La irresistible carrera ascendente de Rishi Sunak
El nuevo primer ministro del Reino Unido, de origen indio y religión hindú, es el fruto de una clase media con ambiciones, y de un entorno familiar y académico de alto nivel económico
La llegada de Rishi Sunak a Downing Street ha coincidido con la estación de las castañas en el Reino Unido. El camino que lleva al número 21 de Spindlewood Close, en el norte de la ciudad costera de Southampton, está cubierto de los erizos que, al caer del árbol, se parten en dos y sueltan su fruto. Al final de la suave cuesta, en una curva cerrada, se ve la casa: ladrillo rojo, tejado negro y amplios ventanale...
La llegada de Rishi Sunak a Downing Street ha coincidido con la estación de las castañas en el Reino Unido. El camino que lleva al número 21 de Spindlewood Close, en el norte de la ciudad costera de Southampton, está cubierto de los erizos que, al caer del árbol, se parten en dos y sueltan su fruto. Al final de la suave cuesta, en una curva cerrada, se ve la casa: ladrillo rojo, tejado negro y amplios ventanales. Es una más de las que pueblan un barrio tranquilo, acomodado, en el que los jardines exteriores de las viviendas y los vehículos aparcados en las rampas revelan un vecindario de clase media-alta. Fue el hogar, durante dos décadas, del matrimonio Sunak, padres del flamante primer ministro británico, y sus tres hijos, Rishi, Sanjay y la más pequeña, Raahkhi.
“Una familia estupenda. Fuimos vecinos durante 20 años. Íbamos a las barbacoas que organizaban en su patio y ellos venían a las nuestras. Mis hijos eran un poco mayores que los suyos, así que, durante un tiempo, se pasaban alguna noche a cuidarlos”, recuerda David Parnell, el dueño del número 22, colindante con la antigua casa de los Sunak, de la que partieron hace ya casi 10 años.
Parnell no reconstruye el pasado para ajustarlo a la realidad. Con 75 años, recuerda a un niño “encantador y brillante”, pero reconoce que “no resultaba entonces tan obvio que un joven ciertamente dinámico y lleno de energía” llegara tan alto como ha llegado.
El padre, Yashvir, nació en Kenia, cuando el país africano era aún colonia y protectorado del Imperio británico. La madre, Usha, procede de Tanganika (hoy parte de Tanzania). Ambos descienden de esa comunidad nómada india que Londres movió durante decenas de años para inundar de mano de obra sus territorios de ultramar. Son hijos de una clase media colonial, con ambiciones para ellos mismos y para sus descendientes. Yashvir y Usha forman parte de una ola de médicos y farmacéuticos indios que, durante los años sesenta y setenta, salvaron a un Servicio Nacional de Salud británico (NHS, en sus siglas en inglés) que debía atender a una población en aumento y exigente, pero no podía pagar ni incorporar a sus filas a los licenciados ingleses. La figura del indian doctor, el doctor indio, pasó a formar parte del imaginario colectivo del país, hasta el punto de que una encuesta de la BBC, realizada en 2005, señalaba que, al acudir a la consulta médica, la mayoría de los ciudadanos se sentían mucho más seguros si les atendía un profesional indio, “preferiblemente mujer y joven”.
Yashvir era médico generalista, conocido y querido en el barrio. Usha regentó durante años una farmacia, Sunak Pharmacy, en una esquina modesta, a 20 minutos andando desde su casa. Hoy se llama Basset Pharmacy. Hace también una década que se deshicieron del negocio. Los Sunak vivían relativamente bien, pero sin alardes. Vacaciones en la cercana Isla de Wight, a la que se llega en un salto de ferry desde Southampton, y alguna escapada al exterior, gracias a sus vecinos, los Parnell. “Dos veces veranearon en Alcocebre (Castellón), en el apartamento que tenemos allí mi mujer y yo. Será lo último de lo que me desprenda”, dice entre risas David. “Aún recuerdo las cariñosas postales que nos enviaron desde allí”.
Austeridad, esfuerzo y ambición. Y nada de discusiones sobre política en una familia que, por su propia historia y costumbres, siempre fue más conservadora que otra cosa. Respetados por una comunidad y un entorno que compartían con ellos esa misma tendencia a la tradición y el orden.
“Una familia muy trabajadora. Y su padre, un ser humano fantástico, con los pies en el suelo. Se dejaron la piel por que sus hijos tuvieran la mejor educación posible”, recuerda Kuti Miah, un bangladesí que llegó al Reino Unido en los ochenta, como jefe de camareros, montó varios restaurantes de éxito en Southampton, y acabó por abrir, en 2018, en los muelles de la ciudad, la famosa Kuti´s Brasserie. Un edificio peculiar, un tanto kitsch, que resulta ser una mezcla del Taj Mahal en escayola y un casino de provincias, pero que forma parte de la historia marítima del Imperio. Dos fotos de la reina Victoria presiden la entrada del local. Los Sunak frecuentaban los restaurantes de Kuti para las celebraciones familiares. El hostelero habla del doctor Yashir como de un hermano mayor. Durante varios veranos dio trabajo en su restaurante a Rishi, para ayudarle a mejorar sus finanzas de estudiante. No le gusta decir que le contrató como camarero. Más bien endulza el pasado, y prefiere hablar de un “relaciones públicas” que entendió enseguida el negocio, “porque disfrutaba del trato con los clientes, y era muy decidido y apasionado, con mucha agilidad mental”, recuerda Miah.
