La discreta rehabilitación de Dilma Rousseff en Brasil

La expresidenta, una figura incómoda asociada a la recesión económica y al ‘impeachment’, es una secundaria de lujo en la campaña de la izquierda

Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, durante un acto electoral en agosto.Victor Moriyama (Bloomberg)

La expresidenta Dilma Rousseff tiene para la izquierda brasileña el sabor agridulce de una herida de guerra. Hace daño y, al mismo tiempo, enorgullece. Su Gobierno está asociado a la crisis económica, a la corrupción y, sobre todo, al impeachment que la desalojó del poder. También es un símbolo, para muchos, de la lucha por la democracia y goza del respeto de su padrino político y hoy candidato, Luiz Inácio Lula da Silva. Su presencia en la carre...

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La expresidenta Dilma Rousseff tiene para la izquierda brasileña el sabor agridulce de una herida de guerra. Hace daño y, al mismo tiempo, enorgullece. Su Gobierno está asociado a la crisis económica, a la corrupción y, sobre todo, al impeachment que la desalojó del poder. También es un símbolo, para muchos, de la lucha por la democracia y goza del respeto de su padrino político y hoy candidato, Luiz Inácio Lula da Silva. Su presencia en la carrera electoral ha reflejado esa ambigüedad incómoda. Aunque Rousseff ha tenido un papel secundario durante la campaña, una vuelta al poder de la izquierda supondría una suerte de rehabilitación para la que fue su más reciente representante con banda presidencial.

Al principio de la campaña, los analistas vaticinaban que Lula mantendría a Rousseff alejada. Después de todo, el nivel de aprobación de la expresidenta cayó a un abismal 8% durante su segundo mandato, marcado por la grave recesión y el caso Lava Jato, un esquema de corrupción que involucró a destacadas figuras del partido en el poder. El impeachment en 2016 fue un episodio humillante. Tres cuartas partes de los senadores, algunos de ellos antiguos aliados, votaron a favor de condenarla por maquillar las cuentas públicas. “En mi vida, he sufrido dos golpes de Estado. El de la dictadura y este”, dijo en tono sombrío quien fue perseguida y torturada por el régimen militar en los años 70. Dos años después, los votantes seguían sin perdonarla, y perdió una elección para el Senado contra un rival prácticamente desconocido.

Pese al mal sabor de boca que dejó ese periodo, Rousseff nunca ha desaparecido totalmente de la escena política, y ha mantenido su cercanía con Lula da Silva durante los seis años de travesía del desierto del Partido de los Trabajadores. El periodista Mauricio Savarese, quien la entrevistó tres veces para su libro La caída de Dilma, destaca su lealtad. “Siempre busqué saber si tenía alguna crítica a Lula pero, si la tiene, la reserva para los muy próximos”, señala el autor.

Rousseff, considerada una tecnócrata sin gran carisma cuando fue elevada a la Presidencia, es hoy una de las personalidades más jaleadas por los seguidores del Partido de los Trabajadores. En un acto reciente en la ciudad de Porto Alegre, en el sur del país, se sentó en primera fila junto al candidato y su esposa, Janja. Entre gritos de “¡Dilma, Dilma!”, fue presentada como “el corazón valiente” de la izquierda. Lula también tuvo unas palabras de apoyo. “Cada vez que viene a un acto, me siento feliz de ver que nuestro pueblo reconoce la injusticia que sufrió”, declaró.

La figura de la exmandataria, elegida en comicios transparentes y desalojada por un acuerdo entre bastidores, encaja bien con la línea de la campaña, que presenta esta elección como un momento determinante para “restablecer” la democracia brasileña tras los polémicos años del ultraderechista Jair Bolsonaro. Además, es tentador sacar partido de su lugar en la historia como primera mujer presidenta de Brasil, cuando el principal adversario de Lula tiene altísimos índices de rechazo femenino. “Yo conozco la fuerza de decisión de la mujer brasileña. ¡Vamos a votar a Lula!”, dijo Rousseff en Porto Alegre, en un llamado al voto femenino.

El impeachment, la mayor sombra del Gobierno de Rousseff, es agua pasada. Hace unos días, la Fiscalía archivó el caso por las operaciones presupuestarias que llevaron a su caída. “La verdad salió a la luz. Tardó pero se está haciendo justicia”, reaccionó ella. Por otra parte, aquellos que defendieron la salida de la exmandataria han empezado a cambiar de parecer. Felipe Neto, uno de los youtubers más seguidos de Brasil, ha pedido perdón este lunes por haber propagado “el discurso golpista” y ha publicado en sus redes sociales una imagen de Rousseff dándole un abrazo. Incluso el autor de la petición de impeachment, el parlamentario Miguel Reale Jr., ha declarado su apoyo a Lula porque la actuación de Bolsonaro durante la pandemia fue “mucho más grave” que lo que hizo Rousseff.

Con todo, el papel de la expresidenta en la campaña no ha pasado de uno de telonera de lujo en un puñado de eventos. Según el politólogo Claudio Couto, de la Fundación Getulio Vargas, en este momento Rousseff no es ni un activo ni un pasivo electoral, pero eso podría cambiar. “Puede transformarse en un pasivo si aparece demasiado. Por eso, Lula habla mucho de los logros de su Gobierno y muy poco de los de Dilma. Quiere evitar la imagen negativa de su mandato” señala.

Tampoco queda claro cuál será el papel de Rousseff si la izquierda gana las elecciones. No se presenta candidata al Congreso, y Lula ha descartado que vaya a nombrarla ministra porque no se sentiría “cómodo” dando órdenes a la que ocupó el más alto cargo del Estado. El candidato, además, ha soltado alguna crítica suave a su protegida. Después de decir que el primer mandato de Rousseff fue “extraordinario”, Lula señaló en una entrevista reciente que cree que cometió algunos errores en política económica. “Ella ya sabe lo que pienso de eso”, declaró.

El periodista Savarese cree que Rousseff se mantendrá como una consejera en la sombra de Lula, alejada del día a día. “Dilma quiere volverse a su casa, y hacer una vida más tranquila”, señala. Eso sí, el reportero dice que no le sorprendería que Lula, de ganar, tuviera un gesto hacia ella durante la toma de posesión. Cuando Rousseff fue apartada, abandonó el Palacio del Planalto, la sede del Ejecutivo en Brasilia, por la puerta de atrás. Seis años después, Lula podría decidir entrar con ella por la rampa principal. Una rehabilitación discreta, pero por la puerta grande.

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