El Brexit no se toca, los impuestos se bajan: la lucha por gestionar el legado de Boris Johnson

Ninguno de los candidatos a liderar el Partido Conservador aborda las consecuencias negativas de la salida del Reino Unido de la UE. La batalla por el puesto se libra en torno a la presión fiscal

El exministro de Sanidad británico Sajid Javid llega este domingo a las oficinas de la cadena BBC, en Londres.JUSTIN TALLIS (AFP)

Los primeros mensajes públicos de los candidatos a liderar el Partido Conservador del Reino Unido dan la impresión de que ha sido necesario liquidar a Boris Johnson para descubrir que, efectivamente, existía algo llamado johnsonianismo. En el mejor de los casos. En el peor, la cruda revelación de que, más allá de acabar a puñaladas con un César cuyo comportamiento resultaba ya insoportable para mucha gente, en el campo de las ideas, los contendientes tienen poco nuevo q...

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Los primeros mensajes públicos de los candidatos a liderar el Partido Conservador del Reino Unido dan la impresión de que ha sido necesario liquidar a Boris Johnson para descubrir que, efectivamente, existía algo llamado johnsonianismo. En el mejor de los casos. En el peor, la cruda revelación de que, más allá de acabar a puñaladas con un César cuyo comportamiento resultaba ya insoportable para mucha gente, en el campo de las ideas, los contendientes tienen poco nuevo que ofrecer. El Brexit no se toca, y los impuestos deben bajarse. La batalla se librará en los matices.

“No existe ninguna posibilidad de que regresemos a la Unión Europea. Nunca votaría a favor de nuestra reincorporación a las instituciones de Bruselas”, declaraba a primera hora de este domingo en SkyNews Tom Tugendhat, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento británico y uno de los primeros en lanzar oficialmente su candidatura para liderar el partido. Tugendhat fue uno de los últimos mohicanos a la hora de combatir el Brexit duro impulsado en su momento por el ala más conservadora ―la corriente interna tory del Grupo de Investigaciones Europeas―, con Boris Johnson a la cabeza.

Sus posibilidades de hacerse con el liderazgo, si se atreviera a cuestionar las consecuencias negativas de la salida del Reino Unido de la UE, se reducirían a cero. Esa es la sensación general. Y por eso Tugendhat, además de presentar sus credenciales impecables como exmilitar y como parlamentario, apenas va más allá de prometer “un nuevo comienzo” y un plan económico de diez años que aún no ha esbozado.

“Gracias al Brexit, somos una nación libre”. No se puede expresar en menos palabras el fundamentalismo anti-UE que se ha asentado en el Partido Conservador. Es el inicio del discurso con el que el actual ministro de Economía, Nadhim Zahawi ―el hombre al que se aferró Johnson para salvar su Gobierno cuando comenzó la cascada de dimisiones―, quiere presentar públicamente su candidatura. Ya ha adelantado una parte sustancial a la revista The Spectator, que, junto al diario Daily Telegraph, es la guardiana de las esencias del conservadurismo más duro. “Limitarnos a gestionar la mayor subida de impuestos desde 1949 no es la vía conservadora de hacer las cosas. No podemos construir nuestro camino a la prosperidad a base de presión fiscal”, proclama Zahawi. Es uno más de los candidatos que se ha aferrado a esa bandera para contraponer su programa al del favorito.

La ministra de Exteriores, Liz Truss, el pasado martes en Downing Street.PETER NICHOLLS (REUTERS)

Rishi Sunak, el exministro de Economía que junto al de Sanidad, Sajid Javid, provocó el hundimiento de Downing Street con su dimisión, retiene de momento, según el recuento que maneja ConservativeHome (la página web que sirve de foro de ideas del partido), un claro liderazgo. 27 diputados le han dado su respaldo oficial. Penny Mourdant, la secretaria de Estado de Comercio, cuenta con 16. Liz Truss, la ministra de Exteriores, que cuenta ya con doce y previsiblemente sumará muchos más -es muy popular entre los afiliados del partido- ha lanzado este domingo su campaña con la promesa inicial de bajar impuestos desde el primer día si resulta elegida. “Lograré que el sector privado crezca más rápido que el público, con un plan a largo plazo para rebajar el tamaño del Estado y disminuir la carga fiscal”, ha escrito en el Daily Telegraph.

Sunak ha querido presentarse como el aspirante más serio en materia económica. El que, desde su puesto en la dura travesía de la pandemia y su visión a la salida de esa crisis sanitaria, ha entendido mejor que el resto la necesidad de cierta ortodoxia fiscal frente a una inflación galopante y un horizonte de recesión. “¿Nos enfrentamos al momento actual con honestidad, seriedad y firmeza? ¿O nos contamos a nosotros mismos cuentos de hadas reconfortantes que nos hagan sentir mejor ahora, pero que arruinen el futuro de nuestros hijos?”, se pregunta el exministro en el vídeo con que ha comenzaba su campaña oficial para liderar a los conservadores, el primero en dar el paso en la contienda.

La respuesta de muchos de sus rivales ha sido clara. Jeremy Hunt, exministro de Exteriores y destacado político tory, o Sajid Javid quieren congelar de inmediato los planes elaborados por Sunak para aumentar el Impuesto de Sociedades del 19% al 25% el próximo mes de abril. Lo mismo que Zahawi o que Grant Shapps, ministro de Transporte, que presionan además para reducir la presión fiscal sobre los ciudadanos y rebajar los tipos del impuesto sobre la renta.

Ninguno cuestiona siquiera la herencia más conflictiva de Johnson: la ley que tramita actualmente el Parlamento, con la que se pretende anular de modo unilateral gran parte de los compromisos firmados entre Londres y Bruselas cuando acordaron el Protocolo de Irlanda del Norte. La Cámara de los Comunes concluye el próximo 21 de julio su actual periodo de sesiones, con lo que la próxima o el próximo líder de los conservadores, que ocupará automáticamente el puesto de primer ministro, deberá decidir si, además de mantener la esencia del legado de Johnson ―un Brexit sin vuelta atrás―, mantiene la parte gamberra y conflictiva de esa política, que ha llevado al Reino Unido a su peor relación en décadas con su socio más importante, la UE.

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