Con las autodefensas no violentas de Cisjordania
Grupos de jóvenes palestinos documentan al sur de Hebrón las demoliciones del Ejército y los ataques de los colonos israelíes en una resistencia pacífica de nuevo cuño que se proyecta en las redes sociales.
En la desolación de bancales yermos de las colinas del sur de Hebrón (Cisjordania) un grupo de jóvenes palestinos se ha organizado como red de autodefensa no violenta ante la rutina de las demoliciones de sus casas y de los ataques de colonos de los asentamientos judíos, que a menudo se encuentran amparados por el Ejército. “Por primera vez vamos a contar nuestra propia historia, sin intermediarios”, explicaba el miércoles en un fluido inglés Basil al Adraa, de 25 años, ante un grupo de ...
En la desolación de bancales yermos de las colinas del sur de Hebrón (Cisjordania) un grupo de jóvenes palestinos se ha organizado como red de autodefensa no violenta ante la rutina de las demoliciones de sus casas y de los ataques de colonos de los asentamientos judíos, que a menudo se encuentran amparados por el Ejército. “Por primera vez vamos a contar nuestra propia historia, sin intermediarios”, explicaba el miércoles en un fluido inglés Basil al Adraa, de 25 años, ante un grupo de corresponsales extranjeros. Frente a la icónica imagen del joven cubierto con la kufiya, el tradicional pañuelo palestino, agitando la honda a punto de apedrear a las tropas, una nueva generación de activistas esgrime teléfonos inteligentes para documentar hechos que, sostienen, violan los derechos de su pueblo.
Graduado en Derecho y con vocación de periodista, Al Adraa, habla desde su aldea de Tuwani, en pleno limbo palestino del Área C: el 60% de Cisjordania que quedó bajo administración exclusiva de Israel en los Acuerdos de Oslo. Tuwani se halla entre el asentamiento de Maon y la colonia salvaje (no reconocida por el Gobierno) de Havat Maon. “En 2003, los palestinos ya no pudimos usar la carretera que los enlaza, y los colonos vallaron tierras palestinas colindantes para explotarlas ahora”, precisa uno de los informes de la asociación que agrupa a los jóvenes.
“Aquí, al sur de Hebrón, se observa la ocupación con toda su crudeza”, explicaba más tarde Al Adraa desde el promontorio donde se divisa un desértico paisaje jalonado de polvorientas aldeas palestinas y asentamientos israelíes que surgen como un oasis. “Queremos que el mundo tome conciencia de nuestra situación, que la repercusión internacional sirva para presionar a Israel para que acate el derecho internacional”, resume la vía no violenta y de resistencia popular que han elegido como estrategia frente a la ocupación. “Esto no es como Ramala o Hebrón, aquí estamos bajo el control directo del Ejército. Luego publicamos la información en las redes sociales”.
—¿Cómo actúan cuando se produce un ataque de colonos protegido por los soldados?
—No podemos contar con las fuerzas de seguridad, que están de su parte, pero no nos enfrentamos a ellos cuando queman nuestros campos o apedrean nuestras casas. Grabamos vídeos, tomamos fotos. Documentamos los hechos con una forma de resistencia. No nos quedamos en silencio.
Este es un ejemplo de uno de los informes elaborados por este activista palestino, del que se han hecho eco ONG pacifistas israelíes, y que han llegado a la prensa hebrea y a los medios internacionales basados en Jerusalén y Tel Aviv. “Hechos del 14 de mayo en Al Rayhiyya, colinas del sur de Hebrón. Decenas de colonos acompañados de solados irrumpieron en la aldea sobre las 14.00. Empezaron a incendiar campos y árboles y causaron daños en propiedades. Cuando intentaba apagar el fuego en sus tierras Ismail Tubassi, de 27 años, recibió un disparo que le desfiguró el rostro. Ingresó cadáver en el hospital. A pesar de las pruebas presentadas (fotos y vídeos), la policía israelí no ha abierto una investigación”.
Desde el otro lado de la barrera, un soldado israelí identificado con el número 1.186 en una recopilación de testimonios recabados por Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio) recientemente publicados, describe así su experiencia militar en 2014 en la provincia de Nablus, al norte de Cisjordania: “Teníamos muchos roces con los colonos porque no nos dejábamos utilizar por ellos. No paraban de enviarnos mensajes de texto, a veces con información falsa. ‘Un grupo de palestinos está pegando a un judío en una alberca’, decía uno de ellos. Cuando llegamos allí vimos a un chico palestino que quería bañarse mientras los colonos se lo impedían”. De su recuerdo del servicio militar obligatorio le queda constancia de una realidad asumida en el Ejército: “Como soldados, nos poníamos automáticamente del lado del judío. Lo veíamos como un ciudadano con derechos. Echar a los colonos nunca era una opción”.
