo del DUP

Seis de los ocho diputados del Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés) han votado en contra del “freno de Stormont”. Ya lo había anunciado su líder, Jeffrey Donaldson. El principal partido unionista de Irlanda del Norte sigue mirando de reojo a competidores políticos más radicales, como Voz Unionista Tradicional, el partido fundado por Jim Allister. Y sufre sus propias divisiones internas. El hijo del histórico reverendo Ian Paisley —que fue capaz de sentarse con los republicanos del Sinn Féin y firmar la paz―, Ian Paisley Jr. , lidera el rechazo frontal al Acuerdo Marco de Windsor, y sigue acusando a Johnson y al actual Gobierno de haber traicionado al unionismo.

“Confío en que seguiremos trabajando para realizar las mejoras necesarias [en el texto] que nos permitan poder volver a poner en marcha el Gobierno Autónomo de Irlanda del Norte”, ha dicho en el debate parlamentario Donaldson, que intenta mantener un imposible equilibrio entre los radicales de su partido y la mano tendida por Londres. El DUP ha utilizado la excusa de su oposición al Protocolo de Irlanda para mantener bloqueadas desde hace más de un año las instituciones autonómicas de Irlanda del Norte. El 10 de abril se cumple el 25º aniversario de la firma del Acuerdo de Viernes Santo, que llevó la paz a esa región. Londres, Dublín y Washington han presionado duramente al DUP para que permita el regreso de la normalidad. El presidente estadounidense, Joe Biden, ha anunciado su intención de visitar la región, con motivo del aniversario, junto con el expresidente Bill Clinton —principal valedor de aquel acuerdo— y la ex secretaria de Estado Hillary Clinton.

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