El refuerzo del voto independentista escocés anuncia un enfrentamiento entre Edimburgo y Londres

Los nacionalistas del SNP rozan la mayoría absoluta en unas elecciones autonómicas con una participación muy alta. El ascenso de los Verdes garantiza el apoyo a un nuevo referéndum

La ministra principal de Escocia y líder del SNP, Nicola Sturgeon, celebra este sábado su victoria en la circunscripción de Glasgow. En vídeo, Sturgeon analiza los resultados.Vídeo: ROBERT PERRY / EFE | REUTERS
Edimburgo -

El laborioso recuento de los votos en las elecciones autonómicas escocesas ―con un sistema doble de reparto por circunscripción y por lista de partido― ha hecho que el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) se mantuviera en vilo a lo largo de este sábado. Aunque la ha rozado, los datos a última hora sentenciaban que la candidata nacionalista, Nicola Sturgeon, no alcanzaría, por apenas un escaño, la anhelada mayoría absoluta. Su victoria es aun así arrolladora, y el ascenso de los Verdes garantiza un apoyo holgado a la celebración de un nuevo referéndum de independencia en el n...

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El laborioso recuento de los votos en las elecciones autonómicas escocesas ―con un sistema doble de reparto por circunscripción y por lista de partido― ha hecho que el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) se mantuviera en vilo a lo largo de este sábado. Aunque la ha rozado, los datos a última hora sentenciaban que la candidata nacionalista, Nicola Sturgeon, no alcanzaría, por apenas un escaño, la anhelada mayoría absoluta. Su victoria es aun así arrolladora, y el ascenso de los Verdes garantiza un apoyo holgado a la celebración de un nuevo referéndum de independencia en el nuevo mandato. A pesar de la pandemia, la alta participación en los comicios ha demostrado que los escoceses siguen divididos e inmersos en un debate constitucional de calado. Boris Johnson ha vuelto a advertir de que no dará su respaldo a otra consulta. Londres y Edimburgo se encaminan hacia el enfrentamiento político. Sturgeon, al proclamar oficialmente la victoria de su partido, ha sido clara en su desafío: “La gente ha dado la mayoría a los partidos que favorecen la independencia. Es la voluntad del país. Si los conservadores intentan bloquear esa voluntad, tendrán enfrente al SNP”.

Los escoceses eligen por sistema mayoritario al candidato de su circunscripción. El que más votos recibe, se hace con el escaño. Son 56 circunscripciones. Para dotar de mayor proporcionalidad a la Asamblea Autónoma, votan en una segunda papeleta una lista de partido. De ahí salen otros 76 escaños, hasta conformar un total de 129. Por esta razón, en unas elecciones profundamente marcadas por el debate sobre una nueva consulta independentista, se ha registrado el llamado “voto táctico”. Los electores que quieren seguir perteneciendo al Reino Unido alternaban sus dos votaciones, según quién veían con más posibilidades de ganar, entre conservadores y laboristas. Aun así, la fortaleza del SNP ha demostrado ser avasalladora, pero no le ha bastado para superar el listón. A última hora de la tarde del sábado, el recuento otorgaba finalmente a los nacionalistas un escaño más por la región electoral Escocia Sur, y llegaban a 64 escaños, uno menos de la cifra mágica de la mayoría absoluta. El Partido Conservador ha logrado consolidar la segunda posición (31 escaños), y el laborismo, durante décadas hegemónico en Escocia, continúa su lento declive con un tercer puesto (22 diputados).

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El enfrentamiento entre Londres y Edimburgo, en cualquier caso, está servido. Sturgeon y su equipo se sienten fuertes y legitimados para seguir adelante con el compromiso de un nuevo referéndum durante el mandato que se abre, una vez esté controlada la pandemia. Junto con los Verdes, que han logrado ocho diputados, suman una clara mayoría favorable a la independencia. El número dos de la formación, John Swinney, anticipaba el propósito del SNP de impulsar en el Parlamento Autónomo, después del verano, una ley que active los preparativos de la consulta. Y retaba al Gobierno de Johnson a combatirla en los tribunales. “Tengo muy claras dos cosas: el SNP ha sido el partido ganador de estas elecciones, y habrá una mayoría de diputados en la Asamblea comprometidos con la celebración de un referéndum de independencia que determine el futuro de Escocia”, aseguraba Swinney. En 2011, cuando al frente del partido se encontraba el carismástico Alex Salmond, los nacionalistas lograron una mayoría absoluta de 69 diputados. Fue lo suficientemente contundente como para que se interpretara como un claro mandato. El Gobierno británico del conservador David Cameron cedió a la presión, y en 2014 se celebró un referéndum de independencia en el que el no logró vencer por el 55% de los votos frente a un 45% del sí.

