El jefe de los mercenarios rusos rompe la ley del silencio del Kremlin

Yevgeny Prigozhin, empresario al frente del grupo Wagner, aprovecha su proyección política y mediática para romper un tabú con Putin: las críticas y las amenazas en público contra otros miembros de la élite rusa

Yevgeny Prigozhin, en San Petersburgo, en noviembre de 2020.Mikhail Metzel (TASS via Getty Images)

Hubo un tiempo en el que la élite rusa lavaba sus trapos sucios en casa. Aquellos que criticaban abiertamente a sus rivales veían cómo sus carreras políticas acababan de golpe por orden de arriba. ...

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Hubo un tiempo en el que la élite rusa lavaba sus trapos sucios en casa. Aquellos que criticaban abiertamente a sus rivales veían cómo sus carreras políticas acababan de golpe por orden de arriba. Vladímir Putin era el garante de la estabilidad, y las tensiones entre las distintas facciones que aleteaban en torno al presidente eran un asunto que se resolvía a puerta cerrada. Además, el Kremlin se preocupaba por guardar las apariencias al dar una envoltura legal a todas sus acciones, incluso las más represivas. Al menos así era hasta la guerra. Enardecido por su rol en la ofensiva contra Ucrania, uno de los empresarios de Putin, el dueño de la compañía de mercenarios Wagner, Yevgeny Prigozhin (Leningrado, 61 años), se ha atrevido a poner a prueba el statu quo con amenazas y acusaciones de traición públicas contra otros altos cargos.

A menudo se exagera el poder real de Prigozhin, fundador también de la fábrica de trols y bots que llevó la propaganda y la desestabilización contra Occidente a través de las redes sociales. El conocido como el chef de Putin por su empresa de catering, tiene dos ejércitos, uno militar y otro mediático, pero no ha logrado en cuatro años derribar a un político de relativamente poco peso como el gobernador de San Petersburgo, su archirrival Alexánder Beglov. Pese a apoyarle en su elección en 2019, el empresario ha visto cómo el político rechazaba la construcción de varios de sus proyectos, y el enfrentamiento terminó de estallar cuando Prigozhin tuvo las manos libres gracias a la dependencia de las fuerzas armadas rusas de sus mercenarios.

“Beglov no aporta ningún beneficio a la ciudad, ha creado un sistema para dividir el dinero, los edificios y los territorios de la ciudad entre un grupo de personas interesadas. Esta telaraña de corrupción solo puede ser destruida con un mazo”, decía Prigozhin el 30 de diciembre a través de un chat público que mantiene a través de una de sus empresas.

Aquella referencia al mazo no era fortuita. La pena de muerte está suspendida en Rusia por una moratoria de 1996, pero Wagner la aplicó sin juicio previo contra un ciudadano ruso en noviembre. La ejecución de Yevgeny Nuzhin, un expresidiario ruso que había sido reclutado en la cárcel por esa misma compañía y que posteriormente había sido intercambiado tras entregarse al ejército ucranio, fue difundida por las redes sociales próximas a Wagner. Los paramilitares le golpearon con un mazo en la cabeza y le acusaron de traición. “Un perro recibe la muerte de un perro”, comentó Prigozhin.

“Esto no es tema nuestro”, zanjó entonces el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, al ser preguntado si se abriría una investigación sobre el suceso. Aquello quedó en el olvido, igual que se ignoró que la legislación rusa castiga con hasta 15 años de cárcel a los empresarios que recluten y entrenen mercenarios en Rusia.

“Prigozhin no es amigo de Putin, solo es una herramienta útil. Él lo sabe muy bien al hacer precisamente lo que el Kremlin necesita de él”, dice por teléfono a este periódico Mark Galeotti. El experto en Rusia resalta que el empresario “odia” al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, lo que explica sus críticas contra el alto mando. “Cuando Shoigú cesó al responsable de la logística del ejército, le cortó sus lazos porque aquel militar concedía a las compañías de Prigozhin bastantes negocios. Desde su punto de vista, Shoigú le cuesta dinero”, subraya.

A diferencia de Putin y Shoigú, Prigozhin visita constantemente el frente y no tiene pudor en exhibirse junto a mutilados de guerra o pasear por una siniestra morgue improvisada en un sótano. “Sus contratos han terminado, regresan a casa”, comentaba entre numerosas bolsas de plástico negras donde reposaban los restos de sus reclutas. Para Prigozhin, esto es publicidad, ha encontrado un nicho populista frente a un alto mando que oculta el drama: “A algunos no les gusta que los rusos comunes, los que no participan en desfiles ni tienen un pasado irreprochable, puedan derrotar al enemigo. Todas las guerras de Rusia no han sido ganadas por fuerzas especiales con actos acrobáticos, sino por esos hombres con huevos de hierro”.

