Netanyahu roza el poder en Israel gracias al auge de la ultraderecha
Con el 97% del voto regular escrutado, el bloque del ex primer ministro y líder del partido conservador logra una cómoda mayoría, con 65 de los 120 escaños de la Kneset
En las elecciones del “Bibi, sí; Bibi, no”, Israel ha elegido sí. El escrutinio del 97% del voto regular de los comicios celebrados este martes otorga una cómoda mayoría al bloque de Bibi ―como se conoce popularmente al ex primer ministro y líder del partido conservador Likud, Benjamín Netanyahu― sobre la amplia coalición liderada por el centrista Yair Lapid, que le arrebató el cargo el año pasado. La clave es el éxito de ...
En las elecciones del “Bibi, sí; Bibi, no”, Israel ha elegido sí. El escrutinio del 97% del voto regular de los comicios celebrados este martes otorga una cómoda mayoría al bloque de Bibi ―como se conoce popularmente al ex primer ministro y líder del partido conservador Likud, Benjamín Netanyahu― sobre la amplia coalición liderada por el centrista Yair Lapid, que le arrebató el cargo el año pasado. La clave es el éxito de la lista ultraderechista y racista Sionismo Religioso, que salta en solo un año de seis a 14 de los 120 diputados del Parlamento, la Kneset. Israel se encamina a devolver al poder al dirigente que más tiempo lo ha ostentado, 15 años, y a resolver el bloqueo político que ha motivado cinco elecciones en tres años y medio. Es el país que más ha ido a las urnas desde 1996, cada 2,4 años.
El escrutinio ha agrandado este miércoles la ventaja del bloque de Netanyahu sobre sus rivales respecto a la que apuntaban anoche los sondeos a pie de urna. No obstante, en un sistema electoral como el israelí, el resultado puede cambiar hasta la última papeleta, como subrayó la noche del martes el primer ministro Lapid.
El conteo da la victoria al Likud con 32 escaños, dos más que en las elecciones de hace un año. Las otras tres listas del bloque pro-Netanyahu suman 35 diputados, con lo que obtienen 65 de los 120 escaños
Una de ellas, Sionismo Religioso, se convierte en la tercera fuerza de la Kneset. Ha sido la más beneficiada por la alta participación: un 71,3%, la mayor desde 2015. “Haré todo lo posible para formar un Gobierno plenamente de derechas. En beneficio de todos, también de aquellos a los que no les gusto”, ha declarado este miércoles a la televisión el número dos de Sionismo Religioso, Itamar Ben Gvir, la sensación de la campaña y quien marcaba al resto de las fuerzas de qué se hablaba y cómo.
Ben Gvir es discípulo de Meir Kahane ―el rabino estadounidense-israelí cuyo partido, Kaj, fue ilegalizado y catalogado como organización terrorista en Israel― y defiende la pena de muerte para los “terroristas” (entre los que incluye a quien lance un cóctel molotov), expulsar a los ciudadanos “desleales”, como los que tiren piedras, y otorgar la inmunidad a soldados y policías. Hasta hace poco tenía en su salón un retrato de Baruj Goldstein, el colono que en 1994 entró en la mezquita de Hebrón durante el rezo y asesinó a 29 palestinos al abrir fuego contra la multitud.
Entre los otros dos aliados, el partido ultraortodoxo sefardí Shas sube de nueve a 11 escaños, y el askenazi Judaísmo Unido de la Torá, de siete a ocho.
El bloque gubernamental desciende a 50, pese al crecimiento (de 17 a 24) del partido de Lapid, Yesh Atid. Unidad Nacional, liderada por el ministro de Defensa, Benny Gantz, reduce su presencia (12) respecto a los 14 que obtuvieron por separado en 2021 los dos partidos que la integran, Azul y Blanco y Nueva Esperanza. E Israel Beitenu, del titular de Finanzas, Avigdor Lieberman, cae de siete a cinco. Son dos exsocios de Netanyahu que cambiaron de bando.