El actual primer ministro es uno de los personajes más impopulares entre el electorado escocés, y su mayor logro político, el Brexit, ha sido la causa principal a la que se han aferrado los independentistas para promover una nueva consulta. El argumento primordial que conservadores y laboristas esgrimieron en 2014, cuando unieron sus fuerzas bajo el eslogan Better Together (juntos mejor), fue precisamente que una Escocia fuera del Reino Unido estaría también fuera de la UE. Dos años después, mientras una abrumadora mayoría de escoceses votaba en contra del Brexit (62%), el resto del país respaldaba la salida del club comunitario y les arrastraba con ellos.

Johnson sigue paladeando la victoria de los conservadores en las elecciones municipales en Inglaterra, que también se celebraron el jueves. Los resultados han supuesto un espaldarazo a un primer ministro que ha vivido horas muy bajas durante la pandemia. No solo eso, sino que el dominio de los tories en los bastiones tradicionales de la izquierda, el llamado “muro rojo” en el norte inglés, ha sumido en una profunda crisis interna al laborismo, y cuestionado a su nuevo líder, Keir Starmer. La celebración de Downing Street se acabará con el fin de semana, porque ya se avecina una nueva tormenta política procedente de Escocia. “Creo que un referéndum en el contexto actual es irresponsable y temerario. No es el momento de tener una disputa constitucional, ni de ponernos a hablar sobre cómo fragmentar el país, cuando lo que la gente quiere es sanar nuestra economía y que nos recuperemos juntos”, ha dicho el primer ministro en la localidad de Hartlepool ―sede de la victoria más humillante sobre los laboristas―, en un intento defensivo de zanjar un debate que será inevitable en los próximos meses.

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Sturgeon, mucho más templada que el ala más extrema de su partido, aunque igual de convencida de que la independencia de Escocia llegará tarde o temprano, podrá medir su tiempo y evitar urgencias. Su principal amenaza en el Parlamento provenía de Alba, el partido recién creado por quien fuera su mentor y líder del independentismo, Alex Salmond. Agitó las aguas durante la campaña, reclamando a los electores que respaldaran a su formación en el segundo voto, el proporcional. Según sus cálculos, podría hacerse hasta con 30 diputados que introdujeran presión en el SNP y aceleraran los movimientos secesionistas. Los votantes le han dado la espalda, con un respaldo de apenas el 2% que ni siquiera garantiza que el propio Salmond se siente en la Asamblea.

El papel clave de los Verdes y el declive del laborismo

El Partido Verde va camino de sumar hasta tres diputados más y lograr un grupo parlamentario de nueve escaños. Una cifra tan modesta, sin embargo, puede cobrar una importancia clave en la nueva legislatura escocesa. Los Verdes han incorporado a su mensaje principal, la lucha contra el cambio climático ―un objetivo que, con mayor o menor intensidad, ya se han apropiado todas las formaciones―, un contenido de justicia social que resulta atractivo al electorado. En el sistema doble de voto que utiliza Escocia para sus elecciones autonómicas, muchos seguidores del SNP han optado por usar su segunda papeleta para asegurar una presencia fuerte de los Verdes en las Asamblea.

La clave de ese apoyo, sin embargo, tiene un objetivo mucho más preciso: aunque el respaldo a la independencia dentro de la formación no sea unánime, sí lo es la voluntad de impulsar a toda costa una nueva consulta para que sean los escoceses los que decidan su futuro.

Esa claridad es la que les ha faltado y les sigue faltando a los laboristas, durante décadas los dueños de un dominio político hegemónico en Escocia y hoy, como se ha visto en estas elecciones, relegados a una humillante tercera posición por detrás del Partido Conservador. Los tories se han apropiado del discurso unionista y se han consolidado como la principal oposición al independentismo del SNP. Los laboristas escogieron como candidato principal a Anas Sarwar, un escocés hijo de paquistaníes con un carisma mediático que le ha permitido en apenas 10 semanas granjearse la simpatía de muchos escoceses. Pero esa simpatía no se tradujo el pasado jueves en votos. En unos comicios basados fundamentalmente en la dicotomía de independencia o unión, la falta de claridad del mensaje del partido ha tenido un precio muy alto.


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