Más allá de los exagerados elogios, la percepción del hostelero bangladesí sobre el triunfo de su “ahijado” sirve para entender cuál es la relación de los Sunak con su pasado colonial, su cultura hindú, su nacionalidad británica y su incorporación a una clase social por encima de la media. “¿Cuál es mi madre patria? No existe eso que llaman la madre patria. El Reino Unido es mi madre patria. Como es la madre patria de Rishi Sunak, que nació y creció en este país”, argumenta Miah.
Educación de élite
Los vecinos del barrio de los Sunak podían permitirse, en su mayoría, una educación privada para sus hijos, pero dentro de un perímetro y unas posibilidades de clase media. Yashvir y Usha ambicionaban algo más. Aunque no fue posible obtener una beca, decidieron seguir adelante con la idea de que Rishi ingresara en el prestigioso y elitista colegio preparatorio de Winchester. El padre añadió a sus tareas diarias como médico un trabajo temporal como asesor en salud laboral de los grandes almacenes John Lewis. Era un ingreso extra indispensable para afrontar los 54.000 euros anuales, al cambio actual, que costaba el colegio.
Es el de Winchester un elitismo diferente al de Eton, cuna de varios primeros ministros y de la clase alta británica. Si el segundo fomenta unas habilidades sociales y una seguridad personal para moverse en determinado mundo ―Boris Johnson es un alumno notable de Eton―, Winchester crea más bien entre sus alumnos una mezcla de arrogancia y humildad intelectual, al hacer que se enfrenten a un elevadísimo rigor académico a la vez que constatan que siempre habrá alguien más brillante entre sus compañeros.
Años de Oxford
Lincoln College es una de las universidades más antiguas de Oxford, en el centro de la ciudad medieval. Distribuida en tres pequeños claustros, sus muros de piedra, la hiedra que los cubre profusamente, las vidrieras de los ventanales y el aire de recogimiento de la institución permiten asumir que los alumnos que pasean por sus patios ―muchos de ellos, en camiseta y pantalones deportivos― pertenecen a una minoría de éxito.
Sunak fue admitido allí y estudió el grado elegido por la mayoría de los políticos británicos más relevantes: Filosofía, Políticas y Económicas (PPE, en sus siglas en inglés). “Cada semana, debes escribir dos ensayos sobre una de las materias, de 2.000 palabras cada uno. Y luego, defenderlos ante tu tutor. No hay escapatoria. Debes dominar la materia, leer lo que se haya escrito sobre ella, pensar por ti mismo, escribir el ensayo y sostenerlo”, explica a EL PAÍS el rector de la Universidad, Henry Woudhuysen, en un despacho donde los libros se amontonan en el suelo, en pilas que milagrosamente se sostienen en pie. “Es un trabajo muy arduo, pero desarrolla tu agilidad mental. Te permite tal fluidez que acabas por poder responder espontáneamente ante cualquier reto. Te hace más inteligente, te permite retorcer los argumentos a tu favor. Es algo muy duro cuando se trata de Economía o de Filosofía. Respecto a la Política, prefiero no entrar en ese terreno (risas)…”, explica. Aunque se muestra encantado y orgulloso de que la Universidad tenga ya, como otras de la ciudad, un primer ministro.
Sunak tenía ya por entonces una visión conservadora del mundo. En parte, por haber ayudado a su madre con la contabilidad de la farmacia, y observar de primera mano el mordisco de los impuestos sobre el negocio familiar. Pero, sobre todo, porque filtraba sus experiencias a través de la perspectiva adquirida durante años, de un padre y una madre trabajadores y volcados en la mejora del futuro individual de cada uno de sus hijos.
No eligió ni la Asociación Universitaria de Conservadores de Oxford, ni el club de Debate Oxford Union, ambas territorio de ensayo de muchos futuros políticos británicos. Se decantó por la Sociedad Universitaria de Inversores de Oxford, que establece valiosos contactos entre los estudiantes y el mundo de las finanzas. Sunak veía en su futuro algún tipo de carrera pública, pero no todavía. De momento, le atraían más los grandes capitales que las grandes ideas.
Tres años duró el joven graduado en Goldman Sachs, el legendario banco de inversión que había destacado del resto por su estilo agresivo, durante la década de los setenta. “En Goldman Sachs somos codiciosos, pero somos codiciosos a largo plazo”, definía la institución su socio fundador, Gus Levy.
