Canibalismo, pactos con el diablo y estrategias menos rastreras para ganar las elecciones en Brasil
Los equipos de Lula y Bolsonaro cortejan a electores huérfanos y usan artimañas diversas para atraer los escasos votos que decidirán la disputa por la presidencia más reñida en décadas
A Luiz Inácio Lula da Silva le faltó poco —solo 1,86 millones de votos— para sentenciar las elecciones en primera vuelta y regresar al poder en Brasil, una de las mayores democracias del mundo. Dentro de dos domingos, se medirá con Jair Bolsonaro en la disputa final de una elección que ya era la más polarizada de las últimas décadas y que ahora ha entrado ...
A Luiz Inácio Lula da Silva le faltó poco —solo 1,86 millones de votos— para sentenciar las elecciones en primera vuelta y regresar al poder en Brasil, una de las mayores democracias del mundo. Dentro de dos domingos, se medirá con Jair Bolsonaro en la disputa final de una elección que ya era la más polarizada de las últimas décadas y que ahora ha entrado en una fase de guerra sucia donde vale todo. Las acusaciones son de calibre muy grueso, incluida la sugerencia de que el actual presidente es adepto al canibalismo, la zoofilia o la masonería. Cada ataque, apoyado en un vídeo. La campaña de Lula ha decidido quitarse los guantes, lanzarse al barro y emular algunas de las tácticas rastreras y eficaces del equipo de Bolsonaro, que sigue diciendo que Lula tiene un pacto con el demonio y otro con el PCC, el Primer Comando de la Capital, el grupo criminal más poderoso del país.
Ese es el panorama en la recta final de una elección crucial para los progresistas de medio planeta, para la internacional de la derecha reaccionaria y para la Amazonia. Es un duelo que decidirán muy pocos votos porque el 93% de los votantes tiene ya candidato, según el último Datafolha. De todos modos, conviene tomarse los sondeos con cautela porque subestimaron notablemente a Bolsonaro, que sacó un 43% frente al 48% de Lula en primera vuelta. Los equipos de ambos se pelean con el cuchillo entre los dientes por cada uno de los votantes huérfanos y ese 21% del electorado que no se acercó a las urnas electrónicas y probablemente les dé la espalda de nuevo el día 30.
La ventaja de Lula es menor que nunca en una carrera de final incierto que Bolsonaro todavía podría ganar: sus probabilidades se estiman en una de cada cuatro. La socióloga Esther Solano, que investiga con grupos focales de electores, detalla al teléfono quién va a decidir esta explosiva elección. “Son tres grupos, los votantes de Simone [Tebet] y de Ciro [Gomes], sobre todo los de ella, que se ha colocado como la principal representante de la tercera vía; los evangélicos, al existir el potencial de que Lula pierda algunos votos ahí porque la onda de pánico moral es impresionante, y la abstención, que Lula consiga movilizar un poco más al electorado”. Bolsonaro también lo intenta, pero ambos tampoco desisten de arrancarle apoyos al otro.
Con la vista puesta en los evangélicos y tras muchas dudas y reticencias, Lula ha difundido una “carta a los cristianos” sin mención ni compromiso sobre asuntos espinosos como el aborto o las drogas. Se limita a recordar que la Constitución garantiza la libertad para elegir religión y practicarla. Es un intento de paliar el enorme rechazo que suscita en ese colectivo, uno de los más compactos a la hora de votar, sin molestar a sus seguidores más progresistas.
Tanto Tebet (4%, centroderecha), como Gomes (3%, centroizquierda) han pedido, en nombre de la defensa de la democracia, el voto por Lula y la amplia alianza de más de diez partidos que lidera. La antigua senadora ha sido la única cara fresca, la única mujer y la gran sorpresa entre los protagonistas de estos comicios. Al margen de la cercanía ideológica, ella se ha sumado al antiguo presidente con entusiasmo y algunas condiciones; él con reticencias porque su relación es muy agria.