La árida aldea beduina de Um al Jair, un poblado de chabolas de hojalata en las colinas del sur de Hebrón, choca sin solución de continuidad con las casas de tejas rojas con arbolado del asentamiento de Carmel (450 habitantes), del que solo le separa una valla alambrada. Los pastores palestinos compraron sus tierras en 1948, recién llegados desde la desértica zona de Adar, al noreste del Negev, tras ser expulsados por el recién creado Estado de Israel. Los colonos judíos fundaron el moshav (granja cooperativa) en 1982 sobre terrenos expropiados a los beduinos. Um al Jair apenas cuenta con un centenar de vecinos que no pueden construir ni un corral, so pena de demolición por las tropas israelíes. La Oficina de Asuntos Civiles del Ejército les deniega sistemáticamente la licencia por razones de seguridad.
A las puertas de Um al Jair se extiende el distrito de Masafer Yata, más de un millar de habitantes de una docena de aldeas fueron desplazados por la fuerza en 1999 para permitir la construcción de un campo de maniobras militar. El Tribunal Supremo israelí suspendió el desahucio colectivo y permitió su regreso provisional, aunque desde entonces los beduinos viven en un limbo legal, en medio de constantes demoliciones de sus construcciones, muchas de las cuales han sido erigidas gracias a la cooperación internacional. “Declarar un sector como zona de tiro o recinto militar es un pretexto habitual para expulsar a la población palestina de una parte de Cisjordania”, sostiene la ONG pacifista israelí B’Tselem. “El paso siguiente es ceder más adelante parte del territorio a organizaciones de colonos para que construyan asentamientos”.
Awad Hathalin, es un profesor de inglés, de 27 años, y activista por los derechos humanos. En el centro comunitario de su aldea de Um al Jair revelaba cuáles son sus sueños para Palestina. “Queremos justicia y paz. Aquí sabemos bien lo que es no tener paz, lo hemos sufrido. Pero mi sueño verdadero era visitar Jerusalén. Lo intenté 18 veces y solo lo logré cuando acompañaba a un grupo de estadounidenses”, desgranaba en el corazón de Tierra Santa ante un grupo de periodistas de varios países su parábola sobre la dureza de la ocupación, de los puestos de control, bajo la amenaza de las demoliciones y los ataques de colonos en las colinas del sur de Hebrón. Su sueño ahora es poder ir a la playa, como la que conoció en Jaffa, junto a Tel Aviv. “Creo que no habrá paz hasta que todos podamos ir a la playa”.
40 muertos por disparos de militares en tres meses
El jefe del Estado Mayor del Ejército de Israel, general Aviv Kochavi, intenta poner freno al elevado número de muertes de palestinos por disparos de los soldados que se ha registrado en los últimos tres meses. Durante la escalada bélica en la franja de Gaza registrada entre el 10 y el 21 de mayo se contabilizaron en Cisjordania 27 víctimas mortales en los disturbios contra la operación militar israelí en el enclave costero. Y desde entonces se han sumando otras 13 muertes, entre ellas las de menores de edad. Frente a este abultado balance letal, en 2020 la ONU registró 20 casos de palestinos abatidos por las fuerzas de seguridad israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este.
“Apoyaremos a las tropas cuando actúen conforme a las órdenes, pero no aceptaremos excepciones ni imprudencias”, advirtió el jueves el general Kochavi en un acto castrense del que ha informado el diario Haaretz. “Muchas veces no está claro quién es enemigo y quién es inocente [en un entorno como Cisjordania]”, puntualizó. “Pero nuestra misión es lidiar con ese dilema (...) y defender a muestras fuerzas sin causar daño a inocentes”.
El 28 de julio perdió la vida el niño de 12 años Mohamed al Alami cuando el vehículo en el que viajaba con su familia cerca de Hebrón recibió el impacto de 13 balas disparadas por una patrulla militar. En los disturbios que rodearon su funeral murió tiroteado por las tropas un palestino de 20 años.
La mayor parte de los incidentes con muertos por disparos de soldados se han producido en las protestas de la localidad de Beita (norte de Cisjordania) contra la construcción del cercano asentamiento salvaje de Evyatar, donde un grupo de colonos se instaló en mayo sin autorización de las fuerzas de seguridad tras la muerte de un israelí en un ataque palestino.