Entró en el banco en 2001, con lo que pudo evitar el trago, siete años después, de verse salpicado por la bancarrota moral que sufrió la firma, durante la crisis financiera. Aguantó un ritmo de trabajo y una competitividad que dejó fuera a otros compañeros, y adquirió una destreza en la elaboración de modelos de proyección y en análisis financiero que le ayudarían años después en su carrera política. Pero pronto comenzó a mostrarse inquieto ante un trabajo brutalmente tedioso, solo compensado por la retribución económica que, a su edad, no era necesariamente astronómica.
EE UU, amor y suerte
Y, desde luego, no alcanzaba para pagar la matrícula y gastos de varios centenares de miles de dólares que suponía estudiar el MBA, Máster en Administración de Empresas, de la Universidad de Stanford, en California. A un tiro de piedra de Silicon Valley, donde las empresas tecnológicas más importantes del mundo estaban cambiando las reglas del juego. Salvo que obtuviera, como así ocurrió, una de las generosas becas Fullbright, que el Departamento de Estado de Estados Unidos concede a estudiantes brillantes de todo el mundo para que puedan cursar o ampliar estudios en universidades estadounidenses.
“Rishi estaba muy preparado, era inteligente, y con una profunda vocación de servicio”, recuerda para EL PAÍS Derrick Bolton, decano adjunto de admisiones de Stanford durante aquel tiempo. Hoy es responsable de Relaciones Exteriores de la institución educativa, y mantiene amistad y contacto con sus dos antiguos alumnos, el político y su esposa. “Estoy orgulloso de verle desempeñar un papel tan importante (…) A pesar de los retos a los que se enfrenta el Reino Unido, tengo plena confianza en que estará a la altura de este momento”, dice Bolton.
Sunak tuvo suerte en los estudios… y en el amor. La beca le permitió conocer un mundo que cambió su mentalidad sobre la economía, y le hizo entender que la innovación y la educación podían dar la vuelta al destino de un país. Y le llevó también a conocer a Akshata Murty, la hija del multimillonario indio Narayana Murthy (una vieja discusión familiar es el origen de que solo él retenga la “h” en el apellido). El fundador de Infosys revolucionó el sector de servicios de tecnología digital. Con 250.000 empleados por todo el mundo, Murthy y su familia poseen una de las mayores fortunas del planeta.
Aunque Sunak volvería a Londres y Akshata se quedaría unos años en California, la pareja estrechó su relación hasta que acabó en boda: dos días de majestuosa celebración según el rito hindú.
El salto a la política
Mantuvo unos años su vocación financiera, y se volcó en el fondo de inversión The Children´s Investment Fund (TCI, en sus siglas en inglés), dirigido por Chris Hohn ―un gestor conocido y temido―, hijo de un mecánico jamaicano, con una feroz reputación lograda a base de asaltar los consejos de administración de compañías con acciones infravaloradas, para forzar un cambio en el modo de hacer las cosas y ganar de paso millones.
Pero la política empezaba a ser una tentación muy fuerte. A través de su amigo de siempre, el periodista James Forsyth, con quien estudió en Winchester, Sunak pudo poner un pie en el Partido Conservador. Forsyth, director de la revista The Spectator, casi una Biblia para la derecha británica, y un analista político preciso y exacto, que genera enorme respeto, fue el trampolín de una carrera vertiginosa. Su propia habilidad personal, y los contactos apropiados, le permitieron ser diputado en 2015 por la acaudalada conservadora circunscripción de Richmond.
Resulta revelador, casi irónico, que no fueran ni la nostalgia imperial, ni recelos xenófobos, ni viejas rencillas internas en un partido en el que acababa de desembarcar, las que llevaron a Sunak a ser uno de los primeros y más fervientes defensores del Brexit. Fue su visión liberal de un mundo y una economía en continuo cambio la que le convenció de que al Reino Unido le iría mejor por libre.
Y aunque durante los tres años que Boris Johnson le mantuvo como ministro de Economía pudo constatar de primera mano las nefastas consecuencias económicas de una decisión mal pensada y peor ejecutada, su fe no ha declinado. Prometió “abrazar el Brexit” y sus “nuevas libertades” nada más poner un pie en Downing Street como primer ministro.
Desde el pasado martes, un político con origen indio, de religión hindú, gobierna el Reino Unido. Es un momento histórico a ojos de cualquier observador objetivo, pero plagado de ironías. Sunak no hace bandera de su trasfondo étnico. La suya es es la cultura del esfuerzo de un entorno familiar y social que facilitaron sus ambiciones. Y su discurso político es claramente conservador, más volcado en la compasión que en la redistribución. Provoca sentimientos enfrentados en muchos británicos de origen asiático, que no se identifican con él, pero reconocen la magnitud del terremoto político vivido por el Reino Unido en apenas una semana, en cuyo epicentro se ha situado Rishi Sunak.
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