Rusia bloquea un acuerdo en la ONU sobre el desarme nuclear por las críticas a la toma de Zaporiyia

El representante del país se negó a apoyar el borrador final de la conferencia de revisión del TNP por incluir críticas a la presencia militar del Kremlin en la central

El embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, en una reunión del Consejo de Seguridad sobre la central de Zaporiyia el día 23.JUSTIN LANE (EFE)

Pese a que el riesgo de una guerra con armas de destrucción masiva está en boca de muchos en estos tiempos, la comunidad internacional no logró el viernes alcanzar un acuerdo de mínimos en la décima conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP). Rusia rechazó el pacto porque varios de sus puntos criticaban la ocupación militar de las centrales nucleares de Ucrania, lo que Moscú tildó de “cuestiones de abierta naturaleza política”. El próximo encuentro está previsto para 2026, cuatro años después de desatarse la guerra sobre el territorio que tiene ...

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Pese a que el riesgo de una guerra con armas de destrucción masiva está en boca de muchos en estos tiempos, la comunidad internacional no logró el viernes alcanzar un acuerdo de mínimos en la décima conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP). Rusia rechazó el pacto porque varios de sus puntos criticaban la ocupación militar de las centrales nucleares de Ucrania, lo que Moscú tildó de “cuestiones de abierta naturaleza política”. El próximo encuentro está previsto para 2026, cuatro años después de desatarse la guerra sobre el territorio que tiene la mayor central nuclear de Europa, la de Zaporiyia.

“A pesar de la intensidad de las consultas, la conferencia no logró llegar a un acuerdo sobre la parte sustantiva del borrador del documento final”, anunció al clausurar el encuentro su presidente de turno, el argentino Gustavo Zlauvinen.

Hace una semana, el Ministerio de Defensa ruso publicó un mapa en el que mostraba que la destrucción de la central nuclear de Zaporiyia, tomada por sus tropas, podría contaminar no solo Ucrania, sino también otros países de Europa como Moldavia, Rumania, Polonia y Alemania.

De hecho, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha insistido este viernes en su petición al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, para que envíe “lo antes posible” a sus expertos a la central, cuya situación sigue siendo “muy peligrosa”. La misión de la OIEA llegará la semana que viene y estará encabezada por su director, el argentino Rafael Grossi, según ha adelantado el diario The New York Times. Entre sus integrantes no habrá ni ingleses ni estadounidenses.

En este contexto, el borrador del protocolo final del TNP recogía la “seria preocupación por las actividades militares” cerca de las instalaciones nucleares y recalcaba “la importancia primordial de garantizar su control por parte de las autoridades competentes de Ucrania”. Para su publicación se necesitaban las firmas de los 191 países que forman parte del tratado, en vigor desde 1970 y prorrogado indefinidamente en 1995. Sin embargo, no hubo consenso pese a que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) viene insistiendo desde hace semanas en que la situación en torno a Zaporiyia está fuera de control.

La central, la mayor de ese tipo de Europa, tuvo que ser desconectada el jueves tras un incendio que afectó a la línea eléctrica que la alimenta y del que rusos y ucranios se culpan mutuamente. Este viernes fue reconectada, pero Zelenski ha dicho que la presencia de soldados rusos en las instalaciones aumenta el riesgo de incidentes. Este sábado, la empresa ucrania que gestiona la central y el Ministerio ruso de Defensa también han cruzado acusaciones sobre nuevos ataques; la parte ucrania ha afirmado que se han producido daños que implican “riesgo de fuga de hidrógeno y de pulverización de sustancias radiactivas”.

A principios de esta semana, la embajadora de EE UU ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, anunció que buscaría un acuerdo que señalase que “la guerra de Rusia y sus acciones irresponsables en Ucrania socavan gravemente el propósito central del Tratado de No Proliferación”. Unas palabras que para el representante permanente del Kremlin ante la ONU, Vasili Nebenzia, evidencian cómo Washington “pone sus intereses geopolíticos por encima de las necesidades colectivas para fortalecer la seguridad global”. Por su parte, el subdirector del departamento para la no proliferación y control de armas del Ministerio de Exteriores ruso, Ígor Vishnevetski, afirmó el viernes que para lograr el respaldo de Moscú al borrador “era importante asegurar un equilibrio al tomar en cuenta las posiciones de los Estados”.

