La universidad se rebela contra el control de Erdogan
La policía ha llevado a cabo varias detenciones tras unas protestas contra una educación cada vez más politizada y de menor calidad
Las aceras de la calle que lleva a la Universidad del Bósforo están valladas. La boca de metro, custodiada. En cada una de las cafeterías de alrededor, se sientan policías de paisano o con el peto que los identifica como tales. Resguardados en las traveseras hay varios camiones con cañones de agua a presión. Parejas de agentes patrullan arriba y abajo, algunos con armas automáticas al hombro. Las puertas de la Universidad están protegidas por una línea de antidisturbios: entrar está prohibido excepto para los pro...
Las aceras de la calle que lleva a la Universidad del Bósforo están valladas. La boca de metro, custodiada. En cada una de las cafeterías de alrededor, se sientan policías de paisano o con el peto que los identifica como tales. Resguardados en las traveseras hay varios camiones con cañones de agua a presión. Parejas de agentes patrullan arriba y abajo, algunos con armas automáticas al hombro. Las puertas de la Universidad están protegidas por una línea de antidisturbios: entrar está prohibido excepto para los profesores y estudiantes con carnet del centro. Y eso que hace meses que no hay clases presenciales.
Desde el 4 de enero, cada día se reproducen sucesivas manifestaciones: al mediodía, decenas de profesores, con sus togas, se plantan delante del rectorado y le dan la espalda. Luego llegan los estudiantes y, durante tres horas, cantan y corean consignas contra el nuevo rector. El pasado día 1, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, designó a los rectores de cinco universidades, incluida la del Bósforo, donde nombró a Melih Bulu, hasta ahora rector de la Universidad privada Haliç, que fue candidato del partido islamista AKP (en el Gobierno) en las elecciones de 2015 y estuvo acusado de plagio. El resto de los centros no protestaron, resignados desde 2016 a ver cómo sus responsables no son elegidos en unas elecciones como era lo habitual, sino que son puestos a dedo desde el Palacio presidencial. Pero la Universidad del Bósforo no es cualquier universidad y, para los profesores, lo que ha hecho Erdogan solo tiene parangón con la intervención de la universidad por la Junta Militar tras el golpe de Estado de 1980.
“En la Universidad del Bósforo tenemos una cultura de dirección de abajo hacia arriba, en la que el rector debe tener en cuenta al Senado universitario y a los departamentos. Esto garantiza los principios de nuestra universidad: libertad de expresión, autonomía académica y meritocracia, cualidades raras en la Turquía actual”, explica Zafer Yenal, que acaba de presentar su dimisión como asesor del rector en protesta por el nombramiento de Bulu. “La independencia de las universidades es imprescindible para que haya investigación y pensamiento crítico. Lamentablemente, la afiliación del nuevo rector al partido gobernante y su visión ponen en peligro la integridad de la Universidad”.
Fundada en 1863 como Robert College, uno de los primeros centros educativos americanos fuera de EE UU, y convertida en institución pública en 1971, es la universidad más prestigiosa del país. Varios primeros ministros, grandes empresarios y destacados intelectuales han salido de sus aulas. Siempre se ha caracterizado por la calidad de sus estudios y por su apertura de pensamiento. Por ejemplo, en los años en que los islamistas eran perseguidos, en el Bósforo podían debatir libremente sus ideas.
“Lo que está ocurriendo en los últimos años es la culminación del proceso de recentralización iniciado por el régimen militar de los ochenta y que acaba con la autonomía universitaria”, afirma Tarik Sengül, profesor de Ciencia Política en la Universidad Técnica de Oriente Medio de Ankara. Efectivamente, el Consejo de Educación Superior (YÖK), una institución creada por los militares golpistas y antaño criticada por Erdogan, ha sido utilizada para atar en corto a las universidades. “Ahora, cualquier persona envía su candidatura a rector al YÖK, que criba a los candidatos antes de la elección final del presidente. Es un proceso poco transparente, en el que nadie consulta a la universidad”, lamenta la vicerrectora saliente del Bósforo, Naz Zeynep Atay Gök: “Es cierto que el anterior rector también fue designado por Erdogan, pero al menos había sido vicerrector y llevaba 30 años trabajando en la Universidad del Bósforo. Durante su mandato ha respetado las normas y tradiciones de nuestra universidad. En cambio, el nuevo rector jamás ha trabajado en el Bósforo”.