Yevgeny Prigozhin, en el frente, en una imagen de Twitter.

La palabrería de Prigozhin no tiene límites. Hace unos días calificó de “fantasías eróticas” los pronósticos del expresidente Dmitri Medvédev para 2023, y a principios de diciembre hizo otra amenaza velada contra el exdirector de la agencia espacial rusa Dmitri Rogozin, quien había sido criticado antes por vestir prendas de la OTAN. “Si alguien se acerca a las posiciones de Wagner con esta ropa, lo devolveremos en una bolsa de plástico”, dijo el empresario. Semanas después, Rogozin resultó gravemente herido al ser bombardeado el restaurante de Donetsk donde se encontraba. Según los canales militaristas rusos, su localización podría haber sido filtrada.

La actitud de Prigozhin es muy llamativa si se tiene en cuenta cómo acabaron los últimos políticos que se atrevieron a hacer sus críticas en público. El exalcalde de Moscú Yuri Luzhkov cuestionó en 2010 el liderazgo del entonces presidente Dmitri Medvédev y fue cesado “por pérdida de confianza”. Dos años antes, en 2008, fue apartado de forma fulminante Víktor Cherkésov como jefe de la Agencia Antidroga. El alto cargo había escrito en el diario Kommersant un artículo en el que criticaba las luchas internas de los servicios de seguridad tras la detención de varios colaboradores suyos. Nunca más regresó a la política, y Putin le reprendió en público: “Aquel que hace afirmaciones sobre una guerra de los servicios secretos primero debe ser inocente”.

Un valor al alza

Sin embargo, otros ven en Prigozhin un valor al alza al que acercarse. El gobernador de Kursk, Roman Starovoit, publicó un vídeo este domingo en Telegram donde anunciaba que había entrenado la primera semana del año con una unidad de Wagner. “Rodeado de hombres de verdad, patriotas de Rusia”, dijo el político.

Prigozhin recluta gran parte de sus fuerzas entre los presos con la promesa de dejarles en libertad, aunque el indulto no es potestad del empresario. Según el portavoz del Pentágono, John Kirby, de las 50.000 tropas de Wagner, solo 10.000 son mercenarios profesionales, mientras que el resto procede de centros penales. La inteligencia estadounidense calcula que este ejército privado le cuesta al Ministerio de Defensa ruso unos 1.200 millones de euros al año, el equivalente al presupuesto de regiones como Briansk o Karelia.

“No bebáis demasiado, ni consumáis drogas ni violéis mujeres”, pedía Prigozhin en tono distendido a varios presos mutilados en un hospital que han sido indultados recientemente. En aquel vídeo también reclamaba la comprensión de los rusos hacia ellos. En paralelo, algunos periódicos independientes como Jólod y Agentstvo Nóvosti identificaron a varios reos: desde un hombre que asesinó a su abuela para cobrar la venta de un apartamento a varios ladrones y traficantes de droga.

El ejército privado de Prigozhin está inmerso ahora en una sangrienta batalla por la conquista de Soledar y Bajmut. Según el espionaje norteamericano, detrás de aquella matanza está el intento de quedarse con el control de unas minas ricas en sal y yeso, como ya hiciera Wagner antes en África a cambio de sus servicios.

Otro de los versos sueltos del ultranacionalismo ruso, el militar Ígor Girkin Strelkov, uno de los más críticos con el Kremlin desde el comienzo de la guerra, ha cargado contra Prigozhin por gastar sus fuerzas en favor de sus negocios. “Incluso si nuestras tropas obtienen una victoria táctica, estratégicamente hemos perdido porque una vez más ha lanzado nuestras mejores fuerzas por un objetivo inútil. Y en este caso, las fuerzas armadas rusas solo habrán llegado a los límites de la tercera línea fortificada de Ucrania, no peor equipada que las dos primeras”, escribía en su canal personal Strelkov, uno de los militares rusos que comenzaron la guerra de Donbás de 2014. “La culpa de esto no es de Prigozhin ni de Wagner, sino del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, pero la responsabilidad de estos comerciantes privados no debe eliminarse por completo”, advirtió el militar.

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