Si los que apostaron por Tebet y Ciro siguieran a Lula al modo flautista de Hamelín, un tercer mandato sería cosa hecha. Pero, claro, cada votante es un mundo y hacer caso o no al candidato original depende de múltiples factores. “Por ejemplo, los que son muy fieles a Ciro es probable que le sigan; los que son más anti-PT que pro-Ciro se abstendrán probablemente”, dice el asesor político Pablo Gentili, que orbita en torno a la campaña del Partido de los Trabajadores (PT). El líder del PT tiene que lograr convencerles, añade, de que lo que está en juego es la propia supervivencia de la democracia brasileña.
Viejos conocidos, ninguno de los dos deja indiferente a sus compatriotas. Por eso, estos comicios son también un pulso entre el odio al bolsonarismo y el odio al PT. La mitad de los electores jamás votaría por el actual mandatario y un 46% no lo haría por Lula, dicen los sondeos. Por eso ambos agitan el miedo o el asco hacia el adversario. Se trata de quitarle un voto, no de ganar un elector.
Y ahí entra una de las demandas de la antigua candidata Tebet: menos rojo PT en los actos electorales. El color símbolo del partido había regresado en los últimos meses a las calles tras años desaparecido por la rabia que desataba.
Marcos Oliveira, de 47 años, que se gana la vida al volante de un Uber en el denso tráfico de São Paulo, es uno de esos escasos votantes huérfanos. Con su trayectoria electoral, sus matices y sus dudas desafía el retrato en blanco y negro que dibujan las encuestas que la prensa, el empresariado y los políticos brasileños consumen con avidez.
Hace cuatro años, Oliveira apostó por la promesa de cambio de Bolsonaro, pero le ha defraudado, como antes Lula y el Partido de los Trabajadores. Así que en primera vuelta eligió a Ciro Gomes porque, explica, “es el único que presentó un programa” para gobernar. Ahora duda. Todo depende de los debates en televisión, al menos dos: este domingo (día 16) y dos días antes de las elecciones. “Mi preferencia es Lula, pero si no me convence, votaré nulo”, dice al teléfono. ¿Y por qué se inclina por él? “Porque la mejor época para los de mi clase, los pobres, fue con él. Pero no soy tonto, ¡eh!, el PT robó bastante, como otros”. Solo si Lula detalla lo suficiente sus planes para gobernar le otorgará su confianza.
Edjane Gama, una pequeña emprendedora de 45 años, votó por Tebet y ahora, por Lula. “Como cristiana, creo que le puedo dar otra oportunidad, espero que haya madurado”, dice.
Bolsonaro sabe que tiene el viento en contra. Por eso, además de evocar la batalla entre el bien y el mal, confía en métodos terrenales, como abrir todavía más el grifo de dinero público para los más necesitados, sin dejar de agitar las mentiras más eficaces. Muchos críticos del presidente Bolsonaro quedaron atónitos ante la potencia del movimiento que lidera, como indica el amplio poder que sus aliados lograron en el Congreso el pasado día 2. La extrema derecha llegó a Brasil para quedarse. La victoria de Bolsonaro en 2018 “parecía una expresión pasajera de rabia, de malestar con la democracia, pero es un movimiento establecido de una manera muy contundente”, dice el estratega Gentili.
Con ese panorama y para derrotar a un presidente cuya estrategia es el desgaste constante de la democracia, Lula ha apostado por un programa de mínimos, para aglutinar en torno a su figura a los que consideran que fortalecer las instituciones democráticas y revertir la erosión de derechos es la prioridad por encima de las diferencias ideológicas o programáticas. El bolsonarismo ha devorado al centroderecha que desde el fin de la dictadura se alternó en el poder con el PT.
Por si las estrategias clásicas y aceptables no son tan eficaces como quisiera el equipo de Lula, ha activado un comando de choque en redes sociales con tácticas bolsonaristas como difundir mentiras a gran escala, insultar o lanzar posts repletos de mayúsculas llamando a que todo el mundo los comparta. La cara visible de este giro es un diputado federal, el recién reelegido André Janones, que renunció a su propia candidatura presidencial para unirse con sus dos millones de seguidores de Instagram a la campaña de Lula. Se presenta como “un enamorado de Jesús”, pero lo suyo no es precisamente poner la otra mejilla. Su lema podría ser ‘todo vale con tal de salvar la democracia brasileña’.