Las manifestaciones prometen continuar y, de hecho, ha habido protestas en otras ciudades en solidaridad con la del Bósforo. Pero también se han producido unas 40 detenciones: varias de ellas de madrugada, en casa de los estudiantes a los que fueron a buscar miembros de las unidades especiales de la policía fuertemente armados, como si se tratara de terroristas. Y, efectivamente, de eso los ha tildado Erdogan: “Quienes participaron en las protestas no eran estudiantes del Bósforo sino personas vinculadas a grupos terroristas”.
Un estudiante de la Facultad de Historia, que pide el anonimato, cree que lo que pretende el Gobierno es presentar la protesta como provocación de “agentes externos”, ya que se ha ido precisamente a por aquellos estudiantes que llegaron de otros centros para solidarizarse con la Universidad del Bósforo. Es la tesis de Melih Bulu, que alega que la mayoría de universitarios le aceptan (el rector se ha negado a atender las preguntas de EL PAÍS, y el AKP tampoco ha respondido a la petición de entrevistas). “Sin embargo, la realidad es que hasta los clubes de estudiantes más cercanos a los partidos del Gobierno están en contra del nuevo rector”, añade el estudiante.
“Tenemos miedo, claro. ¿Cómo no tenerlo si pueden venir a detenerte a tu casa de madrugada? Pero, ¿qué van a hacer? ¿Meternos a todos los estudiantes en la cárcel?”, dice Ekrem Emir, estudiante de Traducción. Varios académicos consultados han accedido a hablar solo bajo condición de anonimato. “Los ánimos entre el profesorado están bastante bajos”, responde uno, citando la incertidumbre por la situación. El YÖK se ha negado a autorizar algunos de los nuevos contratos propuestos por la Universidad y hay profesores extranjeros a los que no se les ha renovado su permiso anual, como era habitual: “No sabemos si es que quiere deshacerse de los profesores extranjeros o es una represalia contra los países de los que provienen. Pero parece que hay una intención política”.
“En paralelo al incremento de la polarización política y social, el clima académico ha cambiado dramáticamente. Ha habido muchos despidos de profesores por firmar el llamado manifiesto por la paz [contra la política de Ankara en el sudeste kurdo], y la expulsión de la universidad es una amenaza real, así que los académicos se lo piensan dos veces antes de hablar en público”, asegura Sengül.
Peor calidad educativa
La educación es uno de los sectores donde el Gobierno de Erdogan saca peor nota. En todas las encuestas sobre los mayores problemas del país, la educación aparece en los primeros puestos junto a las cuestiones económicas. “Ha habido recortes de presupuesto brutales. El número de estudiantes por departamento, que nos impone el YÖK, se ha incrementado en los últimos años a la vez que no nos autoriza los nuevos contratos que proponemos”, se queja Atay Gök.
En los casi 20 años de Gobierno del AKP, el número de estudiantes universitarios ha pasado de 1,13 a 7,56 millones, pero el de profesores no ha aumentado al mismo ritmo (la ratio de alumnos por enseñante casi se ha doblado). El número de universidades ha pasado de 93 a 207, pues el Gobierno ha promovido su apertura en todas las provincias, y también de multitud de centros privados, en muchos casos vinculados a empresarios cercanos al poder. Según una investigación del medio digital Inside Turkey, el plagio se ha incrementado en los trabajos de fin de carrera y tesis doctorales, mientras las universidades turcas han descendido en los ránkings internacionales, así como las referencias a investigaciones turcas. “La calidad de la educación ha descendido, porque muchas de estas nuevas universidades no tienen buenas condiciones, carecen de instalaciones y tienen poco personal académico”, explica Sengül. El número de desempleados con título universitario ha pasado de 100.000 a más de un millón en los últimos 15 años.
El YÖK controla férreamente todo lo que se hace en las universidades, desde autorizar quién supervisa cada tesis a quién gobierna cada centro, se queja Ekrem Emir. “La Universidad del Bósforo ha perdido puestos en los ránkings y muchos de nuestros profesores se han marchado del país” por la presión política. El alumno de Historia que no quiere dar su nombre también tomará ese camino: “Quiero seguir en el mundo académico, así que me iré al extranjero, porque en Turquía es imposible llevar a cabo cualquier investigación significativa, especialmente en el campo de las Humanidades o las Ciencias Sociales”.