El concejal ruso encarcelado por denunciar la muerte de niños en Ucrania: “El régimen necesita víctimas”
La apelación ante la justicia del opositor Alexéi Gorinov, que responde a EL PAÍS desde la cárcel, solo le ha servido para reducir un mes su condena de siete años
El político Alexéi Gorinov (Moscú, 61 años) fue condenado el pasado julio a siete años de cárcel por criticar que en Ucrania muriesen niños al mismo tiempo que su consejo de distrito, en la capital rusa, organizaba un concurso infantil de dibujo. El concejal del barrio moscovita de Krasnoselski apeló el dictamen de julio, y este frío lunes la justicia mostró su helada clemencia: redujo en un mes, a 6 años y 11 meses, el castigo. En cualq...
El político Alexéi Gorinov (Moscú, 61 años) fue condenado el pasado julio a siete años de cárcel por criticar que en Ucrania muriesen niños al mismo tiempo que su consejo de distrito, en la capital rusa, organizaba un concurso infantil de dibujo. El concejal del barrio moscovita de Krasnoselski apeló el dictamen de julio, y este frío lunes la justicia mostró su helada clemencia: redujo en un mes, a 6 años y 11 meses, el castigo. En cualquier caso, Gorinov no se hacía ninguna ilusión sobre el veredicto. “No iniciaron esto para darme finalmente la razón o reducirme significativamente el castigo. El régimen necesita víctimas y procesos ejemplarizantes sobre ciudadanos corrientes”, lamenta en un intercambio de cartas con EL PAÍS desde la prisión donde ha estado encerrado los últimos dos meses. “Todo esto ya ha ocurrido antes en la historia de mi país”, añade de su puño y letra.
La vista fue celebrada por sorpresa a puerta cerrada. La policía impidió a última hora el paso al medio centenar de personas que habían acudido a apoyar al político, incluida su mujer. “¿Y vosotros sois los defensores de la ley? Esto es una irregularidad, era una sesión abierta ¡Sois unos cobardes!”, increpaba una activista a un agente. “Estamos definitivamente en los tiempos soviéticos”, lamentaba por su parte Oleg Orlov, presidente de la junta del Centro de Derechos Humanos Memorial. Dentro, encerrado en una jaula acristalada, el preso mostró un cartel donde decía “gracias por su apoyo y solidaridad”.
Gorinov fue condenado por su intervención en un pleno municipal celebrado el pasado 17 de marzo donde decía que para entonces, después de tres semanas de ofensiva, habían muerto ya un centenar de menores por las bombas, “los nietos y bisnietos de quienes participaron en la Segunda Guerra Mundial”.
“No tenía en mente ningún arresto ni juicio porque no cometí ningún crimen. Actué en el marco de mis potestades como diputado municipal. Si propongo votar contra cualquier tipo de cuestión, debo motivar mi opinión”, señala en la misiva remitida a este diario, unos días antes de la sentencia de apelación. “Si hubiera sabido antes que habría tal resonancia e interés hacia esto, me hubiera preparado mejor y habría intervenido de una manera más brillante”, asegura con letra firme Gorinov.
Los argumentos de su condena se sustentaron en los partes de combate del Ministerio de Defensa, un artículo publicado por la portavoz del Ministerio de Exteriores, y la acusación de un ciudadano que casualmente vio entera la grabación de la sesión del pleno y se sintió ofendido porque sus abuelos “lucharon contra el fascismo”.
Según la primera sentencia, Gorinov actuó de forma premeditada con la presidenta de turno del consejo, Elena Kotiónochkina, quien dejó el país tras abrirse el caso. Otros opositores también se exiliaron tras la aprobación de la nueva legislación que prevé hasta 15 años de cárcel “por desacreditar las acciones de las fuerzas armadas en Ucrania”, mientras que unos pocos decidieron quedarse, como Vladímir Kara-Murza e Ilia Yashin, compañero de distrito de Gorinov y que afronta un juicio similar. “Si para el político existe la amenaza de perder la vida o la libertad, entonces es necesario intentar protegerse uno mismo. Esta cuestión es una decisión personal, yo no tengo derecho a juzgar a nadie”, reflexiona en su carta.
El hasta ahora concejal enfermó tras su ingreso en prisión, aunque dice estar ya mejor. “Tuve bronquitis y no había nada para tratarla aquí, tal cual. La medicina en la cárcel es pobre pese a que al Gobierno le sobra el dinero para cohetes y munición. Me ayudó la que obtuve de fuera”, denuncia en la primera de sus cartas. Las autoridades carcelarias solo permiten escribir cada vez una carta, y el intercambio también se demora varios días porque debe pasar una censura previa.
“El censor ha tachado la segunda parte de tu pregunta”, advertía Gorinov, sin saber que era el enlace a las cifras de víctimas civiles registradas entre el 24 de febrero y el 4 de septiembre por el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, organismo del que forma parte Rusia. “Muestro mi dolor y mis condolencias a todos los ciudadanos de Ucrania. Comprendo mi culpa como ciudadano de Rusia”, responde al preguntarle cómo valoraba aquellos trágicos datos que incluían 372 menores fallecidos.
“La libertad cuesta cara y hemos pagado poco por ella”
Gorinov conoció en prisión la muerte de Mijaíl Gorbachov. El político había sido concejal de Moscú entre 1990 y 1993, entre el final de la URSS y el nacimiento de una democracia muy frágil. “Aquellos fueron años de cambio, de esperanza, de libertad. Todo terminó con los disparos contra el organismo legislativo de octubre de 1993 [la crisis constitucional que Boris Yeltsin resolvió con el bombardeo del Parlamento]. Todo lo que tenemos ahora se remonta a entonces: la supresión gradual de la libertad ciudadana y de la libertad de los medios de información; las restricciones a poder ejercer los derechos propios”, recalca el ahora preso.
“La libertad cuesta cara. Parece ser que hemos pagado poco por ella y no hemos podido aprovechar sus posibilidades debido a la ausencia histórica de una experiencia democrática en Rusia”, lamenta en su carta Gorinov, quien, sin embargo, no había tenido constancia de la reciente propuesta a la Duma de un grupo de concejales de San Petersburgo para cesar a Vladímir Putin por alta traición. Su consejo fue disuelto por un tribunal la pasada semana y ellos condenados a multa por desacreditar al presidente del país.
“No sabía absolutamente nada. Este tipo de acciones intentan llamar la atención de la sociedad civil sobre lo que está pasando; agitarla, hacerla pensar. El liderazgo político del país se ha separado de ella”, opina Gorinov.
Al preguntarle quien saldrá antes, él de la cárcel o el presidente del Kremlin, no descarta nada. “Putin se presentará a las nuevas elecciones [de 2024]. Para ello se cambió la Constitución de la Federación de Rusia. Sin embargo, nada está prestablecido ni en la vida ni en la historia”, advierte un hombre que ya vio hace años en primera persona la convulsión de un Estado que parecía eterno.
Gorinov, de la vieja escuela rusa, afirma “ser el mismo que antes”. “Sigo siendo por dentro un hombre libre y leal a mis principios”, apunta el político, que ha querido enviar un mensaje al exterior. “El Gobierno de nuestro país no es toda Rusia, no es toda su ciudadanía. Y nosotros debemos volver obligatoriamente al camino de la civilización en el desarrollo de nuestra sociedad. Aún debemos ver la Rusia democrática, pacífica, integrada en la economía global”, concluye sin más espacio en su misiva.
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