El goteo de nuevas dimisiones pone a Boris Johnson contra las cuerdas

El primer ministro británico se aferra a la rebaja fiscal para hacer frente a la crisis de gobierno y asegura que no va a dimitir. Casi 40 altos cargos han abandonado sus puestos en apenas 24 horas

El primer ministro británico, Boris Johnson, a la salida de Downing Street, este miércoles.JOHN SIBLEY (REUTERS)
Londres -

Un error común al apostar sobre el futuro político de Boris Johnson está en calcular sus posibilidades como si fuera un purasangre en las carreras de Ascot, y no como la ruleta rusa que es el político conservador más sorprendente e imprevisible de las últimas décadas. Y aun así, la empresa de apuestas Betfair no va este miércoles más allá del 1,8 en lo que pagaría a los que ponen su dinero a que el primer ministro no sobrevivirá hasta el final de año. Es un pronóstico que, aparentemente, resulta una obviedad. En apenas 24...

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Un error común al apostar sobre el futuro político de Boris Johnson está en calcular sus posibilidades como si fuera un purasangre en las carreras de Ascot, y no como la ruleta rusa que es el político conservador más sorprendente e imprevisible de las últimas décadas. Y aun así, la empresa de apuestas Betfair no va este miércoles más allá del 1,8 en lo que pagaría a los que ponen su dinero a que el primer ministro no sobrevivirá hasta el final de año. Es un pronóstico que, aparentemente, resulta una obviedad. En apenas 24 horas, 38 altos cargos han sumado sus dimisiones a las de los ministros de Economía y Sanidad. Una catarata de abandonos que ha puesto al primer ministro contra las cuerdas.

Lo primero que sugirió Johnson al grupo de diputados con el que estaba reunido cuando Rishi Sunak, su hasta entonces ministro de Economía, anunció su dimisión, fue que ahora sería más fácil bajar impuestos. A nadie se le oculta que, durante los últimos meses, era constante la tensión entre ambos políticos: el primer ministro aspiraba a salir de sus enredos políticos con más promesas de gasto; Sunak veía el horizonte de la inflación e intentaba mantener cierta disciplina fiscal. Y el hombre elegido en las últimas horas para dirigir las cuentas del país, Nadhim Zahawi, ya ha dicho, en sus primeras entrevistas a los medios británicos, que “nada está descartado” cuando se trata de rebajas fiscales.

“Lo más importante es reconstruir la economía en este periodo pospandemia, y lograr que crezcamos de nuevo. Y con bajada de impuestos”, ha dicho a Sky News la nueva estrella ascendente de los conservadores británicos. De momento, Zahawi ya ha indicado que podría echar atrás la subida planeada para el próximo abril del Impuesto de Sociedades, que iba a pasar del 19% al 25%. Todo un guiño a los empresarios, en busca de su apoyo.

Boris Johnson y Rishi Sunak, en Downing Street, el 7 de junio. Leon Neal (AP)

”¿Y cuando quede vacante el puesto de primer ministro, aspirará usted a ocuparlo?”, le ha preguntado la periodista de la cadena. “Ese puesto no está vacante”, ha intentado zanjar Zahawi, aunque el nombre de este empresario de éxito, británico de origen iraquí, y el político responsable del programa de vacunación ―uno de los pocos éxitos del Gobierno de Johnson― está desde hace meses en las quinielas.

En el escalafón gubernamental británico, los llamados secretarios parlamentarios privados son aquellos diputados que actúan de enlace entre el Parlamento y un ministro. Son el rango último (llamados despectivamente bag carriers, los que le llevan el maletín al ministro), pero sus dimisiones añaden ruido y tensión a la crisis. En las últimas horas han dimitido cinco de ellos, junto con algunos enviados comerciales a países como Marruecos o Kenia. En total, las dimisiones de conservadores que, de uno u otro modo, están a las órdenes del Gobierno, llegan a sumar casi 40 (38, y sumando). El ex primer ministro conservador David Cameron no llegó a tener en seis años de mandato ese número de abandonos en cargos del Gobierno que Johnson ha provocado en apenas 24 horas.

El primer ministro británico, Boris Johnson, en la Cámara de los Comunes, este miércoles.JESSICA TAYLOR (AP)

Caso diferente es el de Will Quince, vicesecretario de Estado de Familias (tercero en el escalafón, después del ministro y el secretario de Estado), que ha dimitido este miércoles. Quince fue uno de los políticos a lo que el Gobierno de Johnson envió por los medios de comunicación a defender el papel del primer ministro en el caso Pincher con una información falsa suministrada por Downing Street. El escándalo sexual en torno a este diputado, y el modo en que Johnson ha mentido sobre lo que sabía antes de decidir nombrarle número dos del grupo parlamentario conservador, ha contribuido a irritar todavía más el ánimo de muchos críticos de sus críticos en el partido.

Este miércoles, el primer ministro británico se ha enfrentado a una oposición laborista que reclamaba ya abiertamente nuevas elecciones y extendía sobre todo el Partido Conservador la sombra de la corrupción. Lo más relevante, sin embargo era el grado de respaldo, de jaleo, de gritos de apoyo, en la bancada de los suyos. Salvo tres diputados conservadores que han pedido la palabra para criticar abiertamente a Johnson, el resto ha optado por un silencio revelador de su desánimo. “El trabajo de un primer ministro, en circunstancias difíciles, cuando ha recibido de las urnas un mandato colosal [en referencia a su amplia victoria de 2019] es seguir adelante, y eso es lo que voy a hacer”, ha dicho Johnson, para intentar dejar claro que no contempla una dimisión.

Pocas horas antes de su intervención en el Parlamento, el primer ministro tuvo que escuchar con Michael Gove, el ministro de Vivienda —pero, sobre todo, el político más astuto y hombre para todo del Gobierno—, le decía en una tensa reunión que “el juego había llegado a su fin” y le recomendaba que dimitiera. Segunda puñalada de Gove a Johnson. Cuando en 2016 ambos participaron en el referéndum del Brexit, y vencieron, Gove se comprometió a colaborar con Johnson en su aspiración a reemplazar al frente del Gobierno al primer ministro, David Cameron, que acababa de presentar su dimisión. Horas antes de lanzar la campaña, Gove anunció públicamente que no consideraba a su amigo capacitado para el puesto, y anunció su propia candidatura. Poco después, Johnson se retiraba.

Durante la sesión del Parlamento, el ya exministro Sajid Javid ha intervenido para explicar las razones personales de su dimisión. “Me temo que el botón de ‘resetear’ solo funciona unas pocas veces. Solo puedes apagar y encender la máquina un limitado número de veces hasta darte cuenta de que algo va mal. Tenemos el problema en la cúspide, y ha llegado el momento de decir basta”, ha asegurado Javid ante el silencio de sus compañeros y el rostro contrariado de Johnson, al que acusaba de haber mentido en numerosas ocasiones y faltado a la integridad debida. Ecos históricos del famoso discurso en la Cámara de los Comunes de Geoffrey Howe, el político leal a Margaret Thatcher que, con su abandono del Gobierno, clavó el último clavo en el ataúd de la Dama de Hierro. Pero Javid solo ha sido leal a sí mismo durante años, y muchos críticos ven en su maniobra una jugada personal de autopromoción.

Sajid Javid, a su llegada a su casa en Londres, este miércoles. MAJA SMIEJKOWSKA (REUTERS)

Mucho más complicada está siendo su comparecencia ante la Comisión de Interrelaciones de la Cámara de los Comunes, que ha comenzado a las dos y media de la tarde (tres y media, horario peninsular español). El órgano que reúne a los presidentes de las distintas comisiones parlamentarias convoca dos veces al año al primer ministro para supervisar la tarea del Gobierno. La sesión estaba dedicada a Ucrania, pero los diputados presentes son pesos pesados, y entre ellos hay varios conservadores que no han dudado en poner a Johnson en más de un aprieto, por la delicada situación que atraviesa.

Los escaños traseros de los conservadores en Westminster (los backbenchers, sin responsabilidad ni puesto el Gobierno) comienzan a llenarse de figuras de gran peso ―los ministros dimitidos, Sunak y Javid; pero también el rival histórico de Johnson, Jeremy Hunt― con tiempo de sobra, y contactos para conspirar y preparar el golpe definitivo. Según las reglas del grupo parlamentario conservador, no puede celebrarse una nueva moción de censura interna para intentar desbancar al primer ministro hasta que pase un año de la anterior, que fue a principios de junio. Pero las reglas pueden cambiarse con una mayoría simple, o con un cambio de dirección del grupo. De hecho, los miembros de la ejecutiva del llamado Comité 1922 (el grupo que reúne a los diputados sin cargo gubernamental, y que organiza las mociones internas o las primarias) han sido convocados a última hora del día, y todo indica que el principal asunto a tratar será el modo de forzar una nueva votación.

Johnson endureció su posición respecto al Protocolo de Irlanda del Norte y al Brexit para lograr entonces el apoyo de los euroescépticos y salvar su cuello. Ahora confía en que la promesa de una rebaja fiscal anime a los diputados conservadores más liberales, que ven llegar la nueva recesión y necesitan ofrecer resultados concretos a sus votantes. Pero con una perspectiva económica tan sombría, y el enorme grado de irritación en las filas conservadoras, resulta difícil incluso pronosticar si el primer ministro podrá aguantar en pie las dos semanas que quedan hasta el receso veraniego del Parlamento británico.

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