Decepción

El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, mostró su decepción por el fracaso del encuentro, que como el anterior, celebrado en 2015, no ha llegado a buen puerto. En aquella ocasión se debió al desacuerdo para poner fin a las armas de destrucción masiva en Oriente Próximo. Esta vez, al uso de las centrales nucleares civiles como amenaza. “El secretario general lamenta que la conferencia no haya podido abordar los apremiantes desafíos que se plantean, lo que amenaza nuestra seguridad colectiva”, según señaló en un comunicado. “El mayor riesgo de que se utilicen armas nucleares, por accidente o por error de cálculo, exigen una acción urgente y decidida”, añadió.

Grupos de activistas en contra de las armas nucleares también han expresado su descontento. “Enfrentada a una situación global inaceptablemente peligrosa, la conferencia de revisión del TNP no logró nada”, resumió Beatrice Fihn, la directora ejecutiva de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN).

La central de Zaporiyia fue tomada por las tropas rusas al inicio de la guerra y ha recibido varios ataques en sus inmediaciones, de los que Moscú y Kiev se acusan mutuamente. Los bombardeos se han intensificado en el último mes y han afectado a algunos sistemas auxiliares de apoyo. El día 25, su conexión a la red eléctrica ucrania se vio interrumpida por primera vez en su historia. Según la administración militar impuesta en la zona por el Kremlin, era “físicamente imposible” restaurar el paso de electricidad por una rotura. Sin embargo, un día después fue reconectado un primer bloque, y este sábado la compañía Energoatom ha anunciado la reactivación de otro segundo más.

Por otra parte, la información que llega desde la central nuclear es contradictoria. El Ministerio de Defensa ruso negó el día 18 que hubiera desplegado vehículos militares en la planta. Sin embargo, días después, el 24, la Guardia Nacional rusa (Rosgvardia) anunció la detención de dos trabajadores de aquellas instalaciones porque “transmitieron información a los nacionalistas sobre la ubicación del personal y los vehículos militares en el territorio de la central nuclear”. A este anuncio se sumó el arresto de un tercer civil que habría accedido ilegalmente allí y “proporcionó a las Fuerzas Armadas de Ucrania información sobre el movimiento de convoyes militares rusos”.

El presidente ruso, Vladímir Putin, accedió el día 19 a que una misión internacional inspeccione la central nuclear de Zaporiyia. El mandatario mantuvo aquel día una conversación telefónica con el líder francés, Emmanuel Macron, y, según el Elíseo, dio su bendición a que la visita de los inspectores fuera supervisada por Ucrania. Esta no se ha producido aún, aunque Macron anunció el viernes que Francia había recibido garantías de las dos partes. “La energía civil no debería ser una herramienta militar”, subrayó.

Al principio de la ofensiva rusa, otra central nuclear ucrania también desató la preocupación de la comunidad internacional. En marzo, el Gobierno de Volodímir Zelenski advirtió de que la planta de Chernóbil, de infame recuerdo por el accidente de 1986, corría peligro por los cortes de suministro eléctrico tras su ocupación por las fuerzas rusas. Posteriormente, con la retirada del frente de Kiev de los rusos, las fuerzas ucranias recuperaron su control a principios de abril.

Un acuerdo para la seguridad nuclear global

El Tratado de no Proliferación Nuclear entró en vigor el 5 de marzo de 1970. Un cuarto de siglo después, el 11 de mayo de 1995, fue prorrogado indefinidamente. Hay 191 Estados adheridos lo que lo convierte en el acuerdo más suscrito en el campo de la no proliferación nuclear, el desarme y un uso pacífico de esta energía. Los países que carecen de armas atómicas se comprometen en el tratado a no fabricarlas ni adquirirlas. Por su parte, las naciones con armas radiactivas "no ayudarán, alentarán o inducirán" a que otros países cuenten con ellas en su arsenal. Hay cinco Estados poseedores de armas nucleares que son partes en el Tratado: EE UU, Francia, Reino Unido, Rusia y China. 

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