El histórico Partido Laborista salva los muebles al superar el umbral del 3,25%, pero su líder, la conocida periodista Merav Mijaeli, queda lejos de su objetivo de sacar de la irrelevancia a la formación, que dirigió el país durante sus tres primeras décadas. Tendrá cuatro escaños, el mínimo.
Tampoco la veterana Zehava Gal-On ha logrado resucitar a la izquierda pacifista de Meretz, aún lastrada por los estigmas y las luchas internas. Si, como parece, finalmente queda fuera del Parlamento sería un duro golpe para la formación al tratarse de la primera vez. En 2021 entró en el Gobierno tras dos décadas en la oposición.
La Lista Árabe Unida gana un escaño y se sitúa en cinco, en un refrendo a su decisión de convertirse en el primer representante de la minoría palestina con ciudadanía israelí en entrar al Gobierno desde la creación del país en 1948. También logra cinco diputados otra lista árabe, Hadash-Taal, situada fuera de los bloques.
La asignación de escaños, no obstante, está abierta hasta el final. Israel ha computado 4,1 millones de votos de los denominados regulares, pero falta aún medio millón de los denominados “sobres dobles”, depositados por soldados en bases militares, diplomáticos y emisarios en el extranjero o presos en las cárceles, entre otros. Además, es necesario un 3,25% de votos para entrar en el Parlamento y cruzar el umbral da automáticamente cuatro escaños que pueden voltear el mapa político. Uno de los partidos árabes, Balad, lo roza según avanza el conteo y Meretz está justo en el límite. A esto se suma un mecanismo de reparto entre formaciones del conocido como “excedente de votos”.
Netanyahu compareció pasadas las tres de la madrugada en el Centro Internacional de Convenciones de Jerusalén, donde se habían ido concentrando sus seguidores tras conocerse los datos de los sondeos a pie de urna. “Hay que esperar a los resultados finales, pero estamos a punto de una gran victoria”, declaró con voz ronca y acompañado de su mujer, Sara, sobre un escenario decorado con pósteres con el lema “solo el Likud puede”.
El ex primer ministro hizo un discurso aparentemente dirigido a tranquilizar, tras el auge de su aliado de ultraderecha. Dijo que pretende formar un Gobierno que “se preocupe de todos sus ciudadanos sin excepción” ―lo que incluye a la minoría árabe, en el punto de mira de Sionismo Religioso― y que hará una “política equilibrada y responsable”. “Está claro que el pueblo quiere un cambio. No quiere debilidad, sino fuerza, y quiere devolver el orgullo nacional y un Estado judío”, señaló. Los apenas 200 seguidores que quedaban a esa hora le interrumpieron en varias ocasiones con cánticos como “¡Vuelve Bibi!”, “¡Bibi fuerte!” y “¡Bibi, rey de Israel!”.
“Ha llegado de nuevo nuestro turno”, decía Tami Cohen, de 67 años y activista del partido en Tel Aviv, mientras esperaba a Netanyahu. A Cohen, ataviada con una camiseta con la frase “un líder para un futuro seguro”, le preocupaba poco que el reforzado Sionismo Religioso pueda imponer su agenda al Likud, que solo crece en un escaño respecto a 2021. “Ellos también suman al bloque. Y ahora lo que necesitamos es un Gobierno fuerte que nos devuelva la seguridad y la calma”, argumentaba.
Shai Dayán mostraba con orgullo los 11 grupos de WhatsApp, con unos 2.500 miembros en total, con los que el Likud ha movilizado a los taxistas. Es, a sus 44 años, el líder de la rama del partido para este colectivo profesional. “Hay mucho trabajo detrás de este resultado. Muchas llamadas, muchos wasaps… Hasta llevé a mi madre en silla de ruedas hasta la urna. No me sorprende. Esperaba incluso tres diputados más”.
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