Filipinas elige entre la autocracia de dos clanes familiares y el aperturismo de la enemiga de Duterte
El tándem formado por el hijo del dictador Marcos y la hija del mandatario actual emerge como la candidatura favorita a las elecciones presidenciales
Filipinas decide entre apuntalar su descenso hacia la autocracia o retomar la vía progresista. El futuro de una de las democracias más antiguas de Asia se decidirá en mayo entre un variopinto elenco de aspirantes. Ante la repentina retirada este martes de la campaña electoral del que fuera mano derecha del presidente Rodrigo Duterte, el senador Christopher Bong Go, el tándem dinástico formado por el heredero del dictador Marcos, Ferdinand Bongbong Mar...
Filipinas decide entre apuntalar su descenso hacia la autocracia o retomar la vía progresista. El futuro de una de las democracias más antiguas de Asia se decidirá en mayo entre un variopinto elenco de aspirantes. Ante la repentina retirada este martes de la campaña electoral del que fuera mano derecha del presidente Rodrigo Duterte, el senador Christopher Bong Go, el tándem dinástico formado por el heredero del dictador Marcos, Ferdinand Bongbong Marcos, y Sara Duterte-Carpio, hija del dirigente que ha erosionado los cimientos democráticos del país en sus seis años de mandato, se consolida como favorito. Su principal contrincante es la actual vicepresidenta y única mujer en liza para el primer puesto, la abogada Leni Robredo, respaldada por los hastiados del dutertismo y los detractores de los Marcos.
Las opciones no pueden resultar más opuestas: o bien el archipiélago de más de 100 millones de habitantes reivindica sus credenciales democráticas o se reafirma en su afición por el estilo dictatorial de Duterte, que no puede revalidar su mandato porque lo impide la ley, pero cuyo legado sería preservado por el dúo Marcos-Duterte Carpio. El Tribunal Penal Internacional (TPI) autorizó en septiembre una investigación por los posibles crímenes contra la humanidad cometidos en la denominada “guerra contra las drogas” iniciada por Duterte en 2016, en la que han muerto miles de personas, también niños.
Aunque la popularidad del mandatario ha quedado mermada por el impacto de la pandemia en el país, uno de los más afectados del sureste asiático, y la nación está recuperándose de la recesión, las opiniones del presidente aún tienen calado entre los filipinos. El dirigente se decepcionó al ver que su hija Sara, con quien se ha alternado en la alcaldía de Davao (en la isla meridional de Mindanao), no aspiraba a la presidencia como se preveía, sino a la vicepresidencia, elegidas ambas directamente y por separado en los comicios. “Me quedé estupefacto. Era la número uno de las encuestas, ¿por qué ha decidido presentarse a la vicepresidencia?”, comentó Duterte, quien confiaba en que su hija bloqueara la investigación del TPI en Filipinas si ganaba.
Así, persuadió a su mano derecha, el senador Bong Go, para que registrara también su candidatura a la presidencia tras conocer los planes de su hija, de 43 años, quien podría haber preferido esperar una legislatura más y no dividir ahora al electorado que comparte con el hijo de Ferdinand Marcos Júnior, de 62 años. Pero Bong Go ha retirado este martes su candidatura, al considerar que este no es su momento y reiterando su lealtad al presidente, quien se postula como senador para mantenerse en la escena política. Duterte queda pues a merced de su hija y de Marcos Jr., favorito en los sondeos y cercano al dirigente.
“Si salen elegidos, será la muerte de la democracia filipina”, alerta Julius Trajano, analista político filipino. “Marcos Jr. es un presidente que rememora los años de la ley marcial como una época dorada. Si Sara Duterte gana, sería la confirmación de que su padre está haciendo un buen trabajo”, añade Trajano.
Los críticos temen que un Gobierno Marcos/Duterte-Carpio sea una continuación, o incluso un agravamiento, del declive democrático de los últimos seis años. Durante ese periodo, la división de poderes y la libertad de prensa han quedado severamente cercenadas por las políticas de Duterte, tal y como ha denunciado la periodista Maria Ressa, reciente Nobel de la Paz, que se enfrenta a varios procesos judiciales por sus protestas. “Se ha formado un cartel de dinastías que han decidido dejar de competir entre sí para concentrar energías, monopolizar el poder y cercar a los oponentes que presentan opciones más liberales para Filipinas”, considera Aries Arugay, analista de ISEAS-Yusof Ishak Institute.
De los seis candidatos que previsiblemenete obtendrán el visto bueno de la Comisión Electoral a mediados de diciembre —entre los que están el campeón de boxeo Manny Pacquiao y el exactor y alcalde de Manila Francisco Domagoso— solo hay una que critica de modo tajante las políticas de Duterte y el recuerdo de los Marcos. Leni Robredo, abogada y actual vicepresidenta, se enemistó enseguida con el mandatario por oponerse a su guerra antidrogas. La letrada ganó la vicepresidencia a Marcos Jr. por un estrecho margen en 2016, y respaldó en su día las protestas que culminaron con el derrocamiento de Ferdinand e Imelda Marcos (en el poder entre 1965 y 1986). La pareja está acusada de robar entre 5.000 y 10.000 millones de dólares (entre 4.400 y 8.800 millones de euros) durante su oscuro mandato, en el que Amnistía Internacional denuncia que se cometieron 3.257 asesinatos extrajudiciales, 35.000 casos de tortura y 70.000 arrestos arbitrarios.
“Necesitamos liberarnos de la situación actual. Pelearé, pelearemos”, advirtió Robredo al anunciar su candidatura. “Ellos tienen el dinero, una estructura completa de poder que puede propagar cualquier historia que quieran proyectar”, denunció, haciendo alusión a la supuesta divulgación de noticias falsas por parte de Duterte a través de las redes sociales, como ha denunciado profusamente la periodista Ressa.
Una de las esperanzas de la vicepresidenta, segunda favorita tras el hijo del dictador, es que Marcos Jr. sea descalificado por la Comisión Electoral. El candidato fue acusado de fraude fiscal hace años, lo que en principio le inhabilita para la presidencia. Pero los analistas lo consideran poco probable, aunque sí podría mermar su popularidad y ser utilizado en su contra durante la campaña.
Faltan aún seis meses en los que pueden cambiar mucho las cosas. “En Filipinas hay una pauta que siempre se cumple: el candidato favorito a estas alturas de la campaña nunca ha ganado los comicios. Todavía es pronto para saber qué pasará”, advierte Trajano.
La alargada sombra china
Cuando Duterte llegó a la presidencia en 2016, sorprendió anunciando que su país decía adiós a Estados Unidos, garante de su seguridad en las pasadas décadas, para acercarse a China. Aunque fiel a la exageración, su mandato sí dio un giro de timón con respecto a su predecesor, Benigno Aquino, enfrentado a Pekín por el dominio de unas islas del mar de China Meridional, a favor de una postura menos combativa con China.
Filipinas es un país clave en el pulso por el Indo-Pacífico entre China y EE UU. En círculos intelectuales filipinos se advierte que Pekín ya ha elegido a su candidato favorito, Marcos Jr., cuyo padre estableció lazos diplomáticos con China hace 46 años.
“La motivación de China para prevenir sobre un candidato poco amigable —la vicepresidenta Leni Robredo— es clara. Esto puede motivar que apoye las campañas de algunos aspirantes”, apunta el analista Aries Arugay, aludiendo a Marcos Jr. y la supuesta participación de Pekín en campañas de difamación en redes